Suecia como termómetro de la democracia europea, por Luis Ernesto Aparicio M.
Twitter: @aparicioluis
Suecia, ese país con la mayor diversidad del mundo, famoso por haber sido, durante mucho tiempo, el país más pacífico e igualitario del mundo. Sin embargo, esa realidad pudiera estar por cambiar puesto que el panorama político ha dejado espacio para que la diatriba, el enfrentamiento y la intolerancia sean las características más predominantes en el país referente para Europa y el mundo.
Hace pocos días se celebraron las elecciones en Suecia y con el triunfo del partido Neonazi de ultraderecha, la situación comenzaría a cambiar a menos que las confesiones de cambio de actitud de muchos de los ultras que se concentran dentro y alrededor de ese partido, se cumplan. Pero eso está por verse, porque luego de las elecciones parlamentarias estos han logrado la cantidad de votos suficientes, 176 a 173, para convertirse en la primera fuerza política y el partido Neonazi tendrá demasiada influencia en el nuevo gobierno.
Lo ocurrido en ese país, puede ser considerado como un termómetro de lo que se abre paso en el mundo alimentado por los discursos y actitudes anti todo, desde mi punto de vista. Sobre todo, aquello que ha mantenido dividida a la humanidad desde su uso de la razón: la religión. Claro, a esta se le suman otras características muy propias del ser humano como el egoísmo oculto en un nacionalismo absurdo y retrogrado.
Este partido de clara tendencia neonazi se hace llamar Demócratas de Suecia, de lo cual tiene poco ya que algunos de los principios que definen a esa tendencia no son los más sobresalientes. Mucho más si se mira que su inspiración ideológica reside en el nacional socialismo promovido por Adolfo Hitler y su partido nazi. De allí a ser demócrata queda demasiado trecho para que se puedan calificar como tal. Esto no es óbice para dejar de destacar que el resultado electoral obtenido por la ultraderecha más radical no sea calificado de histórico, tomando en cuenta que ni la derecha conservadora ni la ultra, había logrado tantos votos como lo acaba de hacer.
Lo ocurrido en Suecia, el hecho de que la ultraderecha esté a las puertas del poder podría ser calificado como un verdadero terremoto político. Suecia fue la vanguardia del estado de bienestar, ha sido la punta del modelo nórdico que tantos países han intentado reproducir, siendo una potencia humanitaria y ha intentado resolver grandes conflictos bélicos; estando siempre abierta para recibir a muchos refugiados políticos del mundo, incluso a muchos provenientes desde nuestras latitudes latinoamericanas. Esa ha sido la Suecia que todos tenemos como imagen: tolerante e igualitaria.
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Ahora bien, como siempre, todo tiene su explicación y lo que ha ocurrido en Suecia no es la excepción. Para que una ideología como la pregonada por muchos partidos europeos y americanos continue avanzando, hace falta una plataforma de sucesos, a los que voy a llamar las grandes fallas y debilidades de quienes han pregonado la defensa de la libertad, justicia e igualdad. Esos que en muchas oportunidades se habían convertidos en los defensores de la democracia y sus principios. Veamos.
El punto de partida se puede ubicar a partir de 2014, cuando unos 160 mil refugiados sirios arribaron a Suecia en un tiempo de, más o menos tres meses y desde entonces todo comenzó a cambiar. En ese en aquel momento, su primer ministro (Stephan Löven), declaraba que ese país estaba listo para recibir a todos los refugiados posibles, para luego rectificar y decir que en realidad no estaba en condiciones para recibirlos. Ese instante ha resultado clave, puesto que el error del líder sueco radicaba en no contar con la asesoría suficiente que le permitiera elaborar una política migratoria más efectiva, que el simple hecho de anunciar que el país se encontraba listo para la gran oleada de seres humanos que luego se convertirían en buena parte de la narrativa utilizada por la ultraderecha y sus aliados.
