Táchira y Zulia en la mira, por Teodoro Petkoff
La verdadera guerra que está en plan de librar Chávez no es contra Colombia sino contra los gobernadores del Zulia y del Táchira, Pablo Pérez y César Pérez Vivas. Lo de los militares gringos en Colombia es para Chacumbele una coartada que pretende disimular su verdadero objetivo, que es el de defenestrar a los dos gobernadores de la frontera occidental. De allí su interés en mantener viva la conflictividad.
Casi todos los gobiernos suramericanos protestaron, con mayor o menor énfasis, la presencia de soldados y oficiales gringos en bases colombianas –se trata de un despliegue militar difícilmente justificable en términos de la lucha contra las FARC y contra el narcotráfico–, pero ninguno tiene el escándalo permanente que ha armado Chacumbele.
Ni siquiera Brasil, que desde hace décadas tiene aprensiones respecto de los designios norteamericanos sobre la Amazonia. Sin embargo, el verdadero blanco no es Uribe. Chacumbele está perfectamente consciente de que toda su cháchara no va a cambiar el hecho del acuerdo colombo-yanqui y no puede ignorar que más bien refuerza a Uribe, porque aviva un reflejo de solidaridad con éste en el único factor que realmente podría obligarlo a cancelar ese acuerdo: el pueblo colombiano.
¿Por qué, entonces, ese do de pecho, sostenido, en su discurso sobre las bases? Discurso de matón que, por cierto, contraría el rol de víctima que ahora quiere jugar Chávez.
Esas palabras camorreras no son de quien se defiende sino de quien busca pleito.
Pero mantener viva la conflictividad con Colombia es para él un tema de política doméstica. Sirve al propósito de acumular «pruebas» de una supuesta (e inverosímil, por cierto) conchupancia de Pérez Vivas y Pablo Pérez con paramilitares colombianos.
Por un lado está la campaña mentirosa y canallesca contra el gobernador del Táchira en ese sentido, que ahora se acompaña de acusaciones semejantes contra el del Zulia.
Llama mucho la atención la reciente captura, en Maracaibo, de un agente de la Disip que estacionó, al lado de la sede de la policía del estado, una camioneta robada, llena de armas y documentos supuestamente comprometedores para Pablo Pérez. La Fiscalía lo puso inmediatamente en libertad y ninguna autoridad nacional se ha dignado comentar el asunto. ¿Raro? No, piensa mal y acertarás. Aquí hay algo muy oscuro.
Nunca se debe olvidar que Hitler fabricó el pretexto para invadir Polonia, simulando un ataque de supuestos solados polacos (luego se supo que eran SS con uniformes polacos) a una estación de radio alemana, en el pequeño pueblo fronterizo de Glewitz. Tras esa mentira comenzó la horrenda hecatombe mundial, hace setenta años. El régimen de Chávez, en muchos sentidos, apela a prácticas obviamente extraídas de «Mi Lucha» y del libro de Joseph Goebbels sobre la propaganda. Mentir se le ha vuelto una segunda naturaleza. Nunca hay que olvidar que Chávez, antes de caletrearse a Meszaros, leyó el libro de Hitler, con tanta atención que llegó a citar al personaje en su discurso de toma de posesión, en febrero de 1999. ¿Qué hay detrás de esa jugarreta de Maracaibo?