Sobre Messi, Álvarez y otras Anormalidades, por Fernando Mires
Twitter: @FernandoMiresOl
Estaba previsto. Había que evitar el primer gol y por eso los dos cuidaron su juego. No arriesgar demasiado, parecía ser la consigna.
Fogueados en diversas lides, los jugadores saben lo decisivo que es el primer gol en esos encuentros en donde no cuentan puntos sino solo el «ganas -o -te – vas». Es el gol psicológico. Si un cuadro lo recibe, no queda más alternativa que salir de las cavernas no platónicas y atacar con todo pues da lo mismo perder 6-0 que 1-0 . Si el rival es inteligente –y los argentinos, futbolísticamente lo son – el que ha metido el primer gol no se dejará arrinconar. Más bien aprovechará los vacíos que deja el adversario para intentar el contragolpe letal. Bien, Argentina cuenta con los jugadores precisos para dar ese contragolpe. Incluso es una de sus especialidades. El mismo penal a Álvarez (34) había sido el resultado de un ataque inesperado. Para realizarlos cuentan los argentinos con un esquema difícil de contrarrestar.
Salvo el arquero Martínez, el líbero Otamendi, y el mediocampista De Paul, no juegan a puesto fijo. Si uno mira la formación inicial, por ejemplo, se asombra de que no hay ni un puntero derecho ni uno izquierdo, y, sin embargo, las puntas están siempre ocupadas por alguien, de tal modo que los marcadores laterales del equipo contrario no saben a quién marcar. Los argentinos van rotando sus ubicaciones a lo largo del juego.
El eje de rotación es naturalmente «el factor Messi». Pero no se trata de un eje estático. Messi juega por todo el campo (contra Croacia lo vimos incluso defendiendo) y con sus movimientos va generando un orden «autopoiético» (creado por sí mismo) que los demás ya han aprendido a seguir. Por eso la comparación de «los dos petizos», o duelo de los dos 10, anunciado por los publicistas, estaba de más. Aparte de ser enanos y de llevar el 10 en la espalda, Modric y Messi no pueden ser más diferentes.
Modric es un gran jugador –no lo vamos a descubrir ahora – pero es normal. Messi, por el contrario, es anormal. Quiero decir, un genio. Nunca se sabe que está pasando por su cabeza, pero evidentemente tiene el plan de la cancha dibujado en la mente.
Modric es el enlace perfecto, un 10 clásico, y como ya no es tan joven, dos guardaespaldas lo cuidan (Kovaric y Brozovic). A Messi en cambio, no lo cuida nadie. Es un 10 que aparece en todas partes y, por si fuera poco, en sus ratos libres también hace de enlace. Un enlace dinámico, podríamos decir.
No. A Messi no hay que compararlo con nadie. Como ayer Pelé o Maradona, solo puede ser comparado consigo mismo.
Había que observar su rostro en el momento del penal (29). En otros partidos los había lanzado hacia la derecha, con pelota baja. Por algún reflejo condicionado, Livakovic estaba preparándose para lanzarse hacia la derecha. Pero Messi la tiró a la izquierda, por alto y con violencia desacostumbrada.
Del tercer gol argentino seguiremos hablando después del mundial. Messi por la punta derecha enfrentó a Jasko Gvardiol quien en Leipzig es considerado un «impasable». Pues bien, Messi lo dribleó dos veces (en cierto modo, lo toreó) y luego deslizó el centro ajustado para que la oportuna pata de Álvarez la metiera dentro.
Álvarez, en verdad, se está convirtiendo en el tercer pie de Messi. Pero a veces es solo Álvarez. El tercer gol (69) fue en un 90 por ciento, obra suya. El resto, obra de la suerte (la pelota rebotó en un pie contrario). Ese carrerón hizo recordar un gol de Maradona, cuando a punta de bolas le marcó a los ingleses corriendo desde muy atrás. Pero un tuitero me corrigió: más se parece a uno de Kempes en el mundial de Argentina de 1978, contra Holanda. Sí; tenía razón.
Un excelente cuadro, el argentino. Además, sabe aprender de sus fallas. Quizás esa derrota llena de errores cometidos frente a Arabia Saudita, fue necesaria. En ese momento los jugadores deben haber recordado lo que todo jugador profesional nunca debe olvidar. Que los partidos no se deciden por pergaminos sino a lo largo del partido, jugándose la vida minuto a minuto. Y eso, por cierto, lo saben hacer bien. De pronto da la impresión de que la superioridad argentina en el campo fuera numérica. O quizás la es: Messi siempre vale más que uno.
Independientemente del resultado que saldrá de la final, creo que ya podemos decir «este ha sido el mundial de Messi». No quería escribir, «lo merece». Pero ninguna otra frase en estos momentos es posible: Sí: lo merece.
Fernando Mires es (Prof. Dr.), Historiador y Cientista Político, Escritor, con incursiones en literatura, filosofía y fútbol. Fundador de la revista POLIS.
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo