Suspender las parlamentarias, por Américo Martín
Desde que el ex-presidente del CNE, Andrés Caleca, al frente de un grupo integrado por dirigentes políticos y expertos electorales decidieron introducir una acción de amparo con el fin de suspender las elecciones parlamentarias, el tema en sí se está propagando con gran rapidez, y no es para menos: la convicción de que es virtualmente imposible realizar estas elecciones el 6D, se ha arraigado, sin dejar espacio a los movimientos de quienes aún creen lo contrario.
Lo primero es la viabilidad técnica de cumplir el cronograma electoral en los cuatro meses que restan, si se insiste en la fecha fijada por el CNE. Ningún especialista en la materia se atrevería, cualquiera que sea su ubicación política, a afirmar –con el corazón en la mano– que entre los obstáculos técnicos y la incidencia del pandemia, este cronograma garantice realizar un proceso creíble.
Luce francamente contradictorio que se priorice la importancia de quedarse en casa, dentro del protocolo de prevención que tan justificadamente proclaman autoridades y ciudadanos preocupados, mientras se insiste en involucrarse de lleno en las intensas actividades de calle típicas de cualquier evento de esta naturaleza y, mucho más, en las difíciles circunstancias en que se encuentra el país.
La solución posible la ofrece el recurso del ex-presidente del CNE Andrés Caleca, que muchas personas y movimientos estamos respaldando. Es una de esas fórmulas que sirven, en teoría, a las partes políticas enfrentadas.
El oficialismo, debilitado como está y sometido a fuertes presiones internacionales y nacionales para que garantice la transparencia electoral, se supone que estaría interesado en llegar a acuerdos de viabilidad y transparencia del sufragio, porque de otra manera se condenaría a una debacle, quien sabe de cuánta magnitud.
La oposición, a su vez, está obligada a hacer el máximo esfuerzo a favor de una elecciones creíbles, en lugar de extraviarse en la búsqueda de fórmulas extravagantes, cuyo destino sea fraccionarse tan irremediablemente como los archipiélagos.
Y la generosa comunidad internacional ha ratificado que solo reconocerá unas elecciones claras y que -incluso- impliquen una negociación para recoger los vidrios rotos, y así impulsar la democratización del país, conforme al programa de transición tantas veces anunciado. De modo pues, que a estas alturas, el margen para las zancadillas, los engaños y las trampas se ha reducido por casi por completo.
La ecuación es de lo más sencilla: suspender las elecciones, negociar nueva fecha y condiciones de transparencia y trabajar en consonancia con la comunidad internacional. Actuando de consuno estos tres factores decisivos, pueden alcanzar un resultado que permita superar la insondable crisis en que se hunde el país y los venezolanos, avanzar en la democratización conforme, cuando menos, al modelo de las democracias occidentales y aferrarse con fuerza a la libertad y la prosperidad.
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Me preguntan acerca de la posición electoral, mía y la de Universitarios por Venezuela. Creo en las elecciones y trabajo activamente para que se desarrollen en la mejor forma posible, caso en el cual el cambio democrático será inevitable y gozará del más pleno respaldo mundial.
Una democracia sin perseguidos ni perseguidores y que no confunda la justicia con la venganza. Universitarios por Venezuela no se ha agrupado alrededor de consignas excluyentes, especialmente las que afectan las libertades políticas y los DDHH.
Elegir y ser elegidos son derechos políticos fundamentales, derechos humanos. La decisión de hacer uso del voto, sea para elegir o ser electo, es un derecho que pertenece a la persona humana. Nadie puede ser sancionado o excluido porque vote o se abstenga, Universitarios por Venezuela no es un partido y respeta el criterio de cada uno, los que quieran votar que lo hagan, los que no quieran hacer uso del voto están en su derecho.
Cabe la posibilidad, sin embargo, de acuerdos para lograr mayorías sustantivas capaces de modernizar el Estado y satisfacer las necesidades colectivas, con base en el uso de la política como ciencia y como arte.
Es posible que se presenten dos o más ponencias planteando una variedad de opciones democráticas que atiendan esas necesidades vitales. Por supuesto, ese debate será incluyente, todos podrán opinar, los derechos políticos, por humanos, serán estrictamente respetados.
Aquí estamos ante un reto trascendental, entender la política no como teoría hostil a los hechos ni como hechos que prescinden de la teoría. La política, en el más noble de los sentidos, teoría complementada y documentada por los hechos y hechos iluminados por la experiencia acumulada de la teoría.
Por sobre todo, como expresión de la voluntad del ciudadano y de los ciudadanos procediendo en acuerdos que centupliquen las potencialidades de la modernización y democratización del Estado mediante la satisfacción de las carencias sociales, sin apelar al retroceso intelectual del populismo falsamente democrático.
La democracia se ha convertido en la idea fuerza para el desarrollo de este mundo de turbulencias. Aprendiendo con ella el ser humano descubrirá que puede resolver los problemas más complejos con los mejores resultados.
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