Sin embargo, se mueve, por Simón García
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El acuerdo que condujo a la designación de un nuevo CNE, con participación de sectores del G4, la mesita y el oficialismo disparó los impulsos hacia un nuevo escenario. Atrás quedó el cese de la usurpación y el «con Maduro no se negocia». Todos los contrincantes buscan entrar en un nuevo aparato de partida hacia las elecciones.
Juan Guaidó y VP se sumaron, con la prisa necesaria para descontar su retardo, a una tendencia que comienza a presagiar una nueva mayoría. El plan de Salvación Nacional, al margen de reparos que tendrán su momento para procesarlos, debe apoyarse con fuerza porque es la integración de estos actores a un camino, accidentado y contradictorio, de entendimiento.
Todos los contendores partidistas, institucionales y sociales ajustan sus expectativas a la posibilidad de abrir soluciones políticas, pacíficas y negociadas. El ensayo para verificar las intenciones reales de cada participante son las elecciones regionales y locales. Su diseño pondrá a prueba la disposición del grupo dominante para abandonar su propósito de perpetuarse en el poder a la fuerza y el de la oposición para sustituir la fracasada estrategia de derrocar al gobierno por la violencia.
No es aún el cisne negro, pero se le parece. Arribamos sorpresivamente al punto de mayor aproximación entre:
1) Las fracciones de la oposición, con excepción de MCM, se concentran en luchar por las mejores condiciones posibles para elecciones transparentes y voto libre. La diferencia está en por cual elección comenzar.
2) La conducta diplomática y de flexibilización de sanciones ante liberalización del gobierno por parte de la comunidad internacional.
3) La significativa propensión de la población a considerar su retorno al voto.
4) Los esfuerzos por mantener la unidad del G4 ante la insostenibilidad de un poder dual simbólico, al borde de quedar fuera de servicio en materia de relación con la sociedad.
5) Ciudadanos que se convencen de que la abstención no paga.
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La descomposición de la situación y el agravamiento de la crisis está acabando con la sociedad, con el Estado, con el mercado, el gobierno y la oposición. Para salir del túnel autoritario y poner fin a la destrucción de país y acceso al futuro es necesario que las dos minorías que pugnan por el poder metan el hombro para cambiar rivalidad por cooperación y empujar en una misma dirección. Ninguno de estos dos campos, ambos divorciados de las necesidades de las mayorías, asegura por sí solo, la reconstrucción del país con estabilidad.
Todos los actores están moviéndose de la defensa de sus posiciones a la defensa de sus intereses y de los esquemas rígidos a la mejor adaptación posible para detener el deterioro de sus bases de apoyo y resolver sus contradicciones internas. Se están delineando, aún vagamente, factores reformadores en la oposición y en el gobierno.
El éxito del país exige que la oposición recomponga con la mayor unidad posible su estrategia, su dirección más colectiva y su retorno a la relación con la gente.
Dejar de lado la ilusión de que participar asegura triunfar y la idea vanguardista de que excluyendo se puede avanzar más. Nadie sobra cuando el país nos necesita a todos.
Simón García es analista político. Cofundador del MAS.
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