¿Sin derecho a pataleo?, por Teodoro Petkoff
¿Qué le pasa a Chacumbele? ¿Ahora quiere acabar hasta con ese derecho humano fundamental que es el derecho a pataleo? La semana pasada, con el perdonavidas subido de tono, le reclamó a Lorenzo Mendoza, de Polar, que lo hubiera «retado». «No me retes, Mendoza», dijo dos o tres veces, con el aire de quien se siente sobrado detrás de sus guardaespaldas y jalabolas. ¿En qué habría consistido este «reto» de Mendoza? Chacumbele mismo lo dijo.
Simplemente en que Polar introdujo un recurso de amparo ante el Tribunal Supremo, contra la medida de expropiación de sus galpones, dictada por Chacumbele, por intermedio de la alcaldesa de Barquisimeto. Según la novísima «jurisprudencia» chacumbeliana, de clara inspiración hitleriana, cualquier venezolano que recurra ante el TSJ para reclamar, con razón o sin ella pero con derecho, cualquier acto del gobierno que supuestamente vulnere sus intereses, estaría cometiendo un delito.
El delito de lesa majestad, el delito de «retar» a Yo-El-Supremo, al Jefe, al Inmarcesible Ciudadano que rige nuestros destinos y que, en opinión de sus diversos josévicenterangeles, nunca se equivoca y, si lo hiciera, tiene el derecho «revolucionario» a arrebatar. O sea, que Chacumbele no está dispuesto a aceptar ni siquiera actos totalmente simbólicos como los de recurrir por ante el TSJ, donde él sabe perfectamente que opera una gente que jamás fallará en contra de él.
Encima de esto, Chacumbele dio otra orden a la alcaldesa. Debe «rectificar» el decreto de expropiación porque el plazo de cinco años que dio la Alcaldía para que Polar mude sus instalaciones «es demasiado largo».
Considera el municipalista y constitucionalista, experto en ordenamiento territorial, que oficia desde Miraflores, que «seis meses» son suficientes. Y mientras el diligente Jaua tomaba notas con tal fin, Chacumbele amenazó a la alcaldesa con hacer él mismo el decreto si ella no se pone las pilas.
Más allá de los efectos prácticos que pudieran derivarse de este despliegue de arrogancia y abuso de poder, hay que tener en cuenta que Chacumbele está en campaña electoral y que actos y discursos de este tipo deben ser inscritos dentro de ese marco. Chacumbele está haciendo esfuerzos desesperados, que lo pueden llevar a cometer cualquier locura, para ponerle un torniquete al deshilachamiento incontenible que vive su movimiento y su electorado. Repite el disco rayado del discurso polarizador. Pero once años después hay demasiada gente que antes le creyó y ahora lo oye con sorna. Muchos de quienes al principio le creyeron que los males del país se debían a las «cúpulas podridas» y a la «oligarquía», ahora, sin reivindicar el pasado, descubren, asombrados y decepcionados, que más podridas son las cúpulas de ahora y que Chacumbele y sus acólitos constituyen una oligarquía más voraz y depredadora que cualquiera de las que haya sufrido este país en toda su historia. El hablador de tonterías que siempre fue, ya no se puede disimular más detrás de la fachada autoritaria y autocrática. Va palo abajo y él lo sabe. De allí la loqueadera.