Turismo del siglo XXI, por Teodoro Petkoff
Cuál fue el propósito exacto de la gira de Chacumbele? Vistos los magros logros prácticos alcanzados, fuerza es concluir que la idea no era otra que oxigenar el alicaído «liderazgo latinoamericano» del señor Chávez. Maltrecho en Unasur, donde quedó reducido al rinconcito donde se mueve junto a Evo porque hasta Correa se las arregló para desmarcarse del energumenismo inútil decidió darse una vuelta por países donde los gobiernos se comportan amistosamente con el Hiperlíder. La improvisación del viaje, su naturaleza casi vacacional (con dineros que no son propiamente los del cupo de Cadivi para viajeros), la ponen de bulto los toques en Argelia y Siria, que fueron literalmente para saludar a sus respectivos autócratas, así como el «pequeño» desvío, decidido sobre la marcha, a Turkmenistán, exactamente para nada excepto formular el gesto vacío de una OPEP del gas, a la cual el señor feudal de por allá, como es lógico, no le paró lo más mínimo, porque no sabe con qué se come eso.
Incluso las escalas más «políticas» (Rusia, Bielorrusia e Irán) y la asistencia a la estrambótica fiesta patronal de Kaddafi, eran perfectamente prescindibles: de ellas no salió otra cosa que la rutinaria cháchara de Chacumbele.
Aunque, en verdad, una parte de la rutina de su guión fue obviada por aquellas lejanas tierras. Habló de todo, menos del «socialismo del siglo XXI» como curalotodo para los males del planeta. Su escasa prudencia fue suficiente para comprender que Kaddafi tiene su propia formulita «verde», al igual que los teócratas de Irán, que si están casados con algo es con la Edad Media (pero atómica, eso sí) y el hermano Lukashenko es sobreviviente del desplome del «socialismo» del siglo XX, pero de esa «novedosa» concepción no quiere apartarse. En Rusia, reino del capitalismo salvaje, recordó a Lenin, pero no les sermoneó sobre su particular evangelio dizque socialista.
Sin embargo, Chacumbele no es estúpido. Bien sabía, porque en el avión leía la prensa y veía la tele, que codearse con algunos de los tipos más siniestros del mundo tiene un efecto devastador sobre la opinión pública europea, de modo que preparó dos golpes de efecto, para suavizar su imagen. Uno, asistir a la Muestra cinematográfica de Venecia; el otro, pedir al siempre complaciente gobierno español ( business are business) tomarse un cafecito con Zapatero y el Rey. Mediáticamente, no hay duda de que la cosa le salió bien.
Después del descenso a los infiernos dictatoriales, en su última escala, para que no se diga que sólo lo reciben tiranos, alternó con un gobierno democrático. Ya había dejado las imágenes glamorosas de la alfombra roja.
¿Dónde se ha visto déspota besuqueando lindas carajitas? Ni Fidel tuvo ese privilegio, en sus tiempos de gloria.
De regreso, el Hiperlíder, la vanidad bien sobada, ya no recordaba que el primer país a visitar, Uruguay, le había pedido, muy cortésmente, que dejara eso para otro día, porque allá están en la recta final de las elecciones y temían que Chacu le quitara unos puntos al candidato del Frente Amplio, quien, para colmo, acaba de declarar que su paradigma es Lula y no Chávez.
¡Qué ingratitud!