Tan fallida sociedad, por Bernardino Herrera León
Twitter: @herreraleonber
La mejor definición para describir el estado en que se encuentra Venezuela es la de “Sociedad Fallida”. Es un término muy duro. Pero no se disponen de muchos conceptos para explicar la inenarrable situación de un país que hasta hace un par de décadas servía de ejemplo de comportamiento y participación democrática.
Hoy, los venezolanos no tienen derecho ni a obtener un carnet de identidad o pasaporte en condiciones normales. La identidad es una mercancía exclusiva del enorme mercado negro en el que han convertido la nación.
Ninguno de los dos gobiernos que ahora representan a la nación ha sido capaz de resolver un problema tan sencillo. Los ciudadanos han sido abandonados a la mala suerte, sin defensa alguna contra las amenazas contra la vida, la salud y la integridad como seres humanos.
El concepto “Estado Fallido” hace mucho se lo ha ganado. Este término tiene al menos un rango medianamente formal. Cuenta con un índice que elabora, desde 2005, la Fundación para la Paz (Fund for Peace), y es publicado anualmente desde 2012, por la revista Foreign Policy. Comenzó con una lista de 76 Estados en el mundo, clasificados todos como en peligro o en alerta. Actualmente, estudia 178 naciones, donde Venezuela aparece en rojo, clasificación “Alerta”, o en anaranjado, clasificación en “Peligro”.
El término Estado Fallido se ha extendido por el mundo periodístico y el análisis político. Se usa para describir grados de disolución del Estado en términos prácticos. Por ejemplo, una guerra civil, que desaparece al Estado como entidad genuina de representación de todos los ciudadanos. Países como Sudán, Yemén, Haití y otros son nombres fijos en tan desagradable lista.
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La ONG Fund for Peace relaciona el concepto con aspectos esenciales del papel de los Estados, como pérdida de control del territorio; pérdida del monopolio legítimo de la fuerza; desconocimiento de las autoridades legítimas, y por tanto, de la toma de decisiones públicas; incapacidad para satisfacer los servicios básicos; y limitaciones para interactuar con otros Estados de la Comunidad Internacional. Es decir, la condición de Estado Fallido equivale al fracaso social, político y económico de la sociedad misma.
Pero aún así no basta. Por ello aparece el término “Estado o Gobierno Forajido” para definir los casos en que gobernantes y delincuentes son las mismas personas. Además de fallido, el Estado Forajido se dedica a practicar y a promover el crimen.
Aún no existe un índice ni un estudio formal sobre este concepto. De haberlo, quedaríamos muy sorprendidos. Por ejemplo, las FARC de Colombia, ejemplo clásico, debe su existencia a sus numerosas modalidades criminales. Si llegara a convertirse en gobierno sería muy ingenuo pensar que dejarían la delincuencia como forma de existir.
Pero hasta el momento, estos conceptos de Estado Fallido y Estado Forajido siguen siendo controvertidos. No son aceptados por la burocracia llamada Comunidad Internacional. Pero lo sufren en carne viva los pueblos masacrados y perseguidos por sus propios Estados y gobiernos que, se supone, deben protegerlos. Siempre fue irónica la imagen de los puestos de guardia del Muro de Berlín, en el que los soldados que lo resguardaban apuntaban sus armas hacia dentro de su país y no hacia afuera. Sus ciudadanos eran los verdaderos enemigos del Estado.
Puestos a escoger, preferiría el concepto de “Sociedad Fallida” para el caso venezolano. Es decir, de ser Estado medianamente funcional antes del chavismo pasamos a ser un Estado disfuncional, ya iniciado el proceso constituyente de 1999. Luego, pasamos a la condición de Estado Fallido cuando Hugo Chávez llamó “escuálidos” o “apátridas” a una gran mayoría de ciudadanos que lo rechazaba, declarándolos así enemigos del Estado.
No tardó mucho en pasar abiertamente a la condición de Estado Forajido, cuando el gobierno de Chávez consumó la perversa alianza narcotraficante con las FARC, el ELN y el régimen castrista de Cuba.
De resto, ha ocurrido por cuotas la disolución de la sociedad venezolana. Su territorio comienza a fracturarse para ser gobernado por el horror de las bandas delictivas de todas las formas y modalidades.
Hoy somos un territorio feudal-delictivo. Los venezolanos no hemos podido, o no hemos sabido, o no queremos volver a ser una sociedad viable y sostenible. Las fuerzas sociales no han sido capaces de impedir el colapso social ni reconstruir un Estado reconocido y confiable, que cumpla al menos sus responsabilidades más elementales.
Nuestra clase política ha fracasado de punta a punta. Pero su ciudadanía también. Es hora de asumir esta cruel verdad, pues, es la condición saberla para intentar revertir todo este desastre.
Muchas sociedades aún viven en el colapso. Pongamos Haití, incapaz de sostenerse a sí mismo, ni darse un orden. Es un país que vive de la caridad internacional. Otros países en cambio sufrieron iguales o peores situaciones de colapso, guerra y destrucción, como las desgarran y destruyen ahora a nuestra nación, pero que lograron reconstruirse de algún modo. Son los llamados “milagros”. Pero realmente no son milagros, sino resultado de simples acuerdos racionales para la coexistencia y la convivencia.
Estamos en ese punto crucial para decidir en qué tipo de sociedad nos convertimos.
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