Sin Lula alguna, por Teodoro Petkoff
Con una fuerza tranquila, sin estridencias ni desplantes, administrador certero de palabras que no improvisa, firmemente asentado en sus convicciones de luchador social profundamente comprometido con la causa de los humildes y con el claro talante democrático de quien sabe que la solidez y viabilidad de los cambios que propone sólo son posibles construyendo consensos y acuerdos sociales y políticos –pasó Lula por aquí.
En apenas ocho meses, el ex obrero metalúrgico paulista ha adquirido una estatura de estadista mundial. Lula se encuentra a la cabeza de un interesante e intenso programa de reformas económicas, sociales e institucionales en su gigantesco país, conducido desde la perspectiva de una izquierda que no renuncia a serlo pero que se reinventa para hacer frente a los desafíos del complejo mundo de hoy, que mal pueden ser atendidos con las simplezas y el infantilismo de la izquierda borbónica, esa que ni olvida ni aprende.
Poco antes de su elección, consignamos en nuestro editorial del 4 de octubre de 2002 que “si Lula y el PT logran contener el inevitable radicalismo pueril de la ultraizquierda –que tanto daño hizo a Allende–, y si la derecha brasileña reacciona con madurez y serenidad y no con la estúpida cerrazón de algunos sectores que confunden sus obscenos privilegios nada menos que con La Libertad y se niegan a toda reforma civilizadora, un gobierno de izquierda moderna en Brasil sin duda que alterará para bien las coordenadas de la política continental”. Por ese camino marcha, neutralizando a los extremismos y uniendo a su pueblo en torno a los objetivos de un proyecto nacional de reforma social, construyendo, para ello acuerdos hacia el centro y hacia su derecha, precisamente para no permitir que la izquierda reformadora se autoaísle. Frente al ALCA su postura es clara y empata con la de Cardoso, porque no cree que la historia comienza con él y sabe bien que el futuro se construye con ladrillos que vienen de atrás.
Brasil no acepta una Ley del Embudo, mas no elude el reto de discutir un acuerdo con el poderoso vecino del Norte, pero racional y equilibrado, sin mengua de los intereses nacionales de los países más débiles. En el horizonte integracionista de Brasil está el encuentro de Mercosur con la CAN completa, no con pedazos de ella.
Con respecto a la situación venezolana, el gobierno brasileño, coordinador del Grupo de Amigos, ha sido diáfano y mesurado. Las aprensiones que rodearon su triunfo, en algunos sectores atrasados o poco informados de nuestra comarca, se van disipando, evidenciando la profundidad de su ignorancia y la desmesura de sus prejuicios. Lula ha ratificado la que ha venido siendo la política del Estado brasileño respecto de nuestro país en la presente coyuntura. Su gobierno no se inmiscuye pero su cancillería está atenta y la visita de Lula fortalece la percepción del papel clave que juega Brasil en el Grupo de Amigos.
Su apuesta es democrática y anti-golpista. Su mensaje ha sido simple como un clavo: si se cumplen los requisitos, la Constitución ordena el referéndum.
No hay vueltas que darle.
Obrigado, companheiro.