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Transformarnos desde la solidaridad, por Roberto Patiño



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Roberto Patiño | @robertopatino | agosto 14, 2018

@robertopatino


Todo comenzó, me dice Johnny Rojas, cuando el director del colegio, el señor Rafael Peña, le hizo el ofrecimiento de contribuir en la alimentación de 40 niños que estuvieran en situación más crítica. Johnny vive, junto a su esposa y sus dos hijos (una niña de 12 y un varón de 15 años) en el colegio de San José de Obrero, de Antímano. Mantiene el cafetín del colegio desde hace ocho años. “Yo me enojé con él”, rememora, “le dije, ‘oye vale, tú piensas nada más que en esos chamos y no te das cuenta de que si tú pones un comedor aquí, la actividad económica en mi cantina no va a ser igual a la de antes. ¡Me van a comprar menos personas!’”. Sin embargo, el director insistió y le pidió que lo pensara.

Al día siguiente, una niña llegó a la cantina de Johnny. “Nos pidió que le calentáramos la comida”, narra, “y yo le dije que okey. Le pasé el envase a mi esposa y le pedí que me hiciese el favor. En el área donde está el microondas, hay una pared que bloquea la vista desde la entrada de la cantina. Mi esposa me llamó, con los ojos aguados. Cuando me acerqué, vi que lo que tenía la niña era una pata de pollo con sal, pelada, sin más nada. Sentí que se me arrugó el corazón”. Johnny aún mantenía la esperanza de que ese no fuese todo el desayuno de la niña: era posible que le estuviesen dando la pata de pollo para subirle las plaquetas, pues en ese momento había una epidemia de chikungunya. Pero ese no era el caso. “Cuando le pregunté, ella me dijo que en su casa solo habían dos paticas y le dieron una a ella y otra el hermano. Entonces, yo le regalé una empanada y un jugo”.

En ese mismo momento, buscó al director y le dijo: “Cuenta conmigo”.

El director Rafael Peña, Johnny y madres de la comunidad, se reunieron con parte del equipo de Alimenta la Solidaridad y así nació un comedor que arrancó con 40 chamos. “Y que hoy”, puntualiza Johnny, “lamentablemente contamos con 100. Y digo lamentablemente, porque el hambre no debe existir, ¿me entiendes? En vez de disminuir, lo que hace es crecer la matrícula de niños en el comedor.

Ahorita hay muchos niños que están de vacaciones, o que estudian en la tarde. Entonces, tú ves cómo las mamás los levantan a las 11 de la mañana para mandarlos directo al comedor. Y ellos llegan todavía con lagañas. Es que hay muchas familias, tú lo sabes, Roberto, que ahorita nada más hacen dos o una comida al día”.

El de Antímano pertenece a una red de 15 comedores distribuida en todo el municipio Libertador, que ayuda a alimentar con un almuerzo diario a casi 1400 niños, mediante la organización de las comunidades y el apoyo y articulación de diversos sectores de la sociedad

Para Johnny, tan importante como las comidas para los niños es la asimilación de quienes participan en el programa del modelo de corresponsabilidad, opuesto a los sistemas asistencialistas y de dependencia gubernamentales. En ese sentido, también hace una labor de concientización con las madres de Alimenta La Solidaridad. “Ellas se dedican a picar y guardar en potes todos los aliños, apenas los recibimos. Me ayudan a servir y se hacen jornadas de limpieza los sábados, en las que participan las madres que no pueden en la semana.

Pero todavía falta, falta asimilar el modelo de corresponsabilidad. Las madres tienen que entender que no es que ellas nos van a dar a sus hijos y nosotros vamos a darles comida y ya, o que ahora va a ser deber nuestro deber darles el almuerzo. No. Esto es un trabajo en equipo en el que necesitamos de todos los sectores”.

*Lea también: Una visita con amor, por Simón García

El involucramiento de Johny en el programa y su asimilación de los valores convivenciales ha trascendido en su familia. Su hijo mayor se sienta a almorzar con los niños del comedor, da las gracias por cada alimento y, cada vez que puede, ayuda a servir los platos o apoya en la cantina. Su esposa se encarga de dirigir el comedor, mientras que Johny se ha convertido en uno de los cocineros principales de Sustento, un servicio de catering compuesto por madres del Alimenta.

El emprendimiento genera puestos de trabajo a miembros del programa, y oportunidades de capacitación de la mano de chefs reconocidos, como por ejemplo Francisco Abenante. Las ganancias obtenidas ayudan a financiar a Alimenta La Solidaridad.

Para Johny, estos logros son parte de una transformación más profunda. Me lo dice mientras mira a los niños a su alrededor. “Uno se transforma desde dentro y quiere, entonces, seguir alimentando a esos chamos”, finaliza

Coordinador de Movimiento Mi convive

Miembro de Primero Justicia

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