¡Tramposos!, por Teodoro Petkoff
¡Qué tiempos aquellos en que el régimen se jactaba de su mayoría popular, de su mayoría parlamentaria, de su mayoría judicial! ¡Qué tiempos aquellos en que el oficialismo convocaba referendos y elecciones cada vez que le daba la gana y se vanagloriaba de sus siete triunfos electorales consecutivos! Todo ese esplendor se volvió cenizas.
Hoy está reducido a una pequeña banda de tracaleros, luchando desesperadamente por sobrevivir con base en trucos de mala ley. La Fiscalía realiza un extraño allanamiento en la Corte de lo Contencioso Administrativo –por “casualidad”, la misma que Chávez tiene semanas denostando–, pero no con la PTJ, que es la policía que tiene bajo su mando, sino con la policía política, la Disip. Los partidos oficialistas hacen las proposiciones más estrambóticas respecto del reglamento que elabora el CNE: que si no pueden votar sino los que lo hicieron en la elección de Chávez, que si el número de votos para revocar debe ser medido en porcentajes y no en términos absolutos, que si la recolección de firmas debe hacerse en doce horas. Puro recurso de pitcher viejo, que ya no tiene fuerza en el brazo.
Pero donde se llega a extremos insólitos, a la más brutal perversión de la vida democrática, es con lo de la reforma de la Ley del Tribunal Supremo de Justicia, actualmente en discusión en el parlamento.
La reforma persigue dos objetivos: ampliar de 20 a 32 el número de magistrados del TSJ, y elegirlos por mayoría simple. Nada expresa con más claridad la bancarrota política y moral del régimen que esta truculenta reforma. Perdida la confortable ventaja que tuviera en el TSJ, la respuesta es meter doce tipos más, cuyo currículo tendrá un solo : la más absoluta obediencia a la voz del amo. Perdidos los dos tercios de la mayoría en la Asamblea Nacional, se quiere reducir a mayoría simple el requisito para decisiones parlamentarias, cuya naturaleza hace obligatoria la mayoría calificada. Fiscal, Contralor y Defensor del Pueblo fueron elegidos con mayoría de dos tercios de la AN. Los rectores del CNE deben ser elegidos por mayoría de dos tercios de la AN. Pero los magistrados del TSJ, que ya una vez fueron elegidos por mayoría de dos tercios, ahora podrían serlo por mayoría simple, de prosperar esa abusiva reforma de la ley del máximo tribunal.
Ciertamente en la Constitución no se establece la mayoría calificada para la elección de los magistrados (artículo 264), como sí se pauta para su destitución (artículo 265), pero esta omisión del constituyente queda compensada por la circunstancia de que ya una vez la elección se produjo conforme al requisito de la mayoría calificada. Esto sentó precedente. Sería absurdo que no fuera así. En esa oportunidad, el parlamento dio por obvia, y aplicó, la exigencia de mayoría calificada.
Chávez es de los que les encantaría cambiar las reglas del béisbol según le vaya yendo en el juego. Perdiendo en el noveno tranquilamente propondría que a su equipo se le acabe el turno al bate con cinco outs en lugar de tres. ¡Tramposo!.