Sin pausa y contundentemente, vamos a marchar, por Pedro Luis Echeverría
Lo que podría haber sido impensable unos años atrás, cuando el proyecto de dominación del régimen se fundamentaba, en buena medida, en el aislamiento de un importante segmento de la sociedad civil, en su reclusión a un estado de oposición permanente y en construirles la aureola de una imposible alternativa de poder, pasó a ser, en lo sucesivo, la mejor salida posible ante las difíciles circunstancias en que se encuentra el país.
La conflictividad social que padecemos muestra la magnitud del problema que afronta el gobierno y que solo puede resolverse con la salida definitiva de sus dirigentes y la radical eliminación del modelo socio-político que ha venido tratando de imponer. La quiebra de los servicios sociales, la marginación, el desempleo, el engaño, la forma perversa en que se presentan las esperanzas de redención en tiempos de desintegración social, el desmoronamiento político de Maduro y su gobierno y el rechazo multitudinario de la comunidad internacional, han determinado que la otrora adhesión al régimen muestre un inexorable descenso.
El modelo del régimen ya no se percibe como una alternativa para la cohesión social sino más bien como un factor de exclusión y segregación dentro de la sociedad venezolana. Representa, para el ciudadano común, un fracaso más que no le compensa el castigo sufrido por las fracturas sociales y la pérdida de status que ha sufrido desde hace veinte años.
Ese ciudadano finalmente ha entendido que es moralmente inaceptable que un proceso de inclusión como el que preconiza el gobierno se fundamente en la exclusión ajena y se pretenda clasificar a las personas e instituciones en dignas e indignas, dependiendo del grado de adhesión y lealtad con el felón de Miraflores.
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La posibilidad que tiene la disidencia, el próximo 16 de noviembre, de ejercer democráticamente en el espacio físico de las calles de nuestras ciudades el derecho de proponer una nueva alternativa para conducir los destinos de la Nación, avanza sostenidamente. Los tiempos de estancamiento político, de destrucción de la economía, de impunidad y corruptelas, de amenazas contra la seguridad comunitaria, de la invasión sistemática de extranjeros en instituciones fundamentales de la República y la inclemente represión gubernamental a las ideas y valores modernizadores, han edificado, en la conciencia de la sociedad civil venezolana, la necesidad de establecer un conjunto de valores alternativos a los que preconizan quiénes asaltaron el poder desde 1992.
El profundo deterioro del ambiente político, económico y social y la voluntad colectiva de cambio, hacen propicio el momento para establecer las bases de una transición política hacia una nueva forma de gobierno, poner sobre la mesa una revisión de todo lo acontecido hasta ahora, examinar la caducidad del sistema operante, la falsedad de los fundamentos mismos del Socialismo del siglo XXI y el fortalecimiento de la tradición venezolana diferenciada del marxismo. En fin, una obligada rectificación a la deformación operada en los valores de nuestra sociedad, después de tantos años de opresión y vesania.
Recuperada, como está, la autoestima de la disidencia nacional y propiciada, la capacidad para participar activamente en la orientación del país, se abre una brillante oportunidad para reafirmar los valores de libertad e igualdad de los seres humanos, su dimensión universal y la pluralidad que el gobierno, que inexorablemente llega a su fin, sistemática y perversamente ha desconocido.
El 16 de noviembre de 2019, debería marcar el inicio de una nueva etapa en el devenir político de nuestro país, por ello todos debemos acudir masiva y decididamente a expresar, con nuestra activa presencia, nuestra abrumadora decisión de ponerle término al más desastroso gobierno que ha tenido la República y ofrecer nuestro respaldo a las decisiones y acciones que adopten la Asamblea Nacional y su presidente.