Un censo anárquico y politizado, por Gregorio Salazar
Ciertamente hubo tiempos entre nosotros en que la realización de un censo se convertía en una especie de jornada cívica de unidad nacional y con una expectativa casi comparable a la de un día de elecciones.
Seguramente los venezolanos que ya pasaron de los cincuenta recordarán a Juancito Padrón, un personaje ideado para ser el símbolo de uno de los censos realizado en los primeros años de la democracia. Todo el país, comenzando por los niños, se familiarizó con la figura amable de aquel hombrecito, carpeta bajo el brazo y lápiz amarillo sobre la oreja, emblema de todos quienes debían realizar aquella tarea institucional. Ni qué decir del ambiente no exento de solemne respeto que rodeaba en cada hogar la labor del funcionario mientras recababa del padre de familia la información requerida. En un solo día se censaba todo el país.
Con catorce censos realizados, el primero de ellos en 1873 durante el primer gobierno de Guzmán Blanco, la organización, promoción y ejecución de un nuevo empadronamiento debería ser una actividad tan elemental, pacífica y rutinaria incapaz de producir la más mínima conmoción o zozobra entre la población.
El zafarrancho levantado por el anuncio del XV censo nacional dice bien de la enfermedad que aqueja al país desde que el pequeño grupo incivil y militar que se alzó con el poder en Venezuela decidió hacer del partido, el gobierno y el estado, en ese orden, una mezcla que la mayoría de las veces hace imposible dilucidar en nombre de qué y con qué intereses actúan.
La alarma se encendió apenas el ministro Menéndez anunció que la milicia y los miembros de Somos Venezuela, una de la retahíla de las franquicias partidistas creadas y financiadas por el chavismo con dinero del Estado en su obsesivo juego de retener perpetuamente el poder, serían los encargados de realizar el censo.
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A éste súbito anuncio, que rompió con la secuencia de diez años que se había mantenido entre cada padrón, se sumó la actuación anárquica desatada por partidarios del chavismo pertenecientes a las UBCH, consejos comunales, colectivos armados y efectivos de la PNB otros irrumpiendo en edificios y violentando las puertas de viviendas cuyos propietarios se encontraban ausentes.
Carlos Julio Rojas, el incansable luchador social del norte de Caracas, denunció que en por lo menos quince sitios de Caracas grupos de facinerosos intentaron hacerse por la fuerza, y en algunos casos lo lograron, de viviendas desocupadas y desalojar a quienes allí se encontraban.
De modo que la desfachatada consigna que ha surgido asociada al censo anunciado por Menéndez ha sido “Ubica tu casa”, seguida de un marcaje que pone en riesgo la propiedad privada de esos inmuebles.
Pueden imaginar la angustia por no decir terror que el anuncio de Menéndez seguido ipso facto de la actuación delictiva ha generado tanto dentro como fuera de un país donde la estampida humana producto de la crisis económica, política y social que azota a Venezuela anda por los cuatro millones de personas.
Desde la Asamblea Nacional se rechazó el anuncio del censo por la evidente improvisación, la incorporación de personal politizado y no calificado y porque virtualmente ha significado una luz verde para la legión de invasores y aprovechadores que de una vez han comenzado a perpetrar despojos y toda clase de fechorías en nombre de la “revolución”.
El llamado de la oposición ha sido a bloquear el “censo” de Menéndez al que le encuentran una intención política, sobre todo por la expectativa de la obtención de una vivienda fácil que han creado entre sus parciales, pero también por plantearse en un año preelectoral, lo que probablemente vendría a acentuar los controles ventajistas que el régimen mantiene con el manejo informático sobre la población.
¿Qué se puede esperar de un gobierno que no es capaz de realizar al menos en paz un censo profesionalmente planificado, con sentido de oportunidad e interés nacional, con personal entrenado y que no despierte desconfianza entre la población? Pues nada, y así lo asumen los millones de venezolanos que se han despedido de su patria porque ya no encuentran espacio ni condiciones para su existencia.