Teodoro: ojalá que te vaya bonito, por Nelly Arenas
Corría el año 1983. En Cumaná y en el resto del estado Sucre, nos aprestábamos para batallar en la campaña electoral con la candidatura de Teodoro Petkoff, nuestro candidato a la presidencia por el Movimiento al Socialismo.
Las giras al interior del estado se prepararon con entusiasmo. En todos los pueblos y pueblitos, las actividades resultaban modestas pero fervorosas. Nuestro 5% histórico nacional se convertía en un 2% más o menos, en cada uno de ellos. Los mítines ralos, la propaganda escasa, las caravanas con nunca más de 20 0 30 carros… Pero el ánimo y la esperanza tan grandes como aquel evento “Hasta la Torres” de 1978 que llamaba a los caraqueños a desplegarse masivamente en el centro de Caracas; una de las mejores concentraciones del partido naranja realizadas en la capital.
La más robusta expresión de ese ánimo y esperanza la encarnaba Teodoro. En aquellos pueblos remotos de Sucre, extendía su palabra fogosa e inteligente. Poco, quizá, comprendían los campesinos aquel discurso. En el cine de Cumanacoa, un hermoso pueblo sucrense dedicado al cultivo de la caña de azúcar por entonces, Teodoro habló de la subordinación de nuestra economía nacional; explicaba el mecanismo a partir del cual la misma se hacía presente a través del intercambio desigual de petróleo por manufacturas en el mercado mundial.
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Allí residía nuestra pobreza. Era esa, todavía, la comprensión del país y sus miserias que predominaban intelectualmente en el marco de la teoría de la dependencia la cual aún contaba con combustible explicativo en las aulas de las universidades. Genial y precozmente Teodoro había sabido ver en qué consistía el socialismo real, cuáles eran sus llagas, pero seguía interpretando la realidad nacional según los dictados de la teoría centro periferia que dominaba no sólo al marxismo sino también al desarrollismo latinoamericano, con las variantes respectivas. Pero, a pesar del viernes negro de febrero del 83 a partir del cual se había producido una importante devaluación del bolívar, la gente no podía medir todavía el alcance ni la trayectoria que para la nación tendría esa importante fecha.
El festín de Baltazar del que hablaba Uslar Pietri en sus obras para caracterizar el “oropel” en los patrones de consumo, así como para llamar la atención sobre los excesos del gasto público, todavía regía en buena medida el comportamiento del Estado y la sociedad venezolanos. Aunque muy deprimidas con relación a las urbanas, las zonas rurales, a su medida, no eran la excepción.Y mal que bien, la gotica de petróleo que cada ciudadano de este país cree que le corresponde por derecho, también llegaba al campo. De allí seguramente la indiferencia hacia el liderazgo que prometía en aquellos años un cambio hacia el socialismo
Pero, por encima de eso, lo que más valoramos de ese discurso es que a Teodoro lo impulsaba un proyecto de país en el cual creía con vehemencia: justicia social, racionalidad en el manejo de la cosa pública y, sobre todo, bienestar material y espiritual para los ciudadanos
Recuerdo que en ese mitin Teodoro dijo que la propuesta del MAS se encaminaba hacia el día en que los venezolanos preteridos pudiesen disfrutar de una buena pieza musical como la novena sinfonía de Ludwig van Beethoven.
Teodoro no se fue de Cumaná en esa oportunidad sin antes pasar por Radio Sucre como invitado especialísimo de un programa maravilloso que conducía Héctor Granados, uno de los líderes locales más valiosos del partido. No recuerdo el nombre del programa pero se trataba de que cada invitado escogiera seis canciones de su preferencia y explicara a la audiencia el porqué de su escogencia. Entre las seis, Teodoro seleccionó Ojalá que te vaya bonito, de José Alfredo Jiménez.
Cuantas cosas quedaron prendidas
Hasta dentro del fondo de mi alma
Cuantas luces dejaste encendidas
Yo no sé cómo voy a apagarlas
Dijo a su entrevistador: “Esa estrofa es una verdadera delicia de estirpe nerudiana”. El aguerrido, sesudo y contumaz líder que era Teodoro dejaba ver aquí al llano y sensible hombre que también era. Ojalá que le vaya bonito…