They’re kissing his ass, por Beltrán Vallejo

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Manifestó el Presidente del país más poderoso del planeta que a él «le están besando el cu…;» eso en relación con las naciones que, a raíz de la guerra arancelaria que él desató, tratan de llegar a acuerdos con esa potencia para así aminorar el impacto en sus economías generado por unas medidas que fracturan la estabilidad de los mercados y hieren el modelo económico imperante en el mundo desde el final de la segunda guerra mundial.
Y yo que creía que mi Venezuela era una rareza de país gobernado por despreciables papanatas de recurrente vulgaridad en el hacer y en hablar como política de Estado; pero ya con lo de Trump, y que me vuelvan a perdonar mis amigos trumpistas criollos, «llegó el chaco a 40», como dicen en mi pueblo.
Definitivamente el lenguaje y el pensamiento se conciben en una interrelación dinámica y ágil. De tal manera que si el discurso de alguien tiene forma y fondo soberbio, despreciativo del «otro», cargado de descalificaciones y de mordacidad, ninguneador, vil, básico, retorcido y sin grandeza, pues esa es la ventana de un lúgubre interior mental y espiritual.
Ya vemos el declive en el mundo de los grandes liderazgos y su sustitución por una avanzada de pseudo líderes pigmeos que llegan al poder alentando las más bajas pasiones de pueblos sumidos en la irracionalidad de los bajos instintos y de las pobres aspiraciones. De esa manera nuestro planeta es un ecosistema donde avanzan autocracias, fundamentalismos, populismos de la peor raíz, neonazismos, fascismos de derecha y de izquierda, megalómanos y mesiánicos embusteros y vulgares de todo pelaje.
¡Caramba! ¿Dónde están los grandes estadistas, los grandes hombres, las grandes voces de la humanidad? Uno de esos políticos- filósofos y humanistas fallecidos fue Nelson Mandela, y hoy nos está quedando apenitas un Pepe Mújica, pero en su resistencia testaruda contra el cáncer y el calendario. De ese tipo de líderes que se extingue salían proclamas aleccionadoras y humanistas, tenían un verbo militante de la verdad y de la justicia, hacían exhibición de un léxico profundamente enraizado en los valores humanos. Ahora mi generación que ya se extingue también le toca despedirse con una geopolítica que se resume en el “kissing my ass”.
No niego que los votantes de Trump están histéricos de la risa con la verborrea grosera de su líder, y ahí está el problema; no es nada más la decadencia discursiva y moral de los líderes, es también la caída ética de pueblos enteros que se someten felices a los odios colectivos. ¿Qué los pueblos no se equivocan? Claro que se equivocan, y hasta se afanan en un encantador descenso al infierno.
Sociedades enteras se bañan en el arroyo contaminado de amenazas, y terminan no temiéndole al hambre y a la miseria, sino a las verdades; son como los vampiros en una profunda cueva pues le temen a la luz y corren en masa a donde hay más oscuridad, y para ese recorrido está ese liderazgo procaz y sin altura.
¿Para donde fue a parar ese pueblo alemán que aplaudía a rabiar las groserías de Hitler en sus arengas a las masas con todo tipo de mentiras en aras del extermino de razas, de religiones, de disidencia y de países? Ese pueblo alemán que aplaudió la grosería hitleriana acabó masacrado en la guerra suicida que ese líder instauró. ¿Para dónde fue a parar el pueblo italiano que aullaba de alegría con la retórica cochina de Mussolini? Terminó en una derrota humillante y en la destrucción colectiva.
Pues es así que de una Venezuela aturdida por más de dos décadas de grosería, sobrenombres, mentiras viles, insultos y demás barbarismo desde los medios de comunicación del Estado y desde cualquier tribuna del poder chavomadurista, ahora también asistimos a la geopolítica arrabalera, que no sólo son palabras que se las lleva el viento, sino que más bien son la antesala de actos arbitrarios y de abusos descomunales.
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Termino resumiendo el fondo de ese liderazgo procaz con este versito de un poeta «pueril» como Bukowski, un poeta maldito de verdad, que dijo así:
Cuando Dios creó el amor no ayudó mucho
Cuando Dios creó a los perros no ayudó a los perros.
Cuando Dios creó a las plantas no fue original.
Cuando Dios creó el odio tuvimos algo útil.
Beltrán Vallejo es Licenciado de la Escuela de Humanidades y Educación de la UDO.