Sin efectivo ni tapabocas: el rostro del personal de salud que lucha contra el covid-19
Sin ningún tipo de insumos para prevenir el contagio, el personal de salud exponen diariamente sus vidas pues son los primeros que entran en contacto con las personas que padecen el coronavirus
Autores: Luna Perdomo / Orianny Granado
En medio de la pandemia por covid-19 en Venezuela existe un sector muy vulnerable al que no se le ha dado prioridad, y quienes siguen siendo los primero en la línea de defensa para enfrentar al coronavirus. Se trata de los trabajadores de la salud, quienes han acudido a la improvisación no solo para continuar cumpliendo con sus labores, sino para protegerse en medio de esta situación.
Pese a todas las dificultades, nada los detiene en su intensión de cumplir con su labor. Así ocurre en el Hospital Vargas de Caracas, donde gran parte de los trabajadores no ha recibido dotación ni siquiera de tapabocas, por lo que han tenido que recurrir a la fabricación de uno de sus tantos implementos de trabajo, usando trapos viejos o telas que tenían guardadas en casa.
Estos mismos tapabocas los acompañan no solo las jornadas completas, sino que también son usados durante el traslado desde y hacia sus casas: ese con el que todo el día atendieron al personal y desinfectaron áreas es el mismo que los acompañará al día siguiente.
Así ocurre en la mayoría de los casos, pues solo el personal que labora en las áreas críticas había sido dotado diariamente con tapabocas desechables, según aclara Teresa Cárdenas, trabajadora del centro de salud.
Pero en medio de la cuarentena esta no es la única traba que tiene todo el personal de salud, pues tampoco cuentan con suficiente efectivo para movilizarse hasta sus centros de trabajo, y los que tienen vehículo particular tienen que lidiar con las interminables colas para surtir gasolina, esto según el terminal de su número de placa.
Es por ello que tanto las camareras como aseadores acordaron trabajar una semana sí y una no, cambiando por completo su jornada habitual. Lo mismo ocurre con el sector administrativo. Estos cambios no fueron aprobados para el personal de enfermería, quienes sí tienen que ir todos los días hasta el hospital, resolviendo por sus propios medios el costo del pasaje, el efectivo y la llegada puntual, sino corren el riesgo de ser sancionados.
Así lo explica Cárdenas, quien denunció que la mañana del 22 de abril la adjunta a la dirección de enfermería devolvió a cuatro enfermeras que fuera de Caracas por haber llegado un poco más tarde del horario establecido. Entre ellas se encontraba una señora mayor que usa un bastón para desplazarse.
El transporte es el problema
El personal obrero, de enfermería y de seguridad del Hospital José Ignacio Baldó, mejor conocido como El Algodonal, se dividió en dos grupos y trabajan por guardias semanas completas. Los de recursos humanos van los lunes, miércoles y viernes, días que utilizan para hacer la nómina. Los empleados administrativos se reincorporarán cuando termine la cuarentena porque están de permiso desde que inició el aislamiento el 16 de marzo pasado.
Camareras, camilleros, cocineros, morgueros y empleados de seguridad se subdividieron el trabajo en tres turnos: mañana, tarde y noche. El turno nocturno, a su vez, tiene dos grupos: trabajan una noche y libran dos.
El Algodonal es uno de los centros destinados a recibir pacientes positivos a covid-19 y sus trabajadores están dispuestos a cumplir con sus labores, pero su mayor inquietud radica en el mal servicio del transporte y la escasez de efectivo.
«El personal de salud ya no tiene efectivo (para el pasaje), no contamos con transporte ni con alguien que nos traslade a la institución porque es un hospital retirado», detalla Mayerling Méndez, dirigente del sindicato, quién pertenece al área de cirugía del hospital Simón Bolívar (de adultos).
En este centro médico los insumos siguen siendo escasos. «Donde están los pacientes con coronavirus (maternidad Herrera Vegas) sí llegan los kits y dotan al personal de salud, desde las camareras hasta los médicos reciben los insumos adecuados para atender a los pacientes», cuenta Méndez. Sin embargo, resalta que el único personal de salud que no recibe tapabocas ni guantes es el de seguridad ni el de limpieza. «A ellos les he conseguido tapabocas por donaciones», revela.
Mayerling Méndez también explica que tras la llegada del coronavirus los han dotado de insumos de limpieza: «No es que llega una gran cantidad, pero sí como para mantener el área donde están los pacientes con covid-19 desinfectada. Suministran cloro y desinfectante».
No obstante, en los otros hospitales que forman parte del complejo José Ignacio Baldó, como el Luisa Cáceres de Arismendi (pediatría) y el Simón Bolívar (de adultos), los tapabocas y los materiales de limpieza siguen brillando por su ausencia.
A pesar de que el personal de El Algodonal lidia de frente con la pandemia del coronavirus, la falta de agua es otro de los problemas que deben enfrentar en medio de una enfermedad que se combate, primero que nada, con el lavado constante de las manos. «El suministro de agua no funciona, el Ministerio de Salud le facilitó al director unos tanques azules y son los que se llenan. En los baños de los pacientes hay pipotes, botellas de refresco de dos litros y potes de agua mineral de cinco litros», indica Méndez.
Y para colmo, incendios. Antes de la quema de las áreas verdes del hospital ocurrida dos semanas atrás, había especialidades que funcionaban con normalidad como área de tórax, neumonología de damas y caballeros, donde incluso había pacientes hospitalizados; pero tras las afectaciones por las quemas, estos tuvieron que ser trasladados al hospital Miguel Pérez Carreño y al Clínico Universitario.
