The Hives en Caracas: el idioma de la euforia
La banda sueca The Hives impactó con un repertorio concentrado en su concierto en Caracas, con la fuerza y el desenfado de quienes han sido calificados como los renacedores del punk hace más de dos décadas
Fotografías: Víctor Amaya
No hizo falta que el vocalista Pelle Almqvist aprendiera demasiado español para emocionar al público caraqueño. En lo que pudo comentar en el idioma local, repitió su agradecimiento por ser la primera banda de rock anglo en pisar Caracas en una década, preguntó a las «señoritas, señoras, caballeros» si querían seguir brincando y luego pasaba en inglés para decir cosas «tomen fotos y luego guarden los teléfonos para disfrutar el momento».
El concierto de The Hives fue un concierto tan impactante como concentrado. Tanta energía cae como un fogonazo: potente y fugaz.
El set se conformó con 15 piezas de la discografía de la banda sueca, que tiene seis discos publicados en sus tres décadas de carrera, comenzando por «Bogus Operandi», de su más reciente The Death of Randy Fitzsimmons.
Apenas cuando iban por tercera pieza, «Walk Idiot Walk», nadie en la Concha Acústica de Bello Monte tenía dudas de que este evento era para brincar, para volverse loco, para entregarse a la euforia junto a las otras miles de personas a su alrededor. Ocurrió en un aforo que terminó lleno a pesar de que la taquilla no brilló: la producción optó por un 2×1 en la venta, regalando la segunda entrada a quien ya había comprado una anteriormente. Además, patrocinantes dieron numerosas cortesías.
La técnica en la guitarra de Niklas Almqvist gustó tanto como su teatralidad. En todo momento su rostro comunicó tanto como sus acordes: locura. Ojos punzantes, relación directa con su audiencia, baño de masas. Fue uno de los integrantes de The Hives que más se dejó tocar por el respetable cuando se acercaba, guitarra en mano, hasta la barrera de la primera fila.
Lo propio hizo el cantante repetidas veces. Fue marca de la casa: Pelle no solo cantaba, brincaba, latigueaba con su micrófono -un Shure SM58 forrado en adhesivo para ser amable con el cable (como antes hacía Roger Daltrey, de The Who)-, sino que también se hacía uno con la audiencia. Así fue que más de uno terminó con una selfie, con un apretón de manos, con sudores esparcidos. Tan solo una puede contar que el sueco la besó al pasar. Incluso el cantante terminó adentrándose en las gradas de la Concha Acústica para acercarse hasta la zona de público general.
Para The Hives todo el repertorio es de alto calibre. Su canción más famosa quizá es «Hate To Say I Told You So», pero cuando la presentan no hacen nada distinto a con todas las demás. No hay «momento más esperado». Su presentación es un camión de energía que no frena, no tiene «valle» -dirían los músicos-, sino que se mantiene en alto durante toda la velada.
La gira que trajo a «Los Jaivas» -como el propio cantante recordó les llaman en Argentina- a Caracas es la promocional de su más reciente álbum, The Death of Randy Fitzsimmons. Por eso el repertorio estuvo conformado en 40% por piezas de ese trabajo, con la poderosa «Countdown to Shutdown» siendo un punto álgido del show, y con la que marcaron el acostumbrado «encore».
The Hives fueron calificados como los renacedores del punk hace más de dos décadas. Y allí siguen, haciendo lo mismo, como ya nos adelantaba el guitarrista Mikael Karlsson en entrevista para Esto Sí Suena.
Quien estuvo en el concierto de The Hives vivió un espectáculo único, incansable, enérgico y sorprendente. No por jugueteos de tarima, no por diseño de iluminación, no por utilería, sino por el trabajo de cinco tipos suecos vestidos con trajes, además de dos ninjas. Una ocasión que sirvió para que los fanáticos del rock, hubiesen conocido antes a la banda o no, se sintieran en comunidad, formando parte de una ciudad que sí valora el sonido ruidoso de las guitarras distorsionadas y la batería palpitante.
Luego, los músicos vivieron Caracas, pasearon por Sabana Grande, bailaron en San Agustín, fueron a la playa en La Guaira, y se fueron pudiendo decir que conocieron Venezuela y no solo una tarima de su capital, esa que escogieron entre varias locaciones cuando se dejaron enamorar por la estética de los años 50 del recinto ubicado en Bello Monte. Algo que el cantante mencionó en tarima, para la poca comprensión de los presentes.
Al terminar la velada, quedó la aspiración de todos, público y productores, de que esto sera una puerta que abrió para no volverse a cerrar.