Un drama social: el aborto, por Gisela Ortega
Autor: Gisela