Sobre la zulianidad, por Ángel R. Lombardi Boscán
Para mí querida madre, Lilia Boscán de Lombardi, andina de nacimiento; zuliana de corazón.
Me confieso un zuliano atípico. Pensaba que la celebración de la zulianidad tenía que ver con la exaltación de la gaita, el lago, el puente, la Virgen de la Chinita, el relámpago del Catatumbo, la portentosa riqueza petrolera que hay en nuestro subsuelo, o nuestra acendrada debilidad por una arepa tumba rancho, los pastelitos y las empanadas, además de un refrescante cepillado. Por otro lado, la zulianidad también está asociada a la frontera con Colombia, el contrabando, nuestros guajiros, Machiques y la ganadería; Cabimas y la Costa Oriental; Luis Aparicio y el beisbol; Rafael Urdaneta y la Batalla Naval del Lago, y naturalmente que también a nuestro tormentoso calor. Obviamente la “zulianidad” es la cara muy bien lavada de una ciudad-puerto que paradójicamente vive de espaldas a su mismo lago, y cuidado, hasta del mismo resto del “otro país”.
Y cuando digo bien lavada, no sólo intento ser provocador, sino también tocar la tecla dolorosa de una realidad que debemos atender mejor: la ciudad y sus habitantes. Hoy, por cierto, en éste oprobioso 2019, la ciudad de Maracaibo está completamente destruida por sus propios gobernantes. Algo inaudito en la historia de la ciudad que ya va por quinientos años de fundada.
Voy a puntualizar aún más esto, la zulianidad es la “memoria cultural”, conformada por las figuras simbólicas y los recuerdos convertidos en mitos. Mitos evocadores de una belleza ficticia. Para el zuliano promedio los mitos son el refugio compensatorio de una convivencia social disminuida y adversa, mientras que para las elites zulianas ha representado una propaganda conveniente que encubre su propia impericia.
Le debo al amigo Jesús Semprún la semblanza y las razones del porqué los 28 de enero de cada año a partir del 2002 se decretó el “Día de la Zulianidad”, algo que asumo que la mayoría de los zulianos ignoran.
El 28 de enero de 1821 nos pasamos al bando de Bolívar y los republicanos, porque antes fuimos partidarios de la monarquía. El decreto glorioso estableció hace 194 años: “Maracaibo libre, sin efusión de una gota de sangre”.
Yo le encuentro muchas virtudes y ventajas a que no haya habido un exceso en la efusión de sangre y la destrucción que toda guerra trae consigo. Aun así, esto no fue suficiente para calmar a las elites zulianas y sus historiadores. Un sentimiento de culpa les embargó y había que lavar ese gran pecado histórico. Un recurso fue el olvido, otro, la reinvención de la memoria bajo una lógica pragmática y acomodaticia alrededor del status quo prevaleciente desde Caracas. Porque uno de los grandes legados de Bolívar y la independencia fue la abolición del federalismo para imponer el centralismo, y esto fue una completa desgracia para los zulianos, la herida abierta por la cual respiramos hasta el día de hoy, ya sea de una forma consciente o inconsciente.
¿Por qué Maracaibo fue monárquica? Porque los de Caracas fueron republicanos, es más, si los de Caracas se hubiesen mantenido leales a Fernando VII estoy casi convencido que nuestros ancestros se hubiesen declarado partidarios de la ilustración y los vientos de cambio, de la revolución. Pero no fue así. La clave de todo éste contencioso es la rivalidad histórica entre dos provincias que se consideraron con el derecho de primar.
Director del Centro de Estudios Históricos de LUZ