Testamentos de la muerte, por Carlos Alberto Monsalve
En estos tiempos de modernidad la patria regresa aceleradamente a su esencia, cada día es más una ficción, un espejismo, un viejo delirio. Las redes sociales vaciaron sus fronteras de sentido, como las trompetas de Jericó, han vuelto añicos sus muros.
En su origen la palabra patria hacia referencia a la tierra de los padres y el patrimonio se refería a lo que se heredaba del padre.
Ella tuvo su esplendor en la roma clásica, durante la edad media buscó cobijo en la iglesia y pasó a designar el paraíso bíblico, para luego caer en el olvido del lenguaje hablado por el vulgo.
Los Ilustrados del siglo XVIII se encargaron de rescatarla, dándole ese brillo y esa pompa con que le hemos conocido. Una vez reaparecida pasó a ocupar un lugar en el espacio de lo sagrado. Allí abandonó su antigua crisálida y se convirtió en el fetiche por el cual bien valía la pena dar la vida, pero también en una excusa para cometer crímenes o para practicar un culto pernicioso por la muerte.
La patria trajeada como un heraldo negro, como los del poeta peruano Cesar Vallejo.
Asumir que se debe dar la vida por la patria es pretender que la muerte es un patrimonio del que se puede disponer en aras de alcanzar un designio superior que conduce al bien común.
De esa manera nos vamos tropezando en nuestros caminos con infelices frases como la de ¨patria, socialismo o muerte¨. La idea nefasta que sirvió de base a la pirámide mortuoria sobre la que izaron banderas el nacional socialismo y el comunismo en el siglo XX.
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Pero la muerte al igual que la vida no tiene patria, la patria ante la muerte no es sino un artificio más, como otros artificios.
De ese desarraigo esta imbuida la celebración del día de los difuntos por el pueblo mexicano. Allí la muerte se representa con sus mejores galas para inundar el ambiente con alegría, la muerte convertida en anfitriona para celebrar la vida.
Hay diferentes maneras de ver la muerte, de leer sus testamentos, ver cuáles han sido sus heredades, detengamosno en la firma de sus escribidores. Recurramos una vez más a la historia.
La realidad virtual se enseñorea en la vida de estos tiempos modernos. Millones de jóvenes participan en la comunión de un juego cuyo objetivo es lograr el mayor número de muertes posibles.
Sobre la pirámide de un montón de cadáveres virtuales el ganador hará ondear su bandera. ¿La muerte como la expresión de una visión banal de la vida?
Yo leo a Jorge Manrique, en las coplas por la muerte de su padre: ¨Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar que es el morir¨.