Desde ese entonces, los conceptos por los que se caracterizaba a Suecia comenzaron a cambiar entre sus ciudadanos. En muchos de los barrios suecos empezó a notarse un alto índice de presencia multicultural mucho más grande que lo que se había visto anteriormente y desde allí comenzó la historia de los discursos anti migratorios usados por la extrema derecha y que se extendieron al foro parlamentario.
Hasta ese entonces, los partidos de derecha moderada e izquierda compartieron gobierno y no existía ninguna opción para los partidos de la ultraderecha. No obstante, los partidos conservadores tradicionales, no habían logrado ser gobierno plenamente, por lo que a partir de 2019 comienzan a plantearse la posibilidad de sumar a los extremistas para lograr su objetivo.
Sin embargo, no todo ha resultado como lo habían planeado los conservadores y demócratas cristianos ya que la ultra fue calando mucho más que ellos entre las simpatías de los ciudadanos suecos originarios. Sacar a los socialdemócratas del gobierno, era su misión sin contemplar lo que pueda venir para Suecia.
Si los conflictos internos y sus derivaciones como la división o el incremento de la desigualdad se imponen pues, nada extrañaría que Suecia estuviera tanteando el borde de las protestas mucho más fuertes que la que se comenzaron a ver durante 2022.
Por ejemplo, los barrios musulmanes han sido escenarios de violencia cuando un extremista de derecha, Rasmus Paludan, de ciudadanía sueca y danesa y fundador de un partido ultra radical –más de lo que se puede imaginar cualquiera– en Dinamarca, llegó a Suecia con una estrategia diferente.
En su afán de crear el caos y dar pie a los discursos utilizados por la ultraderecha, Paludan decidió ir a los barrios musulmanes para quemar un Corán en medio de ellos. Como reacción, el fanatismo religioso musulmán estaba a flor de piel y buscaban agredirle por tal «ofensa». El resultado era enfrentamientos entre policías y manifestantes fuera de control, pero el más importante se estaba consiguiendo: volcar a la opinión pública en contra de los emigrantes y mover las fibras del nacionalismo. En fin, abrir las debilidades ideológicas de los seres humanos es el medio más utilizado por la nueva versión de inescrupulosos que desean vincularse en la política.
Los escenarios para el extremista Rasmus Paludan, se estaban desarrollando. Vincular la violencia, los destrozos detrás de ellas le ayudaban para que la falta de seguridad y la migración estuvieran muy asociadas. Y ciertamente, Suecia ha dejado de ser el país más seguro de lo que era hace unos 10 años, cuando al menos un tiroteo diario ocurre en ese país lo que impacta a toda la sociedad sueca. Ante esta situación, muchos buscan las explicaciones más ajustadas a lo que ocurre, siendo la llegada de los migrantes desde 2014 la más aceptada por la mayoría.
Desde nuestra óptica, la creciente desigualdad en Suecia ha resultado ser la razón más indicada para que ese país se encuentre en la borrasca política actual. Los anteriores gobiernos, sobre todo durante los periodos 2006 hasta el 2014, no supieron interpretar el sisma que estaba por venir. Y una vez más, los demócratas no hicieron nada por encontrar soluciones básicas para el problema migratorio y la violencia. No han logrado aterrizar ideas claras para cambiar las cosas y tampoco han hecho nada para mejorar la integración comunitaria.
Más allá de concentrar sus esfuerzos para lograr los cambios necesarios, los demócratas optaron por asumir posiciones más de la ultraderecha que de sus principios originarios, haciendo que los ciudadanos se identifiquen más con lo original y no con la copia, lo que complica el panorama para la Suecia del futuro, dejando a este país como un termómetro desde el cual se puede medir y calibrar el futuro de la democracia liberal y que fuera liderada, hasta hoy, por ese país.
Luis Ernesto Aparicio M. es Periodista Ex-Jefe de Prensa de la MUD
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