Sin institucionalidad no hay prosperidad, por Stalin González

El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha alertado nuevamente sobre el rumbo de la economía nacional. Según su más reciente informe «Perspectiva Económica Mundial», la inflación en Venezuela podría cerrar 2025 con un 269,9%, y dispararse hasta más del 600% en 2026. A su vez, el crecimiento económico, que apenas alcanzaría un 0,5% en 2025, se transformaría en una contracción del 3% el año venidero. Estos datos no son simples proyecciones: son el reflejo de un país sin rumbo, sin políticas sostenidas y sin confianza. ¿Y qué obtenemos a cambio? Una economía con signos de agotamiento, estancamiento y fragilidad estructural.
El régimen proclamó a inicios de año que 2024 fue un año de «crecimiento», como si un leve repunte fuera sinónimo de prosperidad. Un año con un crecimiento medio no puede revertir más de una década de crisis profunda.
Las estadísticas pueden ser maquilladas, pero no pueden ocultar la precariedad diaria del venezolano, ni el deterioro del salario, ni la pérdida constante del poder adquisitivo. Crecer de verdad no es ver algunos sectores económicos moverse: es que la gente viva mejor, que pueda comer bien, acceder a servicios públicos de calidad, tener un empleo digno y proyectar su vida con esperanza.
El país necesita décadas de crecimiento alto, continuo y sostenido para salir del colapso económico al que fue llevado por las malas decisiones, la corrupción y la ausencia total de planificación. Pero eso no será posible mientras sigamos atrapados en el mismo ciclo político y económico, donde la improvisación sustituye al trabajo serio y donde las instituciones son tratadas como extensiones del poder político. Ninguna economía puede prosperar si no hay respeto a la ley, si las reglas cambian constantemente o si la propiedad privada y la libre iniciativa están sometidas al control del gobierno.
No hay forma de hacer crecimiento sostenible en el largo plazo sin institucionalidad, sin separación de poderes, sin respeto a la Constitución. Tampoco es posible mientras la persecución política siga siendo la respuesta ante la crítica, y mientras la opinión distinta sea vista como amenaza. La estabilidad económica comienza con la estabilidad institucional. La confianza se construye con hechos: con transparencia, con trabajo. El crecimiento se logra con diálogo, consensos y respeto al que piensa diferente.
Venezuela necesita una verdadera transformación que sitúe al ciudadano en el centro de las decisiones. Que promueva políticas que impulsen la productividad nacional, incentiven la inversión y permitan recuperar el poder adquisitivo.
Es necesario fortalecer el aparato productivo interno, reactivar la industria y el campo, abrir espacios para la iniciativa privada y reducir la dependencia de las importaciones. No habrá desarrollo si seguimos asfixiando al sector productivo con burocracia y arbitrariedad.
El cambio económico que el país necesita solo será posible con un cambio político real. No se trata de simples reformas, sino de reconstruir las bases del Estado moderno, de recuperar la confianza perdida, de volver a creer en las instituciones. Los venezolanos merecemos un país donde el esfuerzo tenga recompensa, donde el trabajo digno sea suficiente para vivir bien, donde el progreso no sea privilegio de unos pocos. Porque al final, el verdadero crecimiento no se mide en porcentajes ni en discursos, se prueba en la capacidad de ofrecer bienestar, justicia y dignidad a toda una nación.
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Stalin González es político, abogado y dirigente nacional del partido Un Nuevo Tiempo
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