¿Tenemos vergüenza?, por Gisela Ortega
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La vergüenza es una emoción que nos mueve a ocultar algún defecto, rasgo o acción propios que creemos que, de ser revelados, provocaría la no aceptación o rechazo de otros. Es uno de los aspectos de la socialización en cualquier colectividad. Se caracteriza como un procedente legal al representar la conducta básica de castigo y corrección de determinados comportamientos.
Proviene del castellano antiguo vergüença, y este del latín verecundia, a su vez del latín verecundus ‘modesto’, derivado del latín vereri ‘honrar’, en última instancia del protoindoeuropeo *u̯er- ‘mirar’.
Al contrario, un sinvergüenza es aquel que no tiene decoro cuya moral o falta de ella no le impide cometer faltas éticas.
En el siglo XIX, el biólogo Charles Darwin afirmó en su tratado sobre La expresión de las emociones en el hombre y los animales que la vergüenza se manifestaba mediante rubor facial, confusión mental, vista caída, una postura descolocada y cabeza baja, y observó síntomas similares en individuos de diferentes razas y culturas. Igualmente general le pareció la sensación de calor (relacionada con la vasodilatación en la piel de la cara) que se asocia generalmente a esta afección emocional.
El «sentido de la vergüenza» es la consciencia o la advertencia de la misma en una situación o contexto. Esta cognición puede darse como resultado de una conducta personal o, más generalmente, al ser objeto de un insulto al honor, víctima de una desgracia o una humillación.
Vergüenza en psicología, es una emoción que nos mueve a ocultar algún defecto, rasgo o acción propios que creemos que, de ser revelados, provocaría la no aceptación o rechazo de otros.
¿Hemos perdido la vergüenza los seres humanos? No se tiene ni se siente ya a ningún nivel ni en sitio alguno. No aflora ya en casi nadie, ni se produce, ni se experimenta, ni se manifiesta en nada, esa sensación de turbación del ánimo, producto del miedo a la deshonra, del temor a la crítica, al ridículo y a saberse reo. Ya nadie se sonroja ni se perturba ante el descrédito y la culpa, ni reacciona y se defiende ante un ataque o un reclamo, injusto o justificado. El rubor y el sentirse abochornado han sido sustituido por la impavidez, por la impudicia, la desfachatez, el cinismo, el desparpajo y el descaro. Y puede sin duda afirmarse lamentablemente que una sinvergüencería aceptada, cómoda y cómplice, e institucionalizada, ha pasado a ser característica esencial e ingrediente básico del alma, del carácter y la conducta de algunos individuos.
Existe una desvergüenza ostentosa, descarada, otra encubierta, disimulada y disfrazada bajo una aparente indiferencia, con una resignación que se piensa muy loable, con una paciencia digna de encomio, con una discreción que vuelve admirable a la desidia. Es la desfachatez que lleva a muchos a transigir, a aceptar, a soportar, a disculpar y aguantarlo todo sin que nada importe, sin molestarse, sin exigencias, sin reproches, lamentos ni quejas.
Es tal el deterioro, y el desmoronamiento ante tanta desvergüenza, que existe la sinvergüencería que se admira, se aplaude, se premia y se encumbra al desvergonzado de mayor nivel mientras más sinvergüenza es.
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La filosofía nos ha aportado nuevas ideas. En Aristóteles la vergüenza es una guía de acción en el mundo que nos pone en el camino de la virtud y, como consecuencia, de la felicidad. Destacamos en René Descartes la herida narcisista como consecuencia de la sanción exterior y cuyo resultado es justamente la vergüenza.
La vergüenza ha acompañado al hombre como su sombra a lo largo de la eternidad. El Génesis, primer libro de la Biblia, nos habla de que Adán y Eva estaban desnudos en el paraíso y no sentían vergüenza, porque Dios los creo inocentes y puros, pero cuando la serpiente los engañó por comer del árbol de la fruta prohibida, se dieron cuenta de su desnudez y se cubrieron con los arbustos.
Dios llamó a Adán: ¿Dónde estás? El respondió: “Oí tu voz en el jardín, y tuve miedo porque estaba desnudo, me dio vergüenza y me escondí”.
Sobre la vergüenza, respetables intelectuales se han referido a ello.
El pensador chino, Confucio, -551-478 AC- señala: “Un caballero se avergüenza de que sus palabras sean mejores que sus actos”.
Por su parte, Hesíodo, poeta griego, -S.VIII., AC- manifestó: “La vergüenza viene en ayuda de los hombres o los envilece”.
El escritor español, Baltasar Gracián, -1601-1658-, dijo: “Hemos de proceder de tal manera que no nos sonrojemos ante nosotros mismos”.
George Bernard Shaw, -1856-1950- escritor irlandés, opinó: “cuando un hombre estúpido hace algo que le avergüenza, siempre dice que cumple con su deber”·
Los eventos más vergonzosos de la historia tuvieron lugar, uno a fines del Siglo XIX con los campos de extermino creado por los británicos durante la guerra de los Boers en Sudáfrica´. Confinaron a familias Boers y a africanos negros en una red de campos de concentración. Además de eliminar un medio de apoyo a las guerrillas, se creía que la presencia de familias bóers en estas zonas haría que los soldados se rindieran. El otro fue en el siglo XX durante la segunda guerra mundial, la más sangrienta de la historia, que supero todos los cálculos cuando los alemanes copiaron la idea de los británicos. Fallecieron más de 40 millones de civiles y 20 millones de soldados.
El 6 y 9 de agosto de 1945, Estados Unidos, lanzo en Hiroshima, y Nagasaki, la primera bomba atómica de la historia contra seres humanos. La cifra total de fallecidos a finales de ese año fue de más de 210 mil personas.
Otra vergüenza histórica, fue “el Macartismo o la Caza de brujas”, iniciado en 1950 por el senador Joseph McCarthy, de Estados Unidos,”, cuando emprendió la terrible “caza de brujas”, contra funcionarios del gobierno, actores, militares, entre otros, acusados por él como simpatizantes del comunismo, hundiendo sus carreras profesionales y en algunos casos muchos de ellos por no aguantar la presión pondrían fin a sus vidas.
La expresión “Muro de la Vergüenza”, es el apelativo con que han bautizado varios muros fronterizos construidos en los Siglos XX y XXI, en el mundo. El término se utiliza de manera variada, con grados muy diferentes de aceptación, para avergonzar a sus constructores o para describir la vergüenza que sufren los afectados por la construcción del muro, que se erigen como obstáculo para la comunicación.
El nombre se utilizó por primera vez en 1961 tras la construcción del muro que separaba Berlín Occidental de Berlín Oriental por parte del gobierno de la entonces República Democrática Alemana, denominado por este “Muro de protección antifascista”; los berlineses lo llamaban “Muro de la Vergüenza”.
Todavía existen personas que tienen la ética como bandera y que confieren dignidad a su función. Individuos para quienes la vergüenza representa un límite, hombres que hacen pensar que no todo está perdido. Personajes como Richard Nixon, -1913-1994- a quien la vergüenza lo obligó a renunciar el 9 de agosto de 1974, a la Presidencia de los Estados Unidos, debido al escándalo Watergate.
Son muy escasos los que tienen vergüenza, temen la vergüenza propia, sienten la vergüenza ajena por la falta y el ridículo que hace otra persona y resienten la frecuencia con que otros les hacen pasar tanta vergüenza.
Bibliografía consultada: Wikipedia.
Gisela Ortega es periodista.
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