Take it easy(*), por Teodoro Petkoff
Hay que tener claro que las fórmulas Carter sólo son viables si hay un acuerdo entre las partes. Sólo mediante un acuerdo sería posible superar los baches constitucionales que existen tanto en la proposición sobre la enmienda como en la atinente al referendo revocatorio.
Si no hay ese acuerdo, la versión Carter dificilmente resistiría un examen constitucional.
Por eso es tan importante la negociación sobre la materia.
Una enmienda constitucional que reduzca el periodo presidencial sólo podría funcionar si está soportada sobre un acuerdo entre gobierno y oposición. De lo contrario, de no producirse tal acuerdo, la pura iniciativa popular para tal enmienda podría ser fácilmente impugnada ante el TSJ alegándose, por ejemplo y entre otras cosas, la irretroactividad de la ley. Es decir, una enmienda que reduzca el periodo presidencial sólo podría aplicarse a los gobiernos posteriores al actual pero no a este.
Por eso el acuerdo es indispensable.
De igual manera, un referéndum revocatorio con fecha fija, como propone Carter (para el 19 de agosto), sólo sería posible si las partes convienen en ello. Si no hubiere acuerdo, la iniciativa popular para tal efecto no podría adelantarse solicitando el referendo para esa fecha fija sino ateniéndose al texto constitucional. Este es muy claro: “transcurrida la mitad del periodo para el cual fue elegido el funcionario o funcionaria, un número no menor del veinte por ciento de los electores o electoras…
podrá solicitar la convocatoria de un referendo para revocar su mandato”. De modo que cumpliéndose la mitad del periodo el 19 de agosto (fecha ya precisada en sentencia del TSJ), es a partir de esa fecha cuando deben ser entregadas las firmas que solicitan el referendo, para que, luego de su verificación, el CNE, fije la fecha de la votación.
De allí, pues, la importancia de la negociación y la necesidad de que el gobierno comprenda que sí hay materia sobre la cual negociar y deje de obstaculizar la negociación aduciendo que no la hay. Su primera respuesta, en el sentido de que para el ejercicio de los derechos constitucionales no es necesario negociar nada, revelaría una intención de no contribuir a la búsqueda de una salida política a la crisis que nos devora. El ejercicio de los derechos constitucionales en los términos Carter sólo sería posible y no impugnable si la negociación sobre ello concluye en un acuerdo que impida la impugnación o lo que Carter mismo llamó “trucos”.
Pero si el gobierno persiste en su negativa a contribuir a la solución democrática, pacífica y electoral y la oposición tuviera que tomar unilateralmente el camino de las salidas previstas en la constitución, tendría que hacerlo con fórmulas constitucionalmente blindadas. En este caso, la lógica indica que la más viable es la del referendo revocatorio, a sabiendas, desde luego, que la votación no sería en agosto sino después, pero para la cual, cumplidas las formalidades legales, no hay interpretación leguleya alguna que pueda impedirla. Además, los atorados e impacientes ya deberían haber sacado alguna conclusión del paro reciente: del apuro sólo queda el cansancio.
( * ) Tranquilo pana, que el equipo ganar.