Teodoro, buen amigo, por José Virtuoso
El padre jesuita y rector de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), José Virtuoso, rememoró su relación con el director fundador de TalCual, Teodoro Petkoff, y la importancia sobre su labor política en el país
Autor: José Virtuoso
Nos conocimos directamente por los años 90, cuando ocasionalmente iba por el Centro Gumilla, siendo ya Ministro en el Gobierno de Caldera, para conversar sobre la situación económica del país y la crisis política de aquellos tiempos.
En esas tertulias nos dábamos cita Arturo Sosa, Luis Ugalde, Mercedes Pulido y otros jesuitas que trabajabamos en el Centro Gumilla. Discutíamos a profundidad. Y en medio de esas discusiones, no faltó alguna ocasión en la cual pegaste uno que otro grito y nos dijiste que necesitábamos ser mñas compresivos con los inmensos desafíos que enfrentaba el gobierno en aquellos momentos.
Años más tarde nos volvimos a encontrar, en la fundación de Ojo Electoral. En cuya organización trabajamos juntos por espacio más o menos de un año. Es un tiempo que recuerdo con especial agrado también, por la profundidas de las discusiones que teníamos en esos momentos sobre el chavismo, la crisis de 2002, lo que se jugaba con el referendum revocatorio en el 2004 y en general, sobre todo lo que estaba en juego en aquel momento.
A partir de allí fraguamos una relación mucho más cercana, directa, espontánea, que continuamos manteniendo y alimentando en los encuentros que organizaba Pancho Layrisse en su casa, con un grupo de amigos que nos sentíamos muy bien hablando de todo, pero sobre todo de política.
Lamentablamente esos encuentros se cortaron, porque a ti, a Pancho y a Carlos Genatios les cayeron encima la persecución y la censura. Luego de eso, nuestros encuentros fueron más esporádicos.
Hoy quiero transmitir el recuerdo que me queda de ti. Quizás la imagen más fija es la de una persona con una vocación política muy completa. Eras un hombre que pensaba en profundidad el país. Profundo conocedor de su historia. Apasionado por el debate, la democracia, la libertad. Respetuoso de los demás, apasionado por la búsqueda de una sociedad justa e inclusiva. Hombre de pensamiento y de acción, muy buen orador y comunicador.
Después de tus funciones como dirigente partidista, parlamentario, ministro, nos impresionaste mucho al ostrarte como un gran periodista. Leer tus editoriales era algo así como buscar la línea del día. Escucharte hablar de la historia de la izquierda en este país y de las nuevas tendencias que esta corriente mostraba a nivel mundial y en América Latina, nos estimulaba a buscar constantemente nuevas alternativas para profundizar la democracia y el desarrollo social.
Pero te recordaré también como un gran tipo: honesto, sincero, espontáneo, profundo, comprometido, coherente y visionario.
Hoy estoy así porque he sido invitado a despedirte desde mi fe cristiana. Y desde esta perspectiva quiero leerte este pasaje del Evangelio de Jesús:
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos recibirán misericordia. Bienaventurados los de corazón limpio, pues ellos verán a Dios. Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados aquellos que han sido perseguidos por causa de la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos.
Puedo decir, con toda seguridad, que tú, Teodoro, fuiste un bienaventurado. Una persona que fue buena noticia para el pueblo venezolano. Alguien que nos supo inspirar a muchos. Que nos hizo creer a cada uno. Que vislumbró posibilidades y esperanzas. Que entusiasmó. Que alumbró con el pensamiento en medio de tantas oscuridades.
Tu vida fue trascendencia. Fuiste más allá del aquí y el ahora. Y por eso serás siempre una referencia. Tu vida fue una palabra de bien, en medio del egoísmo, la maldad y la oscuridad.
Tu testimonio de vida, tu coherencia, tus principios, tu fortaleza, convirtieron esa palabra, ese pensamiento y esa acción tuya en convicción. Tú fuiste un bienaventurado, porque trajiste la grandeza de Dios, en medio de la estrechez de la falta de horizontes que tanto hemos padecido a lo largo de nuestra historia contemporánea.
Tu vida biológica se terminó el miércoles pasado. Los cristianos creemos que la vida no termina, sino que se transforma, y al deshacerse esta morada terrenal, Dios nos llama a vivir eternamente en el seno de su corazón. Para mí, Teodoro, tú estás en las manos de Dios, y desde allí, seguirás alumbrando el camino para construir una Venezuela libre, democrática, fraterna y justa. El camino para salir de esta dictadura en la que nos encontramos y volver a encontrar el camino de la libertad, la paz y la justicia.
Hoy le pedimos a Dios que tu espíritu de rebeldía, de lucha, de profundidad, nos siga inspirando. Que tu ejemplo de vida nos dé fuerza para seguir luchando.
Amén.