UCV: hacia un cambio con certidumbre, por Gustavo J. Villasmil Prieto
Twitter: @Gvillasmil99
Las elecciones universitarias convocadas para el próximo 26 de mayo refrescan al país en medio de la fatigante atmósfera continuista que amenaza con acabar con los últimos vestigios de lo que fuera la república en Venezuela. Regidas por un cuestionado reglamento al que los universitarios tuvimos que someternos a riesgo de no poder renovar autoridades naturalmente agotadas tras 14 años, estas elecciones nos ofrecen una valiosa oportunidad para contrastar visiones y perspectivas en el seno de la única institución que, junto a la Iglesia Católica, se ha resistido a caer bajo el control del estado-partido.
Bien que nos lo decía el gran Umberto Eco: en el ur-fascismo, nada ni nadie que no esté bajo su sombra tiene derecho a existir. Uno tras otros fueron cayendo, ya por la entrega obsecuente de sus líderes o por inanición, gremios y centrales obreras, cámaras empresariales, instituciones públicas, medios de comunicación y partidos políticos. Frente al desmadre del país envilecido por la «pax bodegónica», solo quedaron en pie el párroco frente a su feligresía y el profesor universitario frente a su clase, empinado cada uno por encima de la decadencia venezolana como último testimonio del país que fuimos y que aún podemos ser.
No siendo un evento menor, toca ser muy responsables en la valoración de la oferta electoral que se nos presenta. Vocear a los cuatro vientos que la universidad venezolana reclama cambios no tiene mérito alguno, pues es cosa bien sabida en tiempos en los que Venezuela e Iberoamérica van en el vagón de cola de la sociedad del conocimiento. Como tampoco lo tienen las plañideras alusiones al «presupuesto justo» y al «salario digno» en una economía devorada por la inflación en la que el empleo ha cedido su lugar al «rebusque».
Tampoco se nos venga con aquello de ser «el reflejo del país» o la vanguardia de rebeliones «postmodernas»: porque la universidad es el seso que le queda a la Venezuela fracasada que somos a la que más le vale inventarse una que de veras funcione so pena de terminar siendo el Sudan de la América del Sur.
Toda autoridad universitaria – rector, vicerrectores, secretario y decanos- ejerce una función política. De allí que sea oportuno evocar a un destacado ucevista, el profesor Manuel García Pelayo, en la trascripción de su célebre entrevista del 17 de noviembre de 1958 titulada «Las cualidades de los políticos y la necesidad de los teóricos». En ella, García Pelayo destaca las cualidades que debe reunir todo político. Cito: «1) saber qué se quiere o conciencia de finalidad; 2) saber qué se puede o conciencia de posibilidad; 3) saber qué hay que hacer o conocimiento de la instrumentalidad; 4) saber cuándo hay que hacerlo o sentido de oportunidad y 5) saber cómo hay que hacerlo o sentido de la razonabilidad». Precisamente en ese mismo sentido es que se hace necesario decantarnos por fórmulas que integren lo mejor posible tan complejo perfil. No es fácil. De momento, he visto postulaciones que ¡ni de lejos! reúnen tan finos atributos.
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Así, hay quien piensa que debe ser decano o rector porque «le toca» o porque el haber una vez sido es credencial suficiente para seguir siendo o para volver a ser. Hay quien clavetea su hoja de vida en carteleras o redes sociales como Lutero sus tesis en las puertas de la Catedral de Wittemburgo, como si para dirigir con acierto a una comunidad como la universitaria un buen curriculum académico fuera suficiente. Como hay también quien invita a «ser realistas soñando lo imposible» y a cosas por el estilo echando mano a viejas consignas sesentosas; infantilismo puro y carente de sentido en facultades, escuelas e institutos en los que con frecuencia falta hasta el agua en los sanitarios. Por último, no ha faltado quien haga alarde de estar respaldado por el régimen, expresión palmaria de que, en Venezuela como en la España de Ortega y Gasset, ¡hay gente para todo!
En la UCV no necesitamos «ocurrentólogos» que nos lancen por la ventana ni «buenos administradores» de nuestras actuales miserias universitarias. Necesitamos mucho más que sufridos conserjes para nuestras facultades: necesitamos líderes académicos que las conduzcan en esta hora menguada para la academia venezolana, no desde la tribuna de Santo Tomás, sino consustanciándose con sus luchas de todos los días.
Requerimos dirigentes universitarios que le abran a esta casa caminos en medio de la devastación que la asola al punto de que, para intervenirla, el régimen no ha necesitado de tanques ni de batallones sino apenas unos cuantos andamios y algunos cuñetes de pintura.
Querer no siempre es poder. Gobernar es administrar expectativas, pero también realidades. Innovar no es dejar nuestro acervo en la cuneta ni ir por ahí, divagando sin destino. Ya hay quien por allí ya anda dizque «entubando» votos, expresión de esa imbecilidad política tan venezolana que aún no se entera de que este país cambió. Quede en la conciencia de cada universitario discernir del mejor modo posible sobre el crucial momento por el que atraviesa el Alma Mater y decidir su voto. Porque las grandes transformaciones a las que aspiramos no son cosméticas y porque tenemos tres siglos de historia por los cuales responder, los ucevistas estamos en el deber de ponernos en la ruta del cambio, pero con certidumbre.
Gustavo Villasmil-Prieto es Médico-UCV. Exsecretario de Salud de Miranda.
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