Tiempos decisivos, por Gonzalo González
Correo: [email protected]
Hay momentos en la vida de un país que son definitorios en su rumbo, en su destino. Encrucijadas que, por su condición dilemática, envergadura, consecuencias y efectos condicionan por mucho tiempo –casi que por generaciones – su devenir.
El presente venezolano, condicionado por el enfrentamiento entre el régimen chavista y los Estados Unidos (EEUU) calza perfectamente con la caracterización arriba expresada.
El chavismo, enfrentado a la peor de las amenazas a su continuidad en el poder por la dimensión del reto y del retador que lo desafía, busca por todos los medios resistir esperando que el tiempo obre a su favor. La administración Trump persigue el cambio político en Venezuela mediante el uso de la amenaza militar con el objetivo de fracturar y neutralizar el apoyo castrense al régimen y abrirle camino a una transición negociada o a un derrocamiento.
A favor de quién se decante la resolución del mismo, hoy, en fase de escalamiento hacia escenarios bélicos –porque aquí no pareciera valer o ser posible un empate– determinará con seguridad el derrotero a seguir por la nación venezolana y tendrá resonancia y consecuencias importantes en el concierto internacional, con incidencia particular en América Latina.
Aunque pareciera que todavía tiene recorrido la fase de guerra psicológica emprendida por EEUU, ya se vislumbra el enfrentamiento militar.
El cual no se materializaría mediante una invasión clásica destinada a ocupar territorio venezolano, sino que estaría restringida a ataques puntuales a objetivos estratégicos localizados para neutralizar la capacidad de resistencia de la FAN y de los cuerpos de seguridad del Estado y disuadirlos de seguir soportando el actual statu quo.
Hay quienes sostienen, con mucha ligereza, que respecto del régimen hay una situación de «Game Over», de que los –posibles– ataques militares norteamericanos conducirán rápidamente al logro de sus objetivos. Considero que esa apreciación fatalista está lejos concretarse por simple inercia y por la desproporción de medios existente entre los contendores a menos de que exista ya una situación de desmoralización avanzada en la FAN y de que la mano zurda –actividades clandestinas de la CIA– hayan hecho lo suyo en magnitud y calado apreciable y que la gobernabilidad del Estado esté irrecuperablemente dañada con lo cual los ataques gringos sean a la vez el catalizador de esos procesos y el tiro de gracia.
Por otro lado, no se puede descartar que la eficacia de las operaciones muy sofisticadas y puntuales que, supuestamente, desarrollarían las fuerzas de EEUU se vieran comprometidas por errores de diagnóstico y cálculo, planificación y ejecución como ha ocurrido en otros escenarios donde se subestimó al adversario.
Es verdad que Venezuela no es Cuba ni Vietnam ni el régimen goza del apoyo social que tuvieron en su momento los regímenes cubanos y vietnamita en sus respectivos conflictos con EEUU. La FAN venezolana no es comparable al Vietcong o a la FAR cubana. Tampoco Maduro es Ho Chi Minh ni Fidel Castro. Pero recuérdese de que «Los rusos también juegan» y están avisados.
*Lea también: Entre Caracas y Kiev, por Fernando Mires
Lo cierto es que si el gobierno Maduro logra resistir esta envestida se habrá perdido, quizás la última y posible oportunidad de rectificar el nefasto rumbo que lleva el país y el chavismo se consolidará en el poder por tiempo indefinido. Y lo que es peor, nos aguarda la definitiva cubanización de Venezuela – a la manera chavo madurista– pero con los componentes básicos y definitorios del sistema: gobernanza dictatorial, economía de subsistencia y rebusque, aislamiento internacional, profundización de la emergencia humanitaria compleja.
En todo caso, vienen tiempos duros y peligrosos y no hay resultado cantado ni garantizado.
La imagen de portada fue creada con IA
Gonzalo González es politólogo. Fue diputado al Congreso Nacional.
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo





