Superando el efecto Chávez, por Ángel Monagas
Twitter e Instagram: @AngelMonagas
Varios hechos conmueven a la opinión pública nacional. Muchos siguen buscando la luz al final del inexistente túnel, aún no vislumbrado.
La mayor parte de los venezolanos de a pie no se sienten representados en los que en mala hora gobiernan y los que se autodenominan «oposición». Ambos carecen de legitimidad de origen.
En las elecciones del 6D, la verdad verdadera, la que no informó el CNE del momento, es que solo votó el 8%. ¿Cómo puede un Parlamento sentirse legitimado con esta ínfima votación?
Uno de los males de la democracia sucede con la pérdida de representación durante su ejercicio. Algunos, números en mano, combaten este argumento señalando resultados en otras latitudes.
El problema es que allí quizá no votan muchos, sin embargo, los que no lo hacen están conformes. Incluso, son más exigentes que los practicantes del sufragio. En Venezuela es distinto. Hay un sentimiento generalizado en contra.
El G4, MUD, se subroga una voz que no le corresponde. ¿Desde cuándo no legitiman esas expresiones?
Es doloroso que Nicolás no tenga de lo que también carece el gobierno de «Internet» que preside Guaidó.
Participar en un proceso bajo las actuales condiciones es no solo contrario a la salud política del país sino también al restablecimiento de esa legitimidad. En otras columnas he mencionado la incoherencia, el decir una cosa y hacer otra, que también ha aumentado la carencia de reconocimiento.
El efecto Chávez
Cuando en 1992 el charlatán del siglo irrumpió en la escena, muchos se sintieron conmovidos por su discurso. Lo promovieron, lo protegieron, lo financiaron.
Muchos de los que hoy están presos, perseguidos, clausurados en sus empresas, hace unos 20 años eran los primeros en respaldar el rumbo de la Venezuela pos-Chávez.
Recuerdo un titular donde tres altos dirigentes de las fuerzas políticas lo calificaron de «demócrata». Craso error.
Y fíjense ustedes, Chávez no obstante lo expresado, nunca perdió legitimidad. La mayoría dominante lo apoyaba. Por eso murió sin ver el desastre que hizo.
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La censura que practica el chavismo también es arma en muchos medios manejados por los zares de la comunicación de la oposición. Eso no fue herencia del comunismo sino la deformación del ejercicio del poder.
El efecto Chávez sucumbió al país en la más terrible expresión del caudillismo latinoamericano. Una visión errada de la naturaleza de nuestros males, provista de resentimientos, de paradigmas equivocados y que han transformado una nación rica, en el epicentro de la miseria en el mundo.
El efecto Chávez nunca debió hacerse realidad en un país con tantos profesionales y gente capaz. Las culpas son de muchos y resulta inoficioso discutirlas en este momento.
Hay quienes lo criticaban por mantenerse en el poder y no practicar la alternancia y en sus organizaciones hacían lo mismo, o peor, solo que se han aislado del resto del país.
Chávez hipnotizó a las mayorías, las manipuló para sus fines. Chávez utilizó a los que después fueron sus principales víctimas.
¿Cómo acabamos el efecto Chávez?
La única manera de salir de esta situación no es cambiando un chavismo por una falsa oposición, con los mismos males. No. La salida es destruir el modelo caudillista, mesiánico, populista, del ejercicio de la política.
Si no cambiamos la forma en que hemos gobernado el país, los organismos, las empresas y hasta a la propia familia, no podremos superar la crisis.
La política no puede ser un medio para lograr un fin económico, basado en relaciones, presiones.
La política, sea ciencia, técnica o arte, requiere de un venezolano integral, que esté dispuesto a asumir el cambio no como un discurso presente en nuestras elecciones desde los años 60 sino como el ejercicio constante de una meta para lograr el bien común, de todos y cada uno, no tan solo de las mayorías, léase bien.
Todo ciudadano como individualidad debe preocupar al Estado. Las reglas pueden ser duras, pero deben ser igualitarias.
Superar el efecto Chávez, aunque a muchos les duela, es también irremediablemente superar el modelo Betancourt, Caldera, Ucerista, etc.
El salto que no dimos luego de la dictadura de Pérez Jiménez debemos darlo inmediatamente al salir del chavismo.
Por eso, desde esta humilde tribuna combatimos el ejercicio del poder del gobierno de «Internet».
La peor tragedia para los venezolanos sería salir de Nicolás para encontrar un sustituto más culto y educado, pero igual de deformado políticamente, él y su entorno.
El nuevo rector, dizque representando a la sociedad civil venezolana, Enrique Márquez dijo:
«Espero que la clase política pueda estar segura de que puede participar y de que efectivamente habrá un proceso medianamente transparente en el cual puede entrar y aprovechar para ocupar posiciones institucionales importantes en la próxima elección, y en la próxima de arriba también». (Subrayado nuestro)
Nuestra interpretación de esas palabras, admiten la trampa que se avecina. Cómo Chávez, Nicolás nos lleva ante el verdugo y nos causa gracia.
El filósofo Popper, en una de sus tantas obras, señala: Siguiendo, como punto de arranque, la clásica y tópica concepción numérica de las formas de gobierno (mando de uno, de varios, de muchos). Popper, con razón, las descalifica. El problema no es la forma sino el contenido: hay monarquías democráticas y repúblicas no democráticas. Esto es ya un lugar común. Lo que sí tiene interés son dos afirmaciones suyas, una de ellas, grave. Popper asienta, en efecto, que el «pueblo no manda en ningún lado» y desde este principio señala que la esencia del gobierno democrático reside en lo que él denomina «destituibilidad».
Chávez fue electo de manera democrática y reelecto quizá de la misma forma. ¿Fue demócrata?
Inglaterra tiene un régimen monárquico, mucho más demócrata que otros gobiernos calificados como tales. Como dice Popper, el asunto radica en lo que sucede en el ejercicio del gobierno. Eso ha sucedido en el chavismo y en la oposición.
Ángel Monagas es abogado y comunicador.
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