TalCual: una saga de la otra Venezuela, por Vladimiro Mujica
Twitter: @MujicaVladimiro
Tengo una deuda de agradecimiento con Ibsen Martínez, quién fue el primero en sugerirme que comenzara a escribir para El Mundo cuando Teodoro Petkoff era director de ese diario. A Teodoro aparentemente le gustó la idea, porque pronto me convertí en un colaborador regular. Para mí, debo decirlo sin reparos, el comenzar a escribir como articulista en un periódico fue una experiencia de crecimiento formidable, personal e intelectual. Pronto me descubrí investigando sobre todo lo que iba a escribir, atento a cualquier señal a mi alrededor, conversacional o de lectura en libros o redes sociales, que pudiera sugerirme ideas y temas de escritura.
Preparar mis artículos se convirtió en una disciplina similar a la que sigo con mis trabajos científicos. Por supuesto, con la limitación de 3.500 caracteres con espacios, un poco más de una cuartilla. Una restricción que se ha levantado sustancialmente en la medida en que el gobierno de facto niega el papel para los diarios con la intención de asfixiarlos, y los medios han mutado hacia plataformas digitales.
Con la creación de TalCual, Teodoro me pidió que me cambiara de espacio, sugerencia que acepté con deleite. Era un reto importante el que se estaba enfrentado, tratando de crear un nuevo periódico de la nada, enfrentado a lo que ya se percibía claramente como la amenaza, nada encubierta, del chavismo de tratar de silenciar todos los medios de comunicación que no le fueran incondicionales y sumisos al «proceso revolucionario».
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TalCual se convirtió rápidamente en un oasis de libertad intelectual y de discusión sin mordaza en una sociedad cada vez más atenazada. Para mí era especialmente importante que desde los editoriales de TalCual y los comentarios de Simón Boccanegra, no solamente se criticaba sin cortapisas el autoritarismo chavista, sino también los extremismos y errores de la oposición.
Petkoff percibió con gran claridad que el apoyo que había recibido Chávez tenía anclaje y razones reales en la mentalidad de la gente, de la clase media, que no podían ser ignorados. Para alguien que había reconocido el error de la izquierda por haberse embarcado en la lucha armada contra los gobiernos democráticamente elegidos, esto no era poca cosa y para mí era motivo de admiración y respeto.
Más allá de la figura legendaria de su fundador, no puedo dejar de reconocer el esfuerzo de todo un equipo, literalmente una familia, que ha mantenido a TalCual a flote en medio en medio de aguas extremadamente turbulentas, no solo por la persecución política y judicial —cito como ejemplo la demanda continuada de Cabello contra el diario— sino porque la asfixia económica ha terminado por afectar la existencia y la vida diaria de todos. 21 años de fundado parece en verdad un tiempo infinito para un medio como TalCual , obligado a sobrevivir al acoso y la persecución chavista.
La guerra del chavismo contra el conocimiento y la libertad de pensamiento tiene un escenario especialmente brutal en las universidades y el sistema educativo en general. Pero este es tan solo un espacios de control.
En la guerra híbrida a la que somete el gobierno de facto a su propio pueblo se pretende acabar no solamente con las instituciones de saber, sino contra cualquier espacio que no sea controlado por el Big Brother que ha usurpado el nombre de Bolívar y que, en rigor, se asemeja mucho más a Boves en su resentimiento y acciones. Uno de los espacios más controlados, inclusive bajo amenaza de cárcel y brutal persecución, es el de los medios de comunicación. Es, precisamente en haber alzado la voz por los venezolanos que ya no tienen voz, que nuestra deuda de gratitud con TalCual adquiere su más acabada dimensión. Cuando se pretende sumir a toda la nación en un concierto alternado de silencio y estruendosa adulación por el Big Brother, TalCual emerge todos los días con la indoblegable actitud del saludo retador de su primera edición: Hola, Hugo.
Venezuela renacerá más temprano que tarde. Vendrán los nuevos tiempos de una nación que se reencuentre consigo misma, del retorno de la diáspora y la reivindicación de nuestras convicciones democráticas y libertarias, del despertar de la visión de la sabiduría engendrada por el sufrimiento y la amargura de estas dos décadas de desgobierno que han llevado a la nación a un verdadero estadio de disolución. Cuando eso ocurra y se escriba la historia de estos tiempos, la idea de Petkoff y un grupo pequeño de idealistas que hicieron posible lo imposible, será reconocida como un hito de estos tiempos oscuros. Un pequeño, minúsculo, pero poderoso faro, una hoguera en tiempos de tinieblas que ha sido sostenida por los héroes civiles, militantes de la libertad, que están detrás de TalCual.
Felicitaciones y nuestro agradecimiento. Ambos ampliamente merecidos.
Vladimiro Mujica es Doctor en Química. Profesor emérito de la UCV y actualmente en Arizona State University. Activista en ONG.
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