URGENTE/URGENTE/ Incendio Forestal en Hospital Dr José Ignacio Baldo (Algodonal) el llamado es a Las autoridades, es un Centro Salud Centinela, y su especialidad son enfermedades Respiratorias y Pediátricas. #LiberenARubenGonzalez pic.twitter.com/mD3MqUsWpO
— Pablo Zambrano (@pzl17) April 11, 2020
Tras el control del fuego, las camareras y enfermeras del ambulatorio fueron distribuidas entre el hospital Simón Bolívar y el Luisa Cáceres de Arismendi, donde también había niños recluidos, pero estos espacios fueron cerrados por pocos días.
El martes 14 de abril los pacientes fueron retornados al José Ignacio Baldó mientras los trabajadores continuaban las labores de limpieza de los espacios. Hasta esta fecha, el número de pacientes hospitalizados por coronavirus es de cuatro, dos en condiciones estables y los otros más delicados.
Emergencia doble en Los Magallanes
«Los vigilantes y porteros estamos más expuestos al coronavirus por ser el primer choque con el paciente. Estamos en las puertas de las emergencias recibiendo todo tipo de patologías. Por órdenes de los médicos tenemos que interrogarlos para poder dejarlos pasar; entonces, si tiene tos, estornuda, fiebre, asfixia respiratoria, tenemos que mandarlo por triaje de coronavirus, pero no tenemos cómo resguardarnos porque no nos han dado tapabocas; los que tenemos los estamos haciendo en el hospital«, relata angustiado Daniel Hernández, vigilante del hospital José Gregorio Hernández, en Los Magallanes de Catia.
Con máquinas de coser, material desechable, dos costureras y el resto del personal de lencería, confeccionan tapabocas para distribuir entre sus compañeros y subsanar algunas deficiencias del lugar. Pero la iniciativa es insuficiente.
No obstante, Hernández condena que al centro médico no hayan llegado los kits de limpieza con coletos, cepillos, destapadores de poceta, palas y guantes de hule que envió al país la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Asimismo, ve con preocupación que tampoco han enviado gel antibacterial «porque supuestamente no hay», pero indica: «Sí nos han dado hipoclorito con bastante agua para lavarnos las manos porque eso es lo que quita la bacteria».
En un mensaje de WhatsApp que le envío a Daniel Hernández un trabajador de la administración del hospital se lee: «Recibimos dotación de guantes, lentes, 200 pruebas rápidas, cuatro tiras de mascarillas, cloro y jabón líquido para personal de triaje de pacientes sintomáticos respiratorios». Sin embargo, en el José Gregorio Hernández los recursos siguen siendo escasos y las condiciones precarias, por lo que el personal de salud no solo está en plan de contingencia por la covid-19, sino también de emergencia por la situación de la salud en todo el país antes del coronavirus.
Enfermeras, ascensoristas, camilleros, informadores, vigilantes y el resto del personal obrero del hospital de Los Magallanes se dividieron en grupos de trabajo por el coronavirus: un grupo trabaja siete días continuos, mientras el otro equipo descansa y así se intercambian semana tras semana en los turnos de la mañana y de la tarde. La dinámica es diferente en el turno nocturno: se trabaja una noche y descansan tres.
Agua un solo día en la semana. Al hospital de Los Magallanes de Catia el agua por tubería solo llega los días jueves. El resto de la semana la Alcaldía de Caracas surte cuatro tanques con cisternas: dos de emergencia y dos de triaje de coronavirus. Hasta hace un año, el servicio era más estable porque se surtían del depósito subterráneo con una bomba, pero esta se hundió en el tanque y se perdió. En la actualidad se está construyendo otro tanque, pero la obra lleva, más o menos, 50% de adelanto.
«Secuestrados por falta de efectivo, escasez de transporte y carnet de circulación en Catia». Así resume Daniel Hernández la situación de movilidad en su parroquia. El vigilante de Los Magallanes asegura que gran parte de los trabajadores del hospital se les está dificultando el traslado por la ausencia de efectivo. Hernández vive en Catia, relativamente cerca del centro médico, y aún así debe tomar dos carros para llegar, pero hay obreros que van desde Caricuao y otros que viven fuera de Caracas.
«Yo vivo en una parte de adentro de Catia, son 10.000 bolívares (de pasaje) hasta la avenida más Bs. 10.000 hasta el hospital, pero no es por la cantidad; es que no los tengo porque los salarios son miserables: 450.000 bolívares más los descuentos de ley«, explica el trabajador para afirmar que los obreros del hospital José Gregorio Hernández y todos los empleados del sector salud «trabajamos ad honorem».
Como los bancos no están prestando servicio, Daniel Hernández y otros compañeros de labores acuden a quienes venden efectivo para poder conseguir al menos para los pasajes, pero el cambio no es rentable porque el porcentaje varía entre 40% y 50% de lo requerido. «¿Cómo hacemos si cobramos 450.000 bolívares?, ¿qué comemos?, ¿con qué compramos los productos de higiene?», son algunas de las interrogantes que en estos días de cuarentena agobian los pensamientos de este vigilante del hospital de Los Magallanes.
Pese a todas las vicisitudes, la convicción de trabajadores y obreros hospitalarios sigue intacta. Su intensión de sacar adelante un sistema de salud derruido que a duras penas brinda respuesta a los ciudadanos más necesitados es el pilar que mantiene una salud pública fuertemente amenazada por situaciones que van más allá de la pandemia.
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