Sociedad y equidad de género, por Gisela Ortega
Si bien el concepto de género no es una hipótesis acabada ni tampoco hay aprobación unánime en torno a ella, permite analizar la inclusión de las mujeres comparada con la de los hombres en la sociedad.
El género, es el encargado de establecer en las ciencias sociales, normas y leyes para una posterior relación entre individuos y seres vivos. Sin embargo, el concepto de estas pautas también ha sido modificado con diferentes intenciones, recreando malas praxis como la discriminación y el racismo y a partir de estas creando historias y relatos en los que se desarrollan nuevas condiciones para definir un género. En este orden de ideas se hace hincapié en la supremacía que tiene el género masculino sobre el género femenino, dado que en la historia, el sexo femenino ha sido oprimido por considerarlo el “Sexo débil” hasta el punto que existen creencias de que el hombre es quien debe decidir sobre el futuro y el desenvolvimiento de la mujer en la sociedad.
Esto, sin embargo, ha sido modificado con el tiempo, ya que el género femenino luego de tanta opresión ha levantado y desarrollado aptitudes para contrarrestar el dominio del sexo masculino a fin de generar ellas mismas su independencia de género, la defensa de la mujer hacia el hombre supone un mayor respeto hacia ese género, tratando de mantener un equilibrio confortable.
La palabra género, proviene del latín “genus”, que etimológicamente quiere decir, que es un término técnico específico en ciencias sociales, que se refiere al conjunto de características donde se distingue que cada sociedad asigna a hombres y mujeres. Cuando se habla de género se está remitiendo a una categoría relacional que significa correspondencia entre otras cosas o relativo a ella.
La Organización Mundial de la Salud –OMS-, es el organismo de las Naciones Unidas –ONU- especializado en gestionar políticas de prevención e intervención en salud a nivel mundial que se refiere a los roles socialmente construidos por la conducta, actividades y atributos que una sociedad pueda considerar proporcionando para hombres y mujeres en los términos generales que guarda relación con las cualidades o aspectos sociales.
El género es una construcción social y no de una separación de roles natural e inherente a la condición biológica de los sujetos que tienen unas características comunes como anatómico y fisiológico que estudia las funciones de los seres vivos.
La búsqueda de equilibrio social entre los sexos incorpora aspectos inéditos cuyo objetivo es configurar sociedades justas en la que estén presente los criterios éticos
Es necesaria la integración de la mujer en un contexto caracterizado por la revolución científico-tecnológica en marcha, una progresiva mundialización de los mercados y la competitividad basada cada vez más en la incorporación y difusión del progreso técnico.
Evaluando el escenario de las mujeres en este siglo XXI, podemos señalar los progresos de éstas en todos los aspectos del espacio público, que comprenden, entre otros, cambios en el mundo del trabajo, logros educativos, bajas notables de la fecundidad femenina, modificaciones de las relaciones familiares, y el avance importante aunque limitado, en materia de acceso a las tomas de decisiones.
No obstante, la mayoría de los hombres no participa en forma suficiente en el trabajo del hogar ni en el conjunto de las actividades de cuidado familiar no remuneradas que trae aparejadas la vida comunitaria y social, lo que se traduce en la consecuente concentración del quehacer doméstico en manos de las mujeres. Es por eso que la armonización del ámbito privado y público plantea desafíos en el campo de los valores y de los comportamientos, y requiere de políticas representativas que favorezcan la redistribución de las responsabilidades domésticas entre varones y mujeres.
Esto ha llevado a que en el ámbito institucional se hayan creado nuevas entidades, dentro del marco de complejos procesos de la reforma del Estado. Los cambios legislativos han dado origen a oportunidades y desafíos, especialmente en lo que se refiere al ejercicio integral de los derechos de las mujeres en un contexto democrático.
El examen de los avances y los retos se han entendido como un ejercicio de aprendizaje colectivo que comprende la identificación y difusión de las mejores prácticas. La estrategia de la perspectiva de género en las políticas estatales reconoce aún como la más favorable, aunque se señalan los nuevos retos que surgen del desarrollo tecnológico, las dificultades en la economía mundial y la incertidumbre sobre el futuro de la democracia.
La Comisión Económica para América Latina y El Caribe de las Naciones Unidas analiza la condición de las mujeres en la propuesta sobre la transformación productiva con equidad, en ella plantea que pese a todas las diferencias, las acciones de la región deben encuadrarse en la concertación y el consenso a fin de lograr un desarrollo en democracia
No basta incorporar a las mujeres, en las áreas tradicionalmente aceptadas, como la educación, el trabajo o la salud. Es necesario asegurar su integración a un contexto caracterizado por una profunda revolución científico-tecnológica en marcha, una progresiva globalización de los mercados y una competitividad basada cada vez más en la incorporación y difusión del progreso técnico.