Un camino seguro entre dos candidatos, por Luis Ernesto Aparicio M.
A muy pocos días para la elección presidencial en Venezuela, pautadas para el 28 de julio de 2024, aunque no pareciera, está en marcha un periodo de campaña electoral no fijada por el organismo encargado de organizarlas y los candidatos están afinando, junto a sus equipos todos los detalles para cuando se declare, oficialmente, el periodo abierto de campaña.
Si bien, como ya hemos comentado, la humanidad estará inmersa en una gran cantidad de elecciones acaparando toda la atención, casi que mes a mes del año, el proceso que mantiene en vilo a la frágil democracia latinoamericana se concentra en nuestro país, en donde se desarrolla una precampaña electoral que podríamos calificar como inédita y poco conocida por todos los ciudadanos comunes.
Se trata de una campaña en la que pareciera que existieran dos candidatos con origen distinto, que han anunciado que cada uno trabajaría en pro del triunfo del otro, algo fuera de lo común para una cultura política tan tropical, lo que nos coloca como unos aprendices ante esta situación.
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Sin embargo, este contexto inusual nos lleva a reflexionar sobre lo que ocurriría si, al enfrentarnos solos ante la boleta electoral y no encontramos el rostro de uno de los candidatos, especialmente en el caso de los adultos que ahora conforman la mayoría de la población, qué se haría con el destino del voto.
Y no es que sea la primera vez que una persona, diferente al candidato original, se ocupa de una campaña electoral porque el otro no puede llevar adelante un trabajo tan personal como es realizar una campaña para captar votos, así que acude a sus colaboradores, o colaborador, más cercanos para que le sustituyan en semejante tarea.
Un ejemplo contemporáneo fue la campaña presidencial de 2016 en Estados Unidos. Durante gran parte de la campaña, el entonces candidato republicano Donald Trump dependió en gran medida de su equipo de campaña, incluidos sus gerentes de campaña, asesores y portavoces, para representarlo en eventos y entrevistas. Aunque Trump era el candidato oficial, su equipo desempeñó un papel crucial en la promoción de su mensaje y en la organización de eventos de campaña en todo el país.
En este caso, aunque Trump era el rostro oficial de la campaña, su equipo tenía una influencia significativa en la estrategia y la ejecución de esta. En ella resalta el cómo la dinámica de la campaña puede variar dependiendo de varios factores, incluida la estrategia y el estilo de liderazgo del candidato.
Evidentemente, son ejemplos muy distantes de lo que pueda estar ocurriendo en Venezuela. Primero porque no se trata de que una enfermedad le impide a uno hacer campaña, segundo que, en ellos, Trump y su componente, existía una coordinación muy sólida y además los equipos de trabajo estaban claros sobre quién es el candidato, por lo que siempre se procuró un seguimiento constante del progreso de la campaña para realizar los ajustes según fuera necesario.
Para el caso de Venezuela la situación pinta de otro color, hasta los momentos, el asunto luce un poco contradictorio y uno de los «colaboradores», la figura pública por demás se ha posicionado como la real opción. Casi como que hasta parecerá en la boleta, y quien además recibiría la banda presidencial para iniciar una gestión de gobierno, mientras que el otro –el que sí estará en la boleta–, solo observa y se reserva para programas de opinión y alguna que otra reunión.
Si bien una campaña presidencial envuelve a todos los interesados políticos: comandos de campaña, sus integrantes, colaboradores, militantes y simpatizantes, la figura principal debe estar siempre al frente de toda la estrategia establecida para ella, incluso con opción para nombrar jefes de áreas sensibles de la campaña y decidir sobre planes y programas de gestión de su próximo gobierno.
No está mal reforzar las campañas electorales, pero es importante manejar esta situación inusual con bastante pulso, estrategia e inteligencia política, colocando siempre al frente al candidato de la estrategia establecida e informando de manera constante a la población, para que tengan consciencia sobre quién es el verdadero candidato a quien respaldarán con su voto.
El propósito final, debería ser la construcción de un camino seguro y claro para los votantes. Es vital prevenir la confusión ante el bosque de tarjetas con los rostros de Maduro y apenas unas pocas con el del candidato de la unidad opositora.
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de prensa de la MUD
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