Tiempo para hacer tiempo, por Simón García
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En términos hipotéticos las expectativas de mejoría del país deberían ofrecer ventajas tanto para el gobierno como para la oposición. Pero Maduro está poniendo el mingo fuera del alcance de los brazos opositores en extrema debilidad por la pérdida de rumbo.
El autobusero les ganó a los doctores. Ahora anuncia nuevas oportunidades de negocio que permitirían que el gobierno haga unos cuantos agujeros más en la pequeña regadera para refrescar la sensación de bienestar. Apuesta incierta y difícil de rechazar porque se vende como un regalo para mejorar al país.
No es cierto que Maduro sea hoy la oposición al chavismo. Ni está en contra ni se opone al régimen que simboliza. Pero, si es un reformador que está actualizando al régimen, en principio para asegurar su perpetuación, pero también para surfear aspectos de las crisis que complican su gobernabilidad.
Maduro se atornilla y se mueve hacia el centro. Necesita seguir recuperando internamente apoyos sociales y realizar una flexibilización selectiva en lo económico e institucional para disminuir sanciones internacionales.
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El reflejo adquirido en estas décadas por la oposición la impele también a desplazarse hacia el centro. Pero no aparece claramente el propósito de este giro. Al menos en el terreno electoral no hay ninguna señal de reducción de la sub-polarización opositora, ni aproximaciones para los acuerdos mínimos que el sentido común indica si se quiere trabajar para ganar en el 2024.
Ser centro desde la oposición no es jugar al equilibrismo sino desarrollar políticas hacia el gobierno útiles para la mayoría y eficaces para estar lo mejor preparados posible para incidir en una verdadera transición hacia la democracia, la reconstrucción económica y la vigencia de la Constitución. Proceso viable bajo un acuerdo con Maduro y sectores del bloque de poder dominante.
La mejor estrategia para la oposición es concentrar todos sus esfuerzos en revertir sus deterioros y conectarse con los sectores descontentos de la sociedad cuyas demandas bajaron al nivel inferior de la pirámide de Maslow.
La oposición requiere fuentes no tradicionales de fortalecimiento, actuar para mejorar sus escenarios de mediano plazo y abandonar la idea de un reemplazo inmediato de poder contra el mundo chavista, institucional y popular.
Es urgente que las cuatro o cinco oposiciones reviertan sus interconectadas erosiones, salgan del juego que reduce la lucha política a establecer la jerarquía de sus partes y se orienten a reponer fortalezas conjuntamente. Si no, el empantanamiento podría buscar salida en fuerzas outsider con un candidato, insider.
Al llegar a sus límites, las crisis del país van a dejar atrás a los actores sin alternativas. Para evitar este descarte hay que superar el pensamiento que sustentó y legitimó estrategias acumuladoras de derrotas. La recuperación del país y de la oposición requiere de un nuevo equipo de intelectuales orgánicos.
Para avanzar cuesta arriba la oposición debe también vencer el sectarismo y buscar auxilios complementarios en actores cívicos institucionales, líderes de organizaciones sociales y personalidades independientes. Maximizar los aspectos políticos de una renovación que trascienda el cambio de autoridades.
La permanencia en las viejas burbujas que desconectan a los partidos y a los políticos de los intereses de la gente engatilla y posterga las rectificaciones.
Es momento para comenzar a construir entendimientos mínimos que miren la importancia del 24 como protección a fortalecimientos en el 25. Es tiempo de una espera activa que es el significado de fondo de la palabra esperanza.
Simón García es analista político. Cofundador del MAS.
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