Sinferry, por Alberto Lovera
Otro caso más de una empresa expropiada por el Estado que se hunde, sin metáfora en este caso de Conferry, cuya penúltima unidad naufraga en el Puerto de Guanta. Era una flota entre once y trece ferrys que prestaban servicio, ahora sólo queda una sola nave. En solo siete años lo que era una empresa operativa en manos privadas, con problemas ciertamente, ha terminado en estado ruinoso.
No es un caso excepcional. Igual están la mayoría de las empresas que tomó a su cargo el Estado, como ha aceptado finalmente el mandatario nacional, y cuya crónica ya la habían documentado varias investigaciones, entre otras: “Gestión en Rojo” de Obuchi, Abadí y Lira, Editorial IESA, 2012; la de Damián Prat, “Guayana: El milagro al revés”, Editorial Alfa, 2012; y la indagación de Transparencia Venezuela, “Empresas propiedad del Estado en Venezuela”, 2017, esta última no sólo nos muestra el mal desempeño de las más de 500 empresas estatales de nuestro país, sino que nos detallan lo que ha sucedido en los sectores de los lácteos, del café, del azúcar, eléctricas, siderúrgicas, del cemento, de la banca estatal y de Pdvsa.
Se repite un efecto del Rey Midas al revés, en vez de convertir todo lo que toca en oro, lo que pasa a manos del Estado en este régimen es sinónimo de ruina, incluso las empresas estatales que en su momento fueron exitosas, como Pdvsa o Edelca, para poner dos ejemplos emblemáticos.
Es el resultado de una gestión que ignora las reglas básicas de la economía y la administración, que hace caso omiso de sus requerimientos de operación, cuyas ineficiencias fueron escondidas a fuerza de un auxilio irresponsable del presupuesto público, que ya no está disponible.
Lo que todo esto muestra es que esta estatización de la economía no es sostenible. Que por alguna razón la mayoría de las sociedades optan por una economía mixta, donde el sector privado y estatal comparten la producción de bienes y servicios, pero además que en aquellas áreas donde el Estado interviene no puede ignorar las reglas básicas de la economía y la administración, algo que ha ignorado sistemáticamente el gobierno actual, porque apeló a financiar la ineficiencia con la plétora de petrodólares de que dispuso por un tiempo. Eso se acabó.
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El mal desempeño de las empresas estatales ya no se puede esconder. Hace falta un esquema de otro tipo donde la gestión de empresas públicas y privadas y otros tipos de emprendimientos que puedan asegurar la producción de bienes y servicios para satisfacer las necesidades de la población atendiendo a los requerimientos de competitividad y equidad, algo que no puede asegurar un funcionamiento de la economía que ignora sus leyes.
El cambio de modelo socio-económico y político es una necesidad porque ya no queda duda que este modelo estatista, como se ha demostrado en infinidad de ensayos fracasados, no puede ofrecer la satisfacción de las necesidades de la población.
La tendremos que generar a partir de nuestras capacidades y potencialidades internas, que las tenemos, pero hay que remover una cúpula en el poder que no tiene otro norte que perpetuarse. Hay que removerlos, pero con los mecanismos trabajosos y complicados de las soluciones democráticas. No vendrá de ilusas intervenciones externas ni de remover solamente a los actuales gobernantes. Hace falta otro modelo de administración de nuestro país sobre nuevas bases: a la vez competitiva y solidaria.
Para que en todos los sectores no nos encontremos que Conferry sea sustituido con Sinferry. Ni el pasado con tantas cosas que no queremos repetir, ni el presente tan lleno de algo que queremos ponerle fin. Un futuro donde la prosperidad pueda ser democratizada en un clima de libertad y equidad