Todos somos filósofos, por Fernando Rodríguez
“Todos los hombres son filósofos”, en esos términos la frase es de Gramsci pero creo que buena parte de los filósofos, de ayer y de hoy, cada uno a su manera, terminarían avalándola. Lo que implica que lo que hacen los llamados filósofos no harían sino darle forma, acabamiento, sistematicidad, etc., a lo que piensan o viven sin pensarlo mucho los hombres, o algunos de ellos porque la filosofía es esencialmente múltiple, que se ocupan de otros menesteres. Sócrates era un ciudadano más que debatía en las calles de Atenas algunos temas importantes y acuciantes. Terminaba ganándolas prácticamente todas pero era el “muchacho” de la película de Platón. Y Ortega y Gasset decía que El discurso del método de Descartes era el manifiesto del hombre moderno, no su específica manera de ver las cosas sino la de los hombres de avanzada de su tiempo y, si a ver vamos, la de los de los tiempos por venir, hasta el día de hoy y posiblemente de mañana, al menos en muy variados e importantes temas como la igualdad de los hombres, la ciencia, la técnica, algunas formas del método científico…Cómo se hace la filosofía mundo, cómo de la cabeza de un solitario empedernido llamado René Descartes se infiltra en el pensar y hacer humano es asunto apasionante y complejo. También lo es lo inverso, como el razonar y sentir de una época entra en la cabeza de un hombre que le da forma y trascendencia. Bedrtolt Brecht, en para mí su obra más profunda, Galileo Galilei, muestra como el padre de la ciencia moderna se entiende de maravilla con un industrial y se querella duramente con un monje, uno y otro ignorantes de la “nueva ciencia”, pero que representaban dos maneras distintas de vivir, la medieval y el capitalismo naciente.
Todo hombre es filósofo. Casi siempre, salvo en los obsesos del oficio, hay circunstancias límites que hacen brotar esa infrecuente manera de interrogarse por su existencia.
Este introito lo completo con el pensar de que otro muy grande, Kant, que decía que el hombre posee en su más honda manera de ser una metafísica natural, valga decir, preguntas ineludibles por su origen (de dónde venimos), por su ser y quehacer (quiénes somos) y qué nos cabe esperar (hacia dónde vamos). Valga decir que alguna vez todo hombre mira hacia el cielo o el mar y se pregunta qué carajo es todo esto en que yo he caído, sin preguntarme, y de donde he de desaparecer hoy o mañana. Todo hombre es filósofo. Casi siempre, salvo en los obsesos del oficio, hay circunstancias límites que hacen brotar esa infrecuente manera de interrogarse por su existencia. Generalmente es la muerte del otro, de un ser amado seguramente. O las enfermedades y el dolor propios y cercanos. O algún instante de alegría embriagante. Pero diría que es más la emergencia de lo negativo lo que hace filosofar al filósofo y al transeúnte filosófico.
Larga perorata para decir que los venezolanos de hoy nos debemos estar haciendo muchas preguntas infrecuentes en esta mala hora, tan larga por lo demás. Preguntas muy distantes de las que se nos venden tan a menudo con la autoayuda, la publicidad, la psicología risueña, el consumismo…la felicidad enlatada y de fácil digestión. A lo mejor nos preguntamos por este mundo que se está llenando de sombras por todos lados, de nuevos fascistas, de derecha y de izquierda, que trafican desgracias y viejos y oscuros fantasmas, esparcidos por doquier, hasta en las cumbres de la civilización. Y a lo mejor, mirando tanta maldad y dolor, aquí en nuestro lar, puede que lleguemos a las preguntas finales por la naturaleza misma de esa especie que tiene conciencia y es capaz de tanta ruindad, como el lobo. A lo mejor filosofamos, lo cual no deja de ser un rasgo de madurez y una eventual posibilidad de defensa moral y psicológica contra la irracionalidad de los tiranos.