Sine Honoris Causa, por Alejandro Oropeza G.
Twitter: @oropezag
Los laberintos de la Universidad Bicentenaria de Aragua & Co…
“…la sensación de vergüenza y bochorno que me invade al enterarme
por publicación de la prensa de Venezuela que la Universidad Bicentenaria de Aragua
–de la que Florida Global es parte– acaba de conceder doctorado “honoris causa”
al ciudadano Freddy Bernal cuya trayectoria académica es desconocida…”.
Prof. Adolfo Salgueiro: Carta abierta al Dr. José Gerardo Guarisma Jr.
Presidente-Canciller de la Florida Global University. Feb. 2022.
No ha dejado de sorprender, nunca se pierde dicha capacidad, que la Universidad Bicentenaria de Aragua (UBA) haya conferido un doctorado honoris causa a Freddy Bernal. Ciertamente, la comunidad nacional, al menos la reflexiva y responsable, ha reaccionado cuestionando tal decisión; acompañada por un unánime rechazo del mundo académico en Venezuela y fuera de ella. Las preguntas y cuestionamientos, tratan de encontrar el sustento que soporte y justifique la decisión de la UBA: ¿qué atributos y trayectoria académica posee el ciudadano conferido? ¿cuáles han sido las investigaciones ejecutadas por el homenajeado que se reconocen como palmario aporte al conocimiento? ¿en dónde podemos consultar sus publicaciones: artículos en revistas académicas, libros, capítulos en compilaciones, Etc.? ¿qué contribución destacada humanística, académica, científica, social o cultural ha dado en su vida Bernal, a la sociedad venezolana y mundial que justifique tal “honor”?
Al no encontrar respuesta a estas preguntas lógicas, pues deviene entonces la reacción de la propia sociedad y del sector académico serio del país y de América Latina, que rechaza la burla académica que ensucia la institución del “Honoris Causa”; máxima expresión del reconocimiento de la milenaria institución de la Universidad a los hombres y mujeres destacados de todos los tiempos.
A mi paso por la Universidad Simón Bolívar de Caracas, tuve la oportunidad de asistir al otorgamiento solemne de varios doctorados Honoris Causa, entre ellos el del israelí Shimon Peres; muy emotivo fue el acto para conferirlo a José Antonio Abreu; íntimo y ameno cuando mi querida y recordada Luisa Richter lo recibe en el marco de la conmemoración del 40 aniversario de la Universidad; también han merecido el excelso honor académico: Mario Vargas Llosa, Sofía Ímber, Carlos Cruz-Diez y el poeta Rafael Cadenas, entre otras relevantes personalidades. Estos nombres, por sí solos, justifican el reconocimiento académico.
Es decir, no caben las preguntas, no emergen las dudas: ¿y qué ha hecho un tal Mario Vargas Llosa para merecer un Doctorado Honoris Causa, dónde esta su obra? ¿quién es ese Carlos Cruz-Diez, que ahora sale la Universidad Simón Bolívar a homenajearlo? Queda claro en el ejemplo la pertinencia del honor y, la impertinencia de lo contrario, lo que queda atestiguado por las preguntas sin respuestas que se plantean en el caso de Bernal.
Mi muy querido amigo y recordado Heinz Sonntag, eximio y honesto académico, en nuestros afanes y recorridos en labores del Observatorio Hannah Arendt; cuando nos disponíamos a crear el “Premio Hannah Arendt por la Paz y la Tolerancia” apuntaba que, cuando una institución reconoce y homenajea a un tercero, tal acción supone simultáneamente, el reconocimiento propio que refleja en la institución tal acto. Algo así como: “sois semejantes a quienes homenajeáis”. Cuando, regresando al caso de los Honoris Causa otorgados por la Universidad Simón Bolívar, la propia Universidad al conferirlos se investía del honor de los reconocidos, incorporaba a su seno académico a estas personalidades, inscribía sus trayectorias memorables a la historia propia de la institución, al proteger su legado para las generaciones por venir.
En fin, compartía e intercambiaba el honor dado por el honor recibido, se fusionaban simbólicamente en un reconocimiento que trasciende el tiempo. Salvaguardamos y reconocemos en la Universidad el honor que conferimos a los grandes de nuestros días.
Entonces, las universidades depositan en sus alforjas del tiempo el honor de quienes reconoce, para protegerlo y mantenerlo vivo y presente eternamente. Las universidades son expresión de sus actos, configuran su espíritu y soportan su excelencia con base a quienes conforman el “panteón” particular de los honores otorgados. La USB, por ejemplo, junto con muchas otras en Venezuela (a pesar de la adversa e injustificable situación crítica actual), construye su presencia académica social nacional y mundial con base al cumplimiento de su misión, que es la formación de profesionales al más alto nivel; y, complementa tal objetivo, con la asimilación de espíritus inmortales, de labores que son hechas propias a través del honor de recibirlos en la casa académica, de aplaudirles en esos solemnes y protocolares actos públicos en donde todos, vestidos con la “ancestralidad” de la tradición, nos reconocemos en aquella labor imperecedera.
De esta manera cabe concluir que, la UBA se reconoce y soporta su perspectiva histórica, su trascendencia como institución académica, en la “obra” de Bernal. Su reflejo honorífico para consigo misma, a través del reconocimiento del otro, se soporta en los aportes y contribuciones que Bernal ha hecho al país y al mundo a través de su vida y acciones. Quizás por eso es que esta decisión conmociona a propios y extraños.
Sólo me imagino lo que muchos de los egresados de esta casa de estudios pensarán de esta circunstancia; qué de sus estudiantes actuales, de los docentes e investigadores. Dice el refrán que es muy difícil recoger el agua derramada. Pero, aún cuando todo lo que digamos sea cierto o bien, pensemos que lo sea, se debe tratar de encontrar, de imaginar las razones de las autoridades universitarias para justificar, puertas adentro, la decisión.
Los intereses, que sustentaron la razón que, como ya se ha expuesto, no fueron académicos ni de evaluación de contribuciones sociales reconocibles, al menos desde una perspectiva abierta y lógica, para buena parte de la audiencia, ¿cuáles fueron?
Otro elemento que me llamó poderosamente la atención fue la notada exigua asistencia al acto ¿Por qué? Quizás por el tema covid, cabría pensar. Pero, lo cierto es que esta gente no se anda con muchos remilgos a la hora de proclamar Urbit et orbi su opulenta soberbia. Lo lógico es que el claustro académico de la institución reconozca y se reconozca en el recién investido Doctor Honoris Causa, que lo aplauda y lo reciba en su seno como uno más de ellos ¿Será que se temía, que las autoridades de esa universidad y el ilustre nuevo doctor recelaban que no fuese así, en un acto masivo realizado en la UBA? Es más, valdría saber quiénes eran esos “entogados”, además del Rector, que asisten al acto.
Muchas reacciones han surgido dentro y fuera de Venezuela, leímos la carta del ilustre profesor Adolfo Salgueiro, parte de la cual citamos en el epígrafe de esta entrega. Asimismo, el respetable profesor Román Duque Corredor, ha fijado su posición en contra de este sinsentido al cual califica como “crimen de lesa cultura”; y, en las redes sociales la reacción en contra de este acto ha sido contundente.
Definitivamente, la labor académica debe ser asumida con responsabilidad y con honorabilidad, con el sustento de las capacidades y del estudio. El quehacer educativo y formativo es un reto que se alimenta del estudio constante de sus docentes, de la investigación, del compromiso y la honestidad académica; hechos y acciones en las que confían las sociedades, la familia, los estudiantes e investigadores para capacitarse y prepararse para el futuro. La Universidad no puede ser entendida como una bodega de venta y trámite de títulos, sea cual sea el precio que se pague o la especie con la cual se transe; y, menos aún, para la venta y subasta de honores, lo cual ya descalifica de origen a los mismos.
*Lea también: Estigma y persecución, por Roberto Patiño
No escapa a la gran cantidad de comentarios hechos, la relación de la Universidad Bicentenaria de Aragua con otros institutos de educación superior fuera de Venezuela. Específicamente, con la Florida Global University – FGU con sede en la ciudad de Doral, Florida. La propia carta del Prof. Salgueiro hace referencia a esta relación al renunciar al Comité Académico del Politics Center Academy, al cual le invité personalmente a incorporarse, al lado de otros calificados y honorables académicos amigos de América Latina, todos los cuales abandonaron la institución previamente.
Hemos igualmente, leído un comunicado público emanado de esta última institución, la FGU, en el que afirma no poseer vínculos cercanos con la UBA y no ser parte de las “desiciones” (sic), así con esa “s”, tomadas. Sin embargo, se recuerda que buena parte de la oferta académica que se ofrecía a través de páginas web vinculadas o relacionadas con la FGU, hasta el viernes 18 de febrero al menos, procedían o eran impartidas, precisamente por la Universidad Bicentenaria de Aragua. Particularmente, colaboré activamente en la creación del Politics Center Academy de esa Universidad, la FGU; centro del cual fui Director Académico, responsabilidad de la cual me separé definitivamente en mayo del 2021.
En este lapso aprecié la cercana, abierta y pública colaboración académica entre ambas instituciones; no en pocas ocasiones saludé al Rector de la UBA Basilio Sánchez, que despachaba a la vista de todos, desde la sede de la FGU, por semanas. El tema de las sociedades financieras o comerciales que sostuvieren o tengan ambas instituciones o las familias propietarias ni las conozco ni me interesan.
Finalmente, lo relevante del punto es resaltar el afán mercenario de, afortunadamente, algunas instituciones académicas universitarias; en las cuales el objetivo y la visión de contribuir al desarrollo en las áreas de su atención, de la investigación, de la excelencia y el honor, quedan relegadas; siendo lo fundamental el afán de lucro, la inmediatez del ingreso monetario, el pacto flagrante que despoja a la institución de su auto-referencia, su dignidad y del cumplimiento de su rol en una sociedad. Aunado a esta triste realidad, ello se complementa con la explotación (sí, la explotación) profesional de los integrantes, sean estos docentes, investigadores, empleados, Etc. Es una alerta, dentro y fuera del país, del comportamiento de algunas instituciones pseudo académicas que apuestan inmisericordes al lucro fácil y rápido, al acuerdo, a la componenda, al otorgamiento de honores al mejor postor, independiente de la especie y procedencia con la cual se pague la tarifa. Una alerta de la vergüenza y la adulación que jamás tendrá justificación.
Al pasar los años, que siempre pasan; y, aún hoy mismo, sabremos reconocer y aplaudir el otorgamiento de los honoris causa; y, denunciar los reconocimientos sine honoris causa, en los cuales, en ambos casos, los actores se reconocen mutua y legítimamente en sus verdades.
Alejandro Oropeza G. es Doctor en Ciencia Política. Escritor. CEO del Center for Democracy and Citizenship Studies – CEDES / USA. Dtor. Ejecutivo de la ONG VENAMERICA / Miami. Dtor. General del Observatorio Hannah Arendt / Caracas
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo