Superministro, por Teodoro Petkoff
El Ministerio de Interior y Justicia es el que mayor poder tiene en el gabinete. Firma las órdenes de pago del situado constitucional, es decir, el dinero de las gobernaciones (e indirectamente, de las alcaldías). El Fides, o sea el fondo para inversiones, también está bajo su comando, así que gobernadores y alcaldes deben pasar por las horcas caudinas de Platanal para obtener sus recursos. Ejerce la coordinación policial nacional y tiene bajo su mando a la Disip. Y no hablemos de la partida secreta, cuyos fondos son manejados por ese ministro. En un gobierno sometido a controles más bien precarios, cuando no totalmente nulos, el poder discrecional de sus altos funcionarios es enorme, sobre todo el del ministro del Interior y Justicia.
Diosdado Cabello pasa a ocupar ahora ese ministerio. A todas estas funciones que hemos señalado, y de no haber una definición categórica en contrario, Diosdado sumaría una que abiertamente trae desde la Vicepresidencia: la de organizador de los círculos bolivarianos (CB), y otra, relativamente clandestina, que las bolas le atribuyen: la de organizador de grupos armados. A este último respecto, la primera declaración del nuevo titular ha sido la de que va a adelantar un plan de desarme de la población. Muy loable, pero eso implica lanzar una atarraya tan grande que es de temer que entre los huecos de esa malla se filtren tanto los grupos de choque armados, de carácter político, como los delincuentes. Porque, ¿dónde están, quiénes componen esos grupos armados? He aquí un desafío para quienes han denunciado su existencia.
Por otra parte, mucho tranquilizaría al país una declaración contundente del nuevo ministro en el sentido de romper todo vínculo orgánico entre los CB y el Gobierno. Este ha argumentado la falacia de que esas son organizaciones sociales a cuya promoción está constitucionalmente obligado. No es cierto. Son grupos ideológica y políticamente ligados al proyecto chavista. Reciben una formación política específica. Son, por tanto, organizaciones de partido. Sólo en los totalitarismos nazi y comunista las organizaciones populares de todo tipo fueron creadas, alimentadas y dirigidas desde sus respectivos Estados. Fueron formas de regimentación y encuadramiento de la población, para garantizar su obediencia y control.
Una cosa es el partido y otra el Gobierno. AD y Copei fueron grandes organizaciones de masas, pero sus organismos de base no fueron creados ni dirigidos desde los gobiernos que ejercieron. El chavismo no puede quebrantar esa regla de la democracia. El gran organizador de los CB, que hoy es nada menos que el ministro más poderoso del gabinete, tendría que dejar eso perfectamente claro.