Sobre las armas de fuego y la violencia, por Ángel Monagas
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La ola de violencia por las muertes y heridos por el uso de armas de fuego, parece no dar pausa en los Estados Unidos.
Lo sucedido recientemente en California debe llamarnos a la reflexión. 18 vidas humanas se perdieron. La pregunta es la misma, una y otra vez: ¿Qué se puede hacer para disminuir estas cifras?, ¿Será necesario con toda la técnica de mercadeo moderna impulsar una política de no violencia?, ¿Por qué no avanza una legislación que restrinja la adquisición de armas por parte de los particulares?
En este gran país, hay público para todo. Hay gente muy inteligente, muy pacífica y otros que ocultan resentimientos y padecimientos mentales, verdaderas «bombas» que, en cualquier momento, dada ciertas condiciones, estallan.
El aceleramiento de la vida, la carencia de relaciones sociales, contribuye a alimentarlos. Es necesario protegerse.
Los políticos
Siempre han tratado este tema como una contienda, como una batalla para ganar, al contrario, sea demócrata o republicano, y no buscando resolver el problema.
Dentro de cada tendencia hay sectores más radicales que otros.
Reviso las encuestas y me encuentro con que, en el año 2021, más de 48 mil ciudadanos de los Estados Unidos, murieron por el uso de armas de fuego, bien como atentados personales, suicidios, accidentes, etc.
No se trata de eliminar la adquisición de un arma de fuego. Eso no apunta bien, como ha pasado con otras situaciones. Los delincuentes siempre encontrarán la manera de armarse y ante esto, no niego que es necesario prepararse.
Lo que sí reviste urgencia es reducir los daños, las víctimas.
En los Estados Unidos, aunque resulte increíble es más fácil comprar un arma para cualquier persona, que comprar una bebida alcohólica.
Deben establecerse mecanismos que dificulten la compra y el uso de armas.
Cambio de cultura
En los países preocupados por este tema, se han dedicado más a atender los efectos y no las causas.
Los intereses económicos se esconden detrás, pues la industria de las armas es un negocio demasiado lucrativo. Por ello, no quiero caer en engaños. Producir armas es necesario, genera riqueza, empleos directos e indirectos.
Lo que planteamos es diversificar la producción, restringir la adquisición e impulsar desde las escuelas y comunidades una cultura de la no violencia.
Defenderse es un derecho inalienable. Matar es otra cosa.
Las redes, los juegos de videos promueven en demasía la cultura de la violencia, amén del ejemplo que los padres y representantes dan en sus hogares.
Los ataques de bullying son los mejores ejemplos de cómo la violencia, se ha apoderado de nuestros jóvenes y niños. La xenofobia en muchos países contra quienes emigran por miedo, también da muestras de un odio, que tarde o temprana, tendrá su efecto violento.
En los países desarrollados esta situación genera polémica, discusiones, a mi juicio muy pocas acciones. En Venezuela y otras naciones, no es ni siquiera un asunto de interés público, ni privado.
Peor aún, no hay una legislación que favorezca a las víctimas de los hechos de violencia por armas de fuego. Muchos jamás se recuperarán. Lo habló con propiedad porque mi familia ha vivido está situación y nuestras vidas cambiaron para siempre.
¿Cuántas personas más deben perder la vida antes de que los sectores políticos se dediquen a atender está compleja situación?
Muchos no le prestan atención a este problema, al erróneamente creen que nunca les afectará. Ojalá y sea así. Sin embargo, cuando sucede es que nos percatamos del vacío existente entre el daño producido y la intención de nuestros líderes en combatir su aparición.
Estos hechos no respetan ni edad ni clase social.
«El hombre es un lobo para el hombre» dijo el filósofo inglés del siglo XVIII Thomas Hobbes en su obra El Leviatán, para referirse a que el estado natural del hombre lo lleva a luchar continuamente contra su prójimo.
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