Tiempos recios, por Gustavo J. Villasmil Prieto
Twitter: @Gvillasmil99
(extracto del discurso de orden pronunciado en ocasión del acto de entrega de certificados del primer Diplomado de Formación de Gerentes para el Sector Salud Nacional, Instituto de Estudios Superiores de Administración, IESA, 2 de febrero de 2023).
“Son estos tiempos recios…”
Santa Teresa de Jesús, «Libro de Vida», 15.5 (1562)
La reciedumbre es el signo de estos, los tiempos que nos ha tocado vivir. Así también llamó a los suyos la santa de mi devoción, Santa Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia, una de las mentes teológicas –y también administrativas– más portentosas de aquel Siglo de Oro español. En otra de sus obras, el Libro de las Fundaciones de 1582, Teresa de Cepeda – que así se llamaba– plasma, entre otros, el relato de una épica gerencial que incluso hoy nos impresiona por su solidez y consistencia: nada menos que manejar el asentamiento de la suya, la orden de las Carmelitas, en el lejano Quito, desde sus claustros en Ávila, en España. Eran aquellos tiempos desafiantes que exigían espíritus templados y fuertes. Como templado y fuerte ha de ser el de todo aquel que dé un paso al frente para dirigir un servicio de atención médica en Venezuela hoy. Menos, no sirve.
Cuatro son las grandes funciones a cargo de quien gerencie la atención médica en Venezuela: planificar, organizar, operar y liderar. Planificar para avizorar lo que viene y orientando recursos y esfuerzos con rigurosidad, pero no por ello con rigidez. Darle forma a una organización «ad hoc» que eche a andar y que sostenga una operación asistencial al más alto nivel posible, enfrentando lo urgente sin sacrificar por ello lo importante. Y liderar, que es cosa muy distinta a mandar. Liderar responsablemente. Porque quien manda emite ordenes que en la anomia venezolana de hoy probablemente nadie cumpla; en cambio, quien lidera conmina espíritus, exhorta talentos e invita a esfuerzos que hagan posible producir un bien o servicio más valioso que los recursos invertidos en crearlo. En ello va la miseria o la grandeza de un gerente.
Los tiempos recios de la gerencia sanitaria en Venezuela no son aptos para corazones tibios. Tiempos recios que también son «tiempos líquidos», como los llamó Zygmunt Bauman, en los que la solidez de los grandes valores se suele sacrificar a la cambiante coyuntura. Surge así el desconcierto, la disipación de las grandes visiones que alguna vez forjamos, la pragmatización extrema de la vida al punto de que todo se hace desechable. ¿Qué debe poner entonces en sus alforjas todo aspirante a quijote que haya decidido salir a enfrentarse, lanza al ristre, con los gigantes del drama sanitario venezolano?
En una de las alforjas yo pondría la tradición sanitaria de la que somos hijos. Tradición que es capaz de nutrirnos en las horas bajas – que en la vida del gerente sanitario venezolano abundan– y que sale a nuestro encuentro todos los días en los pasillos y salas de nuestros hospitales, donde todavía resuenan los nombres de sus grandes fundadores. En ella encuentra uno muchas veces la inspiración necesaria para seguir, cuando asumiendo nuestra propia pequeñez hacemos el esfuerzo de empinarnos procurando ponernos a la altura de aquellos hombres notable que nos precedieron.
En la otra alforja habría que acopiar todo el conocimiento posible. Un hospital es, sobre todo, una organización de conocimiento. El gerente sanitario es un estudioso permanente de su realidad, un filósofo de la vida entregado a la incesante mayéutica que una y mil veces se pregunta por qué y por qué no.
Y conectando a ambas, como una fuerte talega, el diálogo interdisciplinar permanente. En ello ha fallado una y mil veces el ejercicio de la gerencia sanitaria en Venezuela, convencidos como hemos estado de que las competencias gerenciales necesarias para operar un hospital o ambulatorio son directamente derivables de la formación clínica del gerente médico designado. Si alguna vez tal cosa fue cierta, hace mucho que ya no.
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La evidencia que nos aporta la historia es contundente: el gran Arnoldo Gabaldón pudo dar un giro radical a la lucha antimalárica en Venezuela – una de las grandes hazañas sanitarias del siglo XX que es orgullo de la república civil– cuando comprendió que lo que tenía ante sí era un formidable, un problema de ingeniería de operaciones y como tal lo abordó. Es necesario entonces cultivar con devoción el espacio de diálogo que los profesionales sanitarios podamos construir con nuestros pares de formación profesional distinta, pues en él reside muchas veces ese Sancho Panza que al oído nos advierta sobre la ruta que es mejor no tomar.
El ejercicio de la gerencia es, sobre todo, un producto del espíritu. No hay «máquinas de gerenciar», sino talento humano aplicado en función de resolver problemas concretos. Porque ver aquello que nadie más puede ver, abrir caminos que muchos creen imposibles y construir realidades que superen las que conocemos ha sido y será siempre obra del genio humano.
Pónganse entonces todo gerente sanitario en presencia de Dios como mejor pueda y abroquélese en el afecto de familia, colegas, pares y amigos. De ello emanará la fuerza que le sostenga en los días buenos, en los malos y en los peores. Ojalá y quiera leer los grandes libros, escuchar música, ir por el mundo con ojos de viajero – que no de turista– para aprender y procurarse espacios para la reflexión en solitario, pues no hay sustituto para el pensar y el pensamiento ha sido y es el fulcro en el que se apoyan las palancas que mueven al mundo. Y, sobre todo, quiera hacer todo el bien que pueda, ejerciendo la gerencia sanitaria con sentido de piedad por el venezolano enfermo. No hay obra más grande en este país hoy.
La sanidad pública venezolana volverá a ser grande porque alguna vez lo fue. Tengo profunda fe en ello. Pero debemos antes generar un pensamiento sanitario a la altura de aquel otro, el de la generación fundadora de 1936. Sea esa la primera gran tarea que las nuevas generaciones de sanitaristas venezolanos se den a sí mismos en estos tiempos recios.
Gustavo Villasmil-Prieto es Médico-UCV. Exsecretario de Salud de Miranda.
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