¿Solo buenas intenciones?, por Félix Arellano
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Luego de oír el discurso de inauguración del presidente Joe Biden, en el acto de juramentación como el 46 presidente de los Estados Unidos, con optimismo recordamos la expresión de la “luz al final de la caverna”. Una pieza de humanismo y ética necesaria en los tiempos sombríos que estamos viviendo. Una radiografía de la crisis que enfrenta su país, pero también el mundo; una estimulante propuesta para la paz, el diálogo, la convivencia, la tolerancia, la libertad, la democracia y los derechos humanos.
Desde la perspectiva académica, se podría interpretar como una actualización de la visión wilsoniana en la política exterior, aquella fundamentada en los catorce puntos para la paz, propuestos por el presidente Woodrow Wilson en 1918. Para los críticos, muchos de ellos radicalizados, un decálogo de buenas intenciones y fantasía, pues consideran que el mundo se enfrenta con una permanente lucha por el poder y competencia despiadada.
Seguramente deben estar destacando que, “de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno”. Pero, precisamente, por las graves condiciones en las que se encuentran su país y el mundo es necesario abrir espacios para el diálogo, la negociación y la cooperación.
Asumimos que con el equipo de gobierno que está proponiendo el Presidente, de los mejor formados de su país —que esperamos el Congreso ratifique sin mayores complicaciones— los proyectos de cambio no deben resultar simplemente buenas intenciones e ingenuidad. El presidente Biden, ha destacado que los problemas que tendrá que enfrentar, en su mayoría, son sistémicos y está ofreciendo abrir espacios para el debate y la construcción cooperativa de soluciones.
Estamos conscientes de que no es fácil argumentar frente a los fanáticos y radicales, que asumen sus visiones como dogmas de fe, perdiendo la capacidad de argumentar y la racionalidad crítica y autocrítica. Pero, los líderes fundamentales del partido republicano están conscientes de la gravedad del problema y han reaccionado tarde, pero acertadamente. Deben estar conscientes de que el partido no puede ser secuestrado por una visión populista y radical. Ha llegado el momento para que nuevas generaciones y visiones racionales asuman el liderazgo.
Son muchos los retos que enfrentan los Estados Unidos y que exigen de un esfuerzo de unidad nacional, muchos de ellos tienen implicaciones globales.
Es necesario destacar que, ante las complejidades y penurias que está enfrentando el mundo, resulta esperanzador y reconfortante que el Presidente de la primera potencia militar del planeta resalte insistentemente la necesidad de la unión en su país. También se necesita en el mundo y, en particular, incorpora en su discurso de inauguración la propuesta de la sanación de las heridas. Estados Unidos está herido, polarizado, pero el mundo también.
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El Presidente ha resumido en apenas veinte minutos la gravedad de los desafíos que le esperan, entre otros, la pandemia del covid-19 —que se complica con las nuevas mutaciones del virus y el errático manejo de la administración anterior—, el discurso de violencia y exclusión promovido durante cuatro años —que ha exacerbado el racismo, la xenofobia y la exclusión—, los problemas estructurales de la economía, que no se resuelven prometiendo devolver el pasado, ni construyendo muros o aplicando sanciones a los socios que, por elemental reciprocidad, se revierten agravando la situación.
En el discurso, el Presidente resalta que la democracia y la libertad ofrecen las oportunidades para enfrentar las debilidades que vive su país y se presenta como un promotor del diálogo; enfatizando que la cooperación es el camino para la reconstrucción del país. Debe estar consciente que también es la mejor opción para enfrentar los problemas del mundo globalizado.
Muy poco ha profundizado el presidente Biden sobre los aspectos internacionales en su discurso inaugural, pero al resaltar que su país debe ser de nuevo “el faro del mundo”, ha generado la esperanza que se retomará la defensa de los valores fundamentales del orden internacional liberal que su país ha promovido y que lamentablemente fue menospreciada en los últimos cuatro años. La democracia, la libertad y los derechos humanos requieren de un apoyo activo del gobierno de los Estados Unidos.
Los críticos deben destacar que la gravedad de los problemas requiere de mano dura y no buenas intenciones. Es evidente que la disciplina y las sanciones pueden ser necesarias; empero, aplicadas de forma unilateral y por largo tiempo, pueden resultar poco efectivas.
En efecto, podemos apreciar que la estrategia de máxima presión, aplicada en varios casos en estos cuatro años por el gobierno de los Estados Unidos, no ha resultado tan efectiva; por el contrario, todo pareciera indicar que los gobiernos autoritarios que han sido objeto de sanciones se han consolidado, encontrando aliados estratégicos y formas de evadir las sanciones.
Las órdenes ejecutivas aprobadas en el primer día de gobierno por el presidente Biden son señales positivas; entre otras, la reincorporación al Acuerdo de París sobre el cambio climático y a la Organización Mundial de la Salud (OMS); la propuesta para retomar el Tratado de No Proliferación Nuclear con Rusia. Por otra parte, el reencuentro con la comunidad latinoamericana, muy presente en el acto de juramentación y con la Unión Europea para la reconstrucción de un diálogo transatlántico. Es necesario reconstruir la confianza, pero es un proceso complejo y gradual.
Ahora bien, no podemos desconocer que la persuasión tiene sus limitaciones y los gobiernos autoritarios aprovechan la oportunidad para consolidarse. Todo indica que se requiere de fórmulas creativas, innovadoras y mucha coordinación con los gobiernos democráticos del mundo para enfrentar en conjunto el incremento de las tendencias autoritarias.
Es necesario revisar y fortalecer el multilateralismo y eso no se logra retirándose de las instituciones. Al reincorporarse en la OMS o retomar el apoyo a la Organización Mundial del Comercio (OMC), se debería trabajar para promover reformas que permitan una mayor eficiencia y dinamismo del sistema multilateral. Estamos conscientes de que es una tarea de largo aliento, que requiere de estrategias de acción en coordinación con los gobiernos democráticos.
El incremento del autoritarismo —particularmente en nuestra región— y los casos de China, Rusia, Irán, Corea del Norte, Siria, Cuba, exigen de estrategias concertadas con los gobiernos democráticos para hacer más efectiva la presión y encaminar las negociaciones a resultados concretos.
El discurso inaugural, cargado de buenas intenciones, era necesario y fue reconfortante. Estamos viviendo tiempos cuando las palabras se concentran en la promoción de violencia y exclusión. Conviene darle una oportunidad a las palabras promotoras de paz y convivencia, como la poesía de la joven Amanda Gorman.
El reto que se avecina es colosal, en consecuencia, los que creemos en la democracia debemos realizar nuestro mejor esfuerzo para avanzar en la construcción de mejores condiciones de vida.
Félix Arellano es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas-UCV.