Teodoro comunicador, por Fernando Rodríguez
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Para Neugim Pastori
Desde que comenzó su obra escrita, que conduciría al abandono del PCV y al nacimiento del MAS —que él teoriza y funda—, lo comunicacional fue una preocupación fundamental para Teodoro Petkoff. Tanto, que pensaba escribir uno de sus primeros libros después de Checoslovaquia, el socialismo como problema sobre el tema. El libro nunca se escribió, pero esa inquietud jamás lo abandonó y se manifestó en muy diversas formas. En el fondo se trataba de una muy acendrada pasión política que se expresa enfáticamente en su libro Proceso a la izquierda, que llegó a considerar como la legítima teorización sobre el MAS, sobre el socialismo democrático: el gran drama del Partido Comunista de Venezuela es que, a pesar de su abolengo, de estar vinculado a un poderosísimo movimiento mundial, de creerse el ostentador de la verdad de la historia universal y, en nuestro país haber dado heroicas luchas, no ha podido salir nunca de muy reducidas, casi insignificantes, dimensiones cuantitativas. En otras palabras: no haber podido nunca entrar en sintonía con las grandes mayorías nacionales, básicamente en manos de AD, su más cercano rival ideológico.
Poco antes de publicarse ese libro, el MAS fue a elecciones presidenciales —llevando como candidato a José Vicente Rangel— después de haber conmovido al país con su constitución, sobre todo a sus sectores más cultos.
El resultado fue decepcionante, un 5% aproximadamente. El cual se repitió en sucesivas elecciones, dos de ellas con el propio Teodoro. Es quizás su gran fracaso político, seguramente compensado con un enorme prestigio e influencia personales en el país y fuera de él.
Teodoro estaba muy consciente, desde muy temprano, de que ese problema de ideologizar a las mayorías se vinculaba al problema comunicacional, a la prensa y, sobre todo, a los para entonces novedosos medios radioeléctricos, en especial la televisión. Esta última domina la era democrática puntofijista y es puesta al servicio del bipartidismo triunfante que, en contrapartida, le concede licencia plena para transmitir una de las peores televisiones imaginables y hacer desmesuradas ganancias.
El MAS fue siempre bloqueado, al menos tratado como pariente muy pobre, en el poderoso medio televisivo y siempre se debatió entre enfrentarlo o tramitar con él sus migajas, so pena de perder ese gran manipulador de masas.
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Pero Teodoro, en principio influenciado por la notable obra comunicológica de Antonio Pasquali, que abogó siempre por una televisión democrática y de calidad y al cual acompañó en muchas iniciativas, nunca cedió. Osó enfrentarse personalmente con los grandes monstruos, con toda fuerza denunciadora y sin más armas que su valor e intransigencia éticas.
Teodoro fue siempre un periodista, al menos un columnista. Desde su primera juventud, cuando era auxiliar de Gustavo Machado y Pompeyo Márquez en Tribuna Popular hasta TalCual, pasando por experiencias menos felices como en algunos periódicos partidistas. Siempre que pudo tuvo columnas, a veces más de una, en la gran prensa nacional.
Pero su gran trabajo periodístico, su hazaña periodística, fue TalCual. Después de abandonar el MAS, por el apoyo del partido a Chávez, sin dejar de ser político —es más, considerando a TalCual un arma política en el sentido arriba apuntado—, esa fue su gran obra de los últimos años de su vida activa, después de un paso fundamental como director del vespertino El Mundo, promisorio y bloqueado arteramente por el gobierno.
TalCual es un hito fundamental en la historia del periodismo independiente en el país y del periodismo a secas. Y, probablemente, solo él podía hacerlo.
Hasta ese momento, los periódicos independientes, casi todos de izquierda, tenían la pesadez de los periódicos de partido o la torpeza de aquellos realizados por pequeños grupos de amateurs. Tenían corta vida en general, eran pesados, dogmáticos, ajenos al saber hacer periodístico, pobretones y malvestidos.
Teodoro comprendió que así no se llegaba a la esquina y decidió conseguir fondos entre sus fieles y constantes seguidores y alcanzó al menos la cantidad suficiente para montar un periódico con todas las de la ley, técnicamente hablando, con una plantilla extraordinaria de profesionales que decidieron jugársela en la quijotesca aventura, más un grupo de columnistas de una calidad nunca vista. Mucho de lo mejor del pensamiento venezolano, la mitad hombres, la mitad mujeres; y él, el capitán, le dedicó lo mejor de sus esfuerzos. Dejó una honda huella en la opinión.
Sus editoriales llegaron a ser una especie de evangelio diario para muchísimos. Y el periódico brilló por su frescura, osadía y profesionalismo. Tanto, que el gobierno se ensañó años en sancionarlo e intenta cerrarlo sin lograrlo. Pero ya esta es otra historia, se trataba aquí de recordar su invención.
Otra prueba de su excelencia es que, 21 años después, y sorteando todos los obstáculos, sigue vivo y peleando. Felizmente.
Fernando Rodríguez es filósofo. Exdirector de la Escuela de Filosofía de la UCV.
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