Trump ya eligió: Vance como su heredero y Rubio como escudero, por Ángel Monagas

Por más que lo niegue, Donald Trump ya piensa en el día después. En medio de su campaña para regresar a la Casa Blanca, el expresidente ya mueve sus fichas para consolidar una dinastía política. Su mensaje es claro: el movimiento MAGA no termina con él. Su apuesta se llama James David Vance–J.D. Vance, el senador por Ohio, y su comodín estratégico para la vicepresidencia podría ser Marco Rubio, el viejo rival convertido en aliado silencioso.
¿Estamos ante un nuevo proyecto de poder prolongado? Sin duda. Trump no solo quiere ganar; quiere reinar por delegación.
J.D. Vance: de crítico a delfín
J.D. Vance es el ejemplo perfecto de lo que Trump exige a los suyos: obediencia total, fidelidad ideológica y disposición a borrar su pasado. El autor de Hillbilly Elegy, que en su momento cuestionó el estilo y el discurso de Trump, hoy es su más fiel escudero en el Senado. Lo que para algunos es oportunismo, para Trump es lealtad refinada.
Vance no solo representa al votante blanco empobrecido que Trump convirtió en bastión, sino que ahora encarna una versión más joven y más pulida del mismo mensaje nacionalista, antiélite y antiinmigración. Lo está entrenando. Lo está moldeando. Lo está preparando para heredar el trono.
Rubio: el converso funcional
Y en la otra esquina está Marco Rubio, el senador por Florida que alguna vez lo llamó «estafador», «narcisista» y «peligro para la democracia». Hoy, Rubio guarda silencio. Quizá demasiado silencio. ¿Por qué? Porque su nombre suena fuerte como el vicepresidente que podría acompañar a Trump en la boleta.
Rubio aporta lo que Trump no tiene: apellido latino, narrativa de hijo de inmigrantes, y control sobre sectores cubanoamericanos y conservadores del sur de Florida. Es la pieza que falta en la maquinaria electoral para apuntar al voto hispano sin ceder ni un centímetro del discurso duro.
Pero nadie se engañe: si Rubio sube, lo hará como segundo. Como subordinado. Como parte de una fórmula donde la sumisión política se premia más que la convicción. Pasó de rival a peón.
Trump construye una dinastía, no un mandato
Esta jugada no es improvisada. Trump no quiere simplemente un segundo mandato. Quiere una estructura de poder a largo plazo, un movimiento sin fecha de vencimiento. Lo que está construyendo es una especie de «Partido Trump», con él como figura fundacional, Vance como sucesor y Rubio como enlace estratégico. De este tema he hablado en otras columnas.
También lo he tocado en el programa de Radio Noticias con Poder por Radio Mundo Miami.
No es casualidad que el ex presidente hable de «limpiar Washington», de «acabar con el Estado profundo» y de «reconstruir la nación desde cero».
Son frases con vocación de poder permanente, no de un mandato limitado por la Constitución.
¿Y los republicanos? Silencio cómplice
Lo más escandaloso no es que Trump tenga un plan sucesorio. Lo escandaloso es el silencio del resto del Partido Republicano. Los pocos que se atreven a disentir son castigados, aislados o borrados de la escena. Los demás, como Rubio, simplemente se acomodan.
Así, para muchos críticos y analistas, el partido de Lincoln, de Eisenhower, de Reagan, se ha convertido en un vehículo personalista al servicio de un solo hombre y sus designados.
Duro golpe a Marco Rubio
Se alejan las posibilidades de un hombre de origen latino en el poder, cosa que por cierto el cine hollywoodense tiene tiempo prediciendo y ciertamente muchas de las situaciones que la pantalla grande anuncia, se han hecho realidad.
Imaginó que los «productores futurólogos» estarían analizando esta coyuntura.
Una mujer Presidenta y/o un latino al frente de la Casa Blanca se aleja de las visiones políticas.
Conclusión: MAGA para rato
Con Vance como heredero y Rubio como vicepresidente, Trump quiere dejar claro que el futuro le pertenece, incluso si él ya no está. Quiere asegurarse de que, gane o pierda, su estilo, su discurso y su ideología sigan gobernando.
Los que pensaban que el trumpismo iba a desaparecer con su salida de la Casa Blanca en 2021, hoy tienen que reconocer una dura verdad: Trump no es un fenómeno pasajero. Está sembrando su legado con nombres, estrategias y cómplices.
Y si el electorado no despierta, lo tendrá en el poder —directa o indirectamente— por muchos años más.
¿Resucitará algún líder del partido demócrata? Probablemente sí, aunque en este momento no observamos ninguna con una fuerza capaz de enfrentar a Donald Trump.
Esperemos, aún falta mucho.
Hasta los republicanos como quien suscribe lo cree necesario para no fortalecer la tesis de la democracia contemplativa que sigue vigente.
*Lea también: Monarcas sin corona, por Ángel Lombardi Lombardi
Ángel Monagas es abogado y comunicador.