Tremenduras borgianas, por Marcial Fonseca
Twitter: @marcialfonseca
Para el título de estas líneas se prefiguraron varios: imbecilidades irritantes…, exabruptos irritantes…, estupideces…; pero el autor no niega su gran devoción por Jorge Luis Borges; él es uno de los más grandes escritores del siglo XX y será de los pocos que acompañarán, luego de la limpieza de los siglos, a Cervantes, Shakespeare, García Márquez, Saramago, Kafka y otros pocos más. Se admira la sutileza de sus versos y el manejo del tiempo en su prosa.
Era tan fino de oído para la poesía que fue capaz de detectar que el famoso verso de Horacio La náyade en las aguas de la fuente debió haber sido La náyade en el agua de la fuente.
Su sencilla explicación: «Qué raro, que estando tan cerca de un verso limpio, liquido, lo entorpeciera con esos plurales». Por todo lo anterior, se prefirió el sustantivo tremenduras sin adjetivo.
Sin embargo, el escritor, a veces por razones incomprensibles, emitió declaraciones verbales, que nunca escritas, que mancharon su imagen, y que evidentemente causaron irritación en quienes las oyeron o leyeron, si alguien evocaba esos exabruptos en algún medio de comunicación social.
Acá mencionaremos algunos comentarios dichos por el escritor a uno que otro periodista: pero la mayoría provienen de conversaciones privadas y cuasi cotidianas sostenidas entre Borges y Adolfo Bioy Casares a lo largo de medio siglo, y que el segundo conservó en un diario y luego publicó (Borges, Adolfo Bioy Casares, Ed. Destino, 2006).
*Lea también: Camucha la negociadora, por Tulio Ramírez
Empecemos con aquellas inocuas y que, a veces, eran respuestas a torpezas de un entrevistador. El periodista preguntó que cuál era el mensaje en su obra, rápidamente le contestó: «No soy mensajero… Algo… algo simplemente me ocurre y yo lo escribo sin el objetivo de herir a nadie o de convertir a nadie». En otra entrevista, y años después, 1981, a Borges, de visita en Italia, le preguntaron su opinión sobre el Papa. «Es un funcionario que no me interesa», respondió; el mismo periodista quiso saber por qué él opinaba que no le darían el Premio Cervantes a Rafael Alberti, su lógica respuesta fue: «Porque he leído sus poemas».
Una vez Bioy Casares le leía Oda a Federico García Lorca, de Neruda; y en el verso final:
Así es la vida, Federico, aquí tienes
las cosas que te puede ofrecer mi amistad
de melancólico varón varonil.
Borges, molesto, comentó: «Está escribiendo sobre un manflora y que no vayan a confundirlo: qué miseria».
Fuera del campo literario, empero, fue donde emitió declaraciones, algunas públicas, otras a su amigo Bioy Casares, que pudieron haber mancillado su fama. En lo político se caracterizó por una postura anticomunista y a veces asumió posiciones tan estúpidas como aceptar una condecoración del dictador Pinochet; y en opinión del autor, esto le cerró las puertas del Nobel de Literatura; pero donde más cosas irritantes dijo fue cuando se refería a los negros. Una vez le preguntaron si le gustaba Brasil, contestó que no porque había muchos negros. «Eso no les gustó nada. No se puede decir nada contra los negros. El único mérito que tienen es el haber sido maltratados y eso, como observó Bernard Shaw, no es un mérito». En otra oportunidad, cenando con su amigo, le preguntó: «¿Los negros, hubieran sido capaces de dar las razones por las que se defiende el arte negro?».
En otra ocasión, le refirió a Bioy Casares: «Periodistas vinieron a verme para preguntarme si yo había dicho en broma que los negros eran una raza inferior. ¿Nunca vieron uno?».
Para finalizar, un caso donde interviene una dama venezolana. Una escritora traslaticia de nuestro país se entrevistó con él porque quería escribir un libro titulado Borges y su filosofía; la dama fue muy directa, le pidió que le definiera su filosofía, le mencionara los textos donde estaba reflejada; y que le sugiriera el índice; él contestó que ella había decidió escribir el libro y él se limitaría a agradecérselo; ella se le quejó de que él había escrito mucho y tendría que leer toda su obra. Borges tuvo la caballerosidad de no identificar a la dama. Claramente no salió nada de esta conversación y el nombre de la escritora no fue revelado; ocurrió en 1982; ¿cuándo Borges estuvo de visita en Venezuela y Uslar Pietri le sirvió de cicerone? Quizás alguno de los lectores conozca a la dama en cuestión.
Marcial Fonseca es ingeniero y escritor.
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo