Un contingente militar antimotín preparado para cuidar… una estatua
Es el día después de las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024 y la gente toma las calles para protestar por muchas cosas que no comprenden: los números presentados por el CNE no les cuadran, las actas electorales no aparecen, la gente sale a manifestarse, se multiplican las protestas. Ante la falta de respuestas, y en medio de la indignación colectiva, algunos deciden ir contra un símbolo: las estatuas de Hugo Chávez.
La primera sorpresa que nos revela es la cantidad de pueblos y ciudades que tienen alguna plaza, redoma o avenida con una estatua de Chávez en el medio de su cotidianidad. Muchas más de las que sabíamos.
Cae la primera estatua en Coro, estado Falcón. Cae la segunda en Calabozo, estado Guárico. Los pobladores de Mariara, estado Carabobo, tiran abajo la estatua local antes de finalizar la tarde. Al filo de la noche en la avenida Carlos Soublette de La Guaira, hacen lo propio. La quinta estatua ubicada en Las Tejerías también es derribada. Es allí cuando entran en alerta en Margarita, estado Nueva Esparta. Mucha polvareda, intento fallido.
La ZODI-71 Nueva Esparta continúa resguardando la integridad física de la comunidad neoespartana, sus estructuras, edificaciones e instituciones, gracias al gran y exitoso despliegue de efectivos de la FANB y los OSC, quienes están firmemente comprometidos con la paz. pic.twitter.com/VOe3yeD8mJ
— ZODINuevaEsparta (@ZODINEsparta) July 31, 2024
Y de pronto aparece un contingente militar con equipos antimotín de la Guardia Nacional en formación perfecta: ocho filas de militares pertenecientes a la Zodi No. 71 de Nueva Esparta custodian el camino que precede a una herradura de efectivos que rodean la redoma donde sigue en pie «la única estatua de Chávez que no han tumbado», dice uno de los funcionarios, al tiempo que los uniformados le aseguran que «si no la tumbaron anoche, ya no la van a tumbar».
Un piquete de militares firmes, viendo hacia la nada, sosteniendo una línea de escudos que los protegen de nadie. Una formación de uniformados con cascos, y chalecos protectores parados ante ellos mismos. Y a sus espaldas la imagen de un ídolo roto, descolorido, levantando el puño de cemento hacia el cielo. Sin nadie que lo vea, ni lo venere. Militares protegiendo a una estatua de ese pueblo que supuestamente lo idolatra.
Ojalá la determinación de proteger esa estatua en pie sea igual de fuerte cuando el sol insular se caliente. Porque aunque la calle se enfríe, el símbolo ya está caído.
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