Teodoro: la libertad y la justicia, un solo sueño, por Rodrigo Cabezas Morales
Terminaba oficialmente la campaña Presidencial de 1988 y el candidato del socialismo venezolano, Teodoro Petkoff, lo hacía en la parroquia Santa Lucia de Maracaibo, en la casa de la matrona María Reyes. Extenuado por la campaña estaba ahí el político de acción conversando y convenciendo sobre la propuesta política que encarnaba. El resultado electoral, tres días después, estaba decidido pero ello no importaba, para un hombre militante aquello era parte del compromiso que obligaba. No obstante su trascendencia histórica no se remitió a sus virtudes o defectos, éxitos o fracasos como líder político y jefe partidario.
Ha partido de entre nosotros uno de los principales pensadores de la izquierda venezolana del siglo XX. Su ejercicio intelectual de ruptura crítica con el modelo autoritario soviético se convirtió al interior del movimiento comunista mundial en un hito que rompía lanzas, a todo riesgo, no sólo con el dogmatismo infecundo que les dominaba, también con el carácter antidemocrático y estado policial creado bajo la conducción de Stalin.
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Reflexión, critica y pensamiento que desencadeno la convicción de que el proyecto alternativo al capitalismo venezolano no podía repetir semejante fraude al sueño de la igualdad sustantiva, decía “¿A que aspiramos? Pues bien, a nada más y a nada menos que abrir el camino a una nueva forma de civilización. Una forma de civilización a la medida del ser humano”. El MAS fue su intento fallido de cambiar la correlación de fuerzas para concretar aquel sueño. Y tras de él fuimos miles a acompañarle.
Teodoro Petkoff nos hizo pensar que era posible conjugar en un mismo momento, en el ideal socialista, la libertad y la justicia. Ninguno debía superponerse y, mucho menos, mutilar al otro. En ejercicio de su pensamiento crítico postuló que el proyecto de cambio social no estaba reñido con los valores de la democracia, aquellos que permitían desacuerdos, disidencias y el derecho humano a expresarlos en un clima de respeto y tolerancia. La libertad no era una pose electoral, era parte del ideal socialista democrático. Este fue el desafío intelectual, ideológico y político al que convocó a la izquierda en las dos décadas finales del siglo XX venezolano.
Agradezco a la vida esa militancia que cincelo en mi conciencia de joven militante un mayor humanismo cuando he defendido, frente a otras ideas, las mías. Teodoro lo ejercito conmigo. Al tomar caminos divergentes en 1998 en relación al liderazgo de Hugo Chávez, siguió siendo, aún en la distancia política, mi amigo y yo de él
Este es mi hasta luego a un gran pensador.