Sobre la unidad nacional (1), por Frank Payares

Autor: Frank E. Payares M.
Hasta hace muy poco hablé de “la oposición”, casi como reconociendo una estructura, política, dirigencia y posturas uniformes frente y contra al Gobierno. Lo hice porque así interpretaba a la MUD y así reconozco los esfuerzos de los partidos y líderes que la integraban; así reconozco sus exposiciones a un régimen que no se detenía, ni se detendrá, en penalizar, castigar, atropellar y eliminar la disidencia, tal como ocurre desde hace 100 años con toda dictadura, para sólo limitarme a los progenitores surgidos entre 1917 y 1918.
La MUD hizo esfuerzos para ser “la oposición” y, en algún momento lo logró y me convenció. Mi creencia estuvo respaldada por ese esfuerzo. Por eso, como muchos, sugería propuestas, criticaba errores y hasta le exigía soluciones. Sin percatarme había transformado a la MUD en un Mesías colectivo; en una creencia que superaba el terrible drama de un Mesías individual que ha copado nuestra historia republicana con crueldad, atraso y miseria; que en lugar de conducirnos por el desierto o cruzar El Jordán, nos encerraba y encierra, condenándonos en nuestro propio Paraíso pero transformado en Infierno.
Pero, un día me percaté que “la oposición” no existía, al menos no como yo lo creía: una propuesta de país; de un sistema político social, económico y nacional»
La MUD era, en mi creencia, una aspiración natural y legítima, por lo demás, de unos partidos que, también legítimamente, pelean más entre sí tratando de mantener la hegemonía de unos sobre otros, que produciendo estrategias o propuestas políticas o formas de organizaciones y articulaciones con la sociedad y sus naturales organizaciones.
Asistí a marchas, inhalé volúmenes de gases de lacrimógenas; corrí delante de militares; ayudé y convencí a otros y, aunque nunca compartí ni creí que de esas marchas sacaríamos a los dictadores, viví en medio de la ilusión que la dictadura tenía los días contados porque la gente estaba ávida en la calle y, sobre todo, porque deseaba que la dirigencia, en un momento mágico sacaría, cuál Melquíades macondiano, una estrategia política y por arte de esa magia, al día siguiente seríamos libres. Si esa ilusión no fue la que me vendieron, entonces yo me equivoqué y terminé comprándola. Si no me hicieron creer que la dictadura caería y los atajos tomados eran la ilusión, entonces fui yo el que me equivoqué y compré esa idea.
Hoy quiero rectificar frente a mí e iniciar la búsqueda de mi propia Libertad y, si en algo sirve esto, no he dejado de tener esperanza, ahora es mayor y me agradaría hacerlo junto con millones de venezolanos que aún crean en la Libertad y la Democracia. Sé que nadie lo hará por mí y mucho menos que lo haré solo. Seguiré respetando a los partidos porque son necesarios. Pero reflexionaré sobre la Unidad, apenas sugiero una regla: jugar limpio y remar al puerto de la Democracia, la Constitución y la Libertad.