Tres preguntas que usted jamás debe contestar inmediatamente, por Reubén Morales
La verdadera clave para sentirse libre en la vida no es meterse en un negocio piramidal, buscarse una nueva religión o salir del clóset, no. La verdadera clave para sentirse libre es la de jamás contestar inmediatamente alguna de estas tres preguntas (pues de hacerlo, podría acabar más arrepentido que Nazi viejo). A continuación, se las presento ordenadas según el nivel de peligrosidad que representan para su vida. Comencemos con la más fácil:
- “¿ME PUEDES HACER UN FAVORCITO?”: Como la pregunta viene en diminutivo, uno siempre asume que el favorcito es algo tonto, como responder: “¿Cómo es que se llamaba el Cariñosito amarillo?”. Por ello, uno siempre termina accediendo con un “¡Claro!”. A lo que su “amigo” aprovecha y le dice: “¡Ay, gracias! Es que necesito un trasplante de riñón y tú das con el perfil”.
Por tanto, ante la pregunta de “¿Me puedes hacer un favorcito?”, usted siempre debe responder “Depende”. Eso le dará suficiente tiempo para pensar si el favor le conviene. ¡Y muy importante! Jamás sucumba si ese “favorcito” se lo pide ese amor platónico por el cual usted se babea. De ser así, acabará haciendo dos favores: el favor que le pidieron y el favor de llevar a ese amor platónico al altar (pero siendo usted el padrino de bodas).
- “¿CARGAS EFECTIVO?”: Uno, de incauto, siempre dice “¡Sí!”. A lo que este “amigo” siempre responde: “préstame 20 y te los pago ahorita”. El problema es que ese “ahorita” termina siendo tan impreciso como mi criterio para combinarme la ropa. Entonces pasan unos quince días, usted se encuentra de nuevo con el “amigo” y termina diciéndole… apenado… en voz baja… como para no molestar: “¿Por casualidad tendrás esos 20 que te presté la otra vez? Es que ya los necesito”. A lo que dicho “amigo” responde: “No, bueno… ya no se te puede pedir plata porque te ofendes… ¡Perdón si pisoteé los derechos de la minoría de los prestamistas!… #InclusiónParaLosPrestamistas”.
Por ello, cuando le pregunten “¿Cargas efectivo?”, simplemente diga: “¡No me lo vas a creer!… Pero lo que tengo, recién me lo prestó un amigo que cargaba efectivo”.
- “¿QUÉ HACES EL SÁBADO EN LA NOCHE?”: He aquí la más maquiavélica de todas estas preguntas, pues uno apenas la escucha, ya comienza a imaginarse cosas como: “Me invitarán a una rumba… o a cenar… o al cine… o salió un trabajito”. Por ello, ante semejante tentación, uno siempre termina lanzándose de pecho y respondiendo: “¡Estoy libre! ¿Qué vamos a hacer?”. A lo que viene el bombazo: “¡Perfecto!, porque necesito que me ayudes en la mudanza. Lo único es que no sirve el ascensor y hay que bajar todo por la escalera”.
Antes esto, debe ser precavido. Cuando le pregunten algo así, simplemente responda: “Ya estoy comprometido, ¿por?”. Entonces escuche la oferta y, si coincide con que usted no hizo ejercicio en la semana y aún debe quemar esas calorías, acepte el “workout” de la mudanza (rutina de ejercicios que no descartamos sea patentada en un futuro bajo el nombre de “mudanzing”).
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Como ve, liberarse de estas preguntas es más sencillo de lo que parece. Entiendo pueda sentir cierta deuda moral conmigo gracias a estas enseñanzas, pero no se preocupe. Si desea retribuir este gran favor, solo le pregunto, por no dejar: ¿Me podría hacer un favorcito? No, no le pediré efectivo, tranquilo. Solo quiero saber qué hará este sábado en la noche.
Nada, ¿verdad? Entonces es para que me haga el minúsculo favor de compartir este artículo con doscientos cincuenta de sus contactos. ¡Es rapidito! ¡Y gracias por siempre estar a la orden! Como recompensa, le diré el nombre del Cariñosito amarillo. Es Divertosito.
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