Sobre ética y política, por Felix Arellano
Autor: Felix Arellano
Es un lugar común hablar de la crisis de la política y de los políticos en nuestro tiempo, una de sus expresiones es la antipolítica. La situación es más grave en los países con gobiernos autoritarios, como el proceso bolivariano, que han tornado la política en un proceso de mentir sistemáticamente. Entre los aspectos que comprende la crisis destaca su divorcio con los principios éticos, faceta que tiene raíces profundas, pues nos lleva a los origen de la modernidad; en particular, a las bases fundacionales de la ciencia política que se inscriben en el pensamiento de Nicolás Maquiavelo y su inmortal obra “El Príncipe” (1513).
Si dirigimos brevemente nuestra mirada a la historia observaremos que para los antiguos griegos la ética es la esencia de la política, ambas se dirigían hacia el bien; en este contexto resulta “un sinsentido la existencia de la política sin la ética, porque toda política, debe ser una ética en su desarrollo” (Serrano, A. 2016). Pero la situación cambia con la modernidad pues la política ahora se fundamenta sobre sus propios supuestos racionales y de maximización y no sobre los supuestos éticos que estuvieron en su origen. “El mundo moderno día a día se fue alejando cada vez más de los presupuestos morales en el quehacer político; cada día la política se transforma en un valor en sí mismo y no en algo subordinado y sustentado sobre los principios morales” (Serrano, A. 2016).
En el mundo moderno hacer política tiene que ver con lograr objetivos y, argumentos como: “el fin justifica los medios”, “la política es la continuación de la guerra por otros medios” (Claussewitz), “si vis pacem, para bellum” (“si quieres la paz prepárate para la guerra”); se han convertido en principios fundamentales de la acción política. Ahora bien, lo que podemos apreciar es que una política carente de fundamentos éticos arrastra al mundo a la deshumanización.
Una breve observación de la situación humana en el planeta, preocupación central de indicadores contemporáneos como el Índice del Desarrollo Humano de las Naciones Unidas, nos evidencian que los países que crecen en bienestar social, paz y convivencia, son aquellos que asignan especial atención a la fundamentación ética en su acción tanto interna, como internacional. Por el contrario, los gobiernos autoritarios, que usan la ética como falso discurso y en la práctica desarrollan la mentira y el autoritarismo; promueven pobreza y destrucción para perpetuarse en el poder.
También conviene destacar como se vincula un sólido sistema democrático, con un comportamiento internacional más pacífico y cooperativo. Al respecto, se puede apreciar que en los estudios sobre libertad, democracia, convivencia y bienestar tienden constantemente a ubicarse en los primeros lugares un grupo de países entre los que destacan los países nórdicos. Cooincidencialmente estos mismos países tienden a resaltar en diversos indicadores sociales como salud, educación, innovación e incluso en niveles de felicidad. Paradójicamente, no obstante que los indicadores y las realidades son tan contundentes, en nuestra región aún se rinde culto a los modelos autoritarios y al militarismo. Los radicalismos, con sus falsos y embaucadores discursos, siguen apasionando a los ingenuos.
Estamos conscientes que en un mundo tan heterogéneo, dinámico y complejo resulta difícil poder definir una base ética para la actuación política. Seria errado, tanto pretender homogenizar la diversidad y asumir un modelo único; como pretender justificar cualquier manifestación y asumir un relativismo extremo.
Por otra parte, pretender limitar a la prudencia como único principio ético valido en la política resulta insuficiente, no obstante que ser prudente en política representa un enorme avance para la paz y la convivencia.
En este contexto, y en el marco del centenario del nacimiento del Dr. Arístides Calvani, cabe resaltar su valioso esfuerzo por fundamentar su labor en la conducción de la política exterior venezolana durante los años 1969 a 1974, en principios éticos tales como: el bien común universal, la justicia social internacional, el pluralismo ideológico interno y externo y la solidaridad pluralista.
En el esfuerzo por construir una vinculación entre la política y la ética en tiempos de globalización, la brillante filosofa española Adela Cortina nos ofrece un aporte sustantivo y creativo al promover la tesis de: “la ética de mínimos globales o ética cívica transnacional”. Para que un creciente número de actores internacionales, puedan convivir en paz y puedan avanzar en el logro de sus objetivos, se requiere de la aceptación, el respeto y la aplicación un conjunto de mínimos éticos que tienen mucho que ver con el respeto a los derechos humanos.
Los grupos radicales y autoritarios promueven mínimos éticos y los derechos humanos cuando luchan por el poder, incluso utilizan todos los instrumentos de la institucionalidad multilateral para defender sus intereses. En su lucha por el poder la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos o el Tribunal Interamericano de los Derechos Humanos son fundamentales; luego, al tomar el poder, e iniciar su actuación autoritaria cargada de violaciones a los derechos humanos, todos esas instituciones son instrumentos del imperialismo.
Resulta fundamental desenmascarar y debatir el falso discurso de los movimientos radicales, populistas y autoritarios como el Foro Social de San Pablo o el proceso bolivariano, que manipulan el discurso para atraer y engañar ingenuos, siguiendo la tesis que una mentira repetida mil veces se trasforma en verdad. La grave situación venezolana de destrucción de la institucionalidad democrática y violación sistemática de los derechos humanos tiene que ser conocida y difundida como una nueva evidencia del falso discurso de los movimientos radicales que en la práctica rechazan los mínimos éticos por los límites que impone a su actuación arbitraria y autoritaria.
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