TSJ: la suprema reencauchada judicial, por Gregorio Salazar
Twitter: @goyosalazar
Arriba en el presídium el presidente de la AN está exultante. Abajo los diputados aplauden a rabiar. Los nuevos magistrados recién juramentados se abrazan jubilosos. ¡Qué gran paso ha dado la patria! ¡Ha sido designado el nuevo Tribunal Supremo de Justicia!
Pero mejor vamos por partes. Lo de “nuevo” es un decir, si encontramos que las dos terceras partes de los integrantes ya son conocidos por la larga y maloliente estela de ejecutorias en el pasado reciente. Y, peor aún, sobre ellos pesaba un impedimento constitucional para cumplir un nuevo período. (Art. 264)
De modo que en esa alta medida se trata de magistrados (otro decir) reciclados o reencauchados, como nombraban a aquellos neumáticos que ya no daban más y después un pegote de goma implantado a altas temperaturas los echaban a rodar con riesgo de sus usuarios.
A partir de rasgo tan determinante puede concluirse que los recién juramentados vienen a darle continuidad a la comedia y a los exabruptos nada disimulados de un elenco que no se ha cansado de prosternarse para quemar incienso ante el altar de sus jefes políticos. Si hay que sentenciar a conveniencia se hace. Si hay que gritarle vivas al jefazo, se hace a voz en cuello y en cadena nacional.
El saldo es por todo respecto deplorable, retrógrado, negativo, pernicioso. Las actuaciones de un TSJ sujeto a los dictados de un régimen autoritario han alejado a Venezuela de la correcta administración de justicia y por ende de la vigencia de la democracia y del Estado de Derecho.
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Ojo, para decir eso no se necesita caer en un arrebato antichavista. A la misma conclusión ha llegado alguno de aquellos que en materia de designación de jueces y del funcionariado público cortan a placer el bacalao. Hay quien paladinamente lo reconoce así.
Para muestra un botón: “Y que estas designaciones sirvan para que el sistema de justicia como tal comience (sic) a tener la función que verdaderamente debe tener, que haya justicia, que se pueda sentir que un venezolano cualquiera que sea, que acuda ante las instancias tenga respuesta oportuna, que sea rápida y sobre todo que sea justa”. Cabello dixit.
Hombre, si después de 22 años es cuando se aspira a que el sistema judicial comience a cumplir con su verdadera función es porque en ese campo todo está por hacer. Y no se olvide que fue precisamente la justicia lo que Chávez ofrecía transformar cuando candidato presidencial y a lo que se lanzó como desde el primer día en Miraflores nombrando una comisión para la reforma judicial. El árbol venía torcido y en su ramaje estamos atrapados.
Y bien cabe preguntarse si esa aspiración del tribuno chavista de que la instancia del TSJ dé respuesta oportuna, rápida y justa será igualita a la que le administraron a los diputados electos por el estado Amazonas en el 2015. Nunca se decidió, ni en un sentido ni en otro. Silencio de los sepulcros, mutis eterno. ¿Dónde iría a parar ese expediente? ¿Lo lanzarían a un muladar o serán capaces de mantenerlo en sus gavetas como evidencia acusadora de su propio oprobio?
La cúpula tiene sobradas razones para estar feliz. Nuevamente se ha salido con la suya. Si de atenazar a perpetuidad las instituciones se trata, si de controlar un suprapoder que aplaste cualquier intento de reparación de los constantes abusos de poder y poner freno a la autocracia se trata, pues ya ha vuelto a asegurar el dispositivo, el sobreseguro, el gran cortafuegos revolucionario. Y ahora buscando mayor legitimación con la participación mediante mendrugos a un sector de oposición cooptada.
No hay que olvidar las palabras del ex magistrado Aponte Aponte de cómo se administra la justicia en Venezuela. Así que tengamos claro que al lado de las salas Constitucional, Político Administrativa, Electoral y las de Casación Civil, Penal y Social opera una que las manda y decide por todas: la Sala de Modelación Plastilinaria, siempre rodilla en tierra aunque la toga se enlode en el intento.
Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.
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