Torneo de frases, por Marcial Fonseca
Se presentarán ideas o situaciones que se caracterizaron por ser entretenidas, ingeniosas o intuitivas y que fueron leídas, vividas u oídas a lo largo de varios años.
Como abreboca, quizás muchos lectores hayan disfrutado El hombre que calculaba. El problema más famoso presente en el libro es el caso de la repartición de diecisiete caballos entre tres hermanos, al mayor le asignarán la mitad de los animales, al segundo la tercera parte y al último, la novena. No se permite lastimar a las bestias; esto es, no se vale beneficiarlas para repartirlas.
En un santiamén se ve que la mitad de diecisiete, para empezar, presentará una dificultad porque no se puede sacrificar a ninguna de las bestias. Si no recuerdan el problema, la solución la dio un jeque que sabía de matemáticas y tuvo el ingenioso ardid de agregar su caballo al lote, con lo que serían dieciocho animales y así se consiguió una solución satisfactoria para todos ya que dieciocho tiene mitad (9 caballos), tercera (6) y novena (2) partes. Sumen y verán que el resultado son diecisiete caballos; así que el jeque no perdió su animal.
Quizás les venga a la memoria una pregunta que se hacía siempre en primaria: ¿cuál es la mitad de doce en números romanos? La primera vez esta pregunta nos pareció trivial, no había razón para que no fuera seis; pero no, esa no era la respuesta. Llevamos el enigma a nuestro hogar; los hermanos, la madre, los primos, los tíos no supieron la solución; el progenitor sí la sabía, era educador y nos explicó por qué era siete. Querido lector, solo hay que trazar una línea imaginaria que pase por donde los dos palitos que definen la X se intersecan y que cruce también a los otros dos números (II) y verá que el resultado representa un siete bien claro (VII).
O aquella de bachillerato. Llega una nave de marcianos, estos son invitados a comer y les preguntan cuántos se quedarán cuidando la nave. En una hoja dibujaron nueve soldados y al lado escribieron el numero once (11). Se preguntaba cuántos dedos tenían estos extraterrestres.
Y continuando con el título, va un cliente a una pizzería.
–Por favor, una margarita mediana y me la salpica con jalapeños; y una cerveza bien fría; gracias.
–Mire, ¿se la divido en cuatro u ocho porciones?
–No, no, nada de cuatro, estoy muy hambriento, en ocho porciones, por favor.
Vayamos ahora al matrimonio que acudía a una consulta médica. Al esposo, para su mal, le prescribieron un jarabe. El galeno les dijo que les iba a salir gratis la medicina porque tenía varias muestras médicas gratis; y en efecto, les dio un frasco.
–Señora, aquí tiene, lo agita bien y le da una cucharadas dos veces al día antes de comer, por una semana, por favor.
Dos días después regresa ella al consultorio.
–Doctor, ¿podría recetarle algo más barato?
–Señora, ¿cómo que más barato?, pero si yo le di una muestra gratis, y es suficiente.
–¡Aja!, ¿y usted cree que yo lo iba a agitar de agua?; no, doctor, el muy muérgano quería pollo, carne, ensalada, hasta tuvo la desfachatez de pedir jamón serrano y con pan de masa madre, habrase visto. Eso sale caro.
Y para finalizar este abigarramiento de chistes lógicos, terminémoslos con uno que tiene el caché de ser borgiano. Va una versión modernizada.
Dos amigos se consiguen en el carretera Aroa Barquisimeto, van en sentido contrario. Se saludan.
–¿A dónde vas?, Édison –preguntó Dídimo.
–Para Duaca–contestó aquel.
Entonces Dídimo, blandiendo su dedo índice lo miró fijamente y dictaminó:
–Mientes, Édison, me respondes que vas para Duaca para que yo piense que vas para Barquisimeto; pero lo cierto es que tú vas realmente para Duaca. ¡Me estás mintiendo, Édison, me estás mintiendo!
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Marcial Fonseca es ingeniero y escritor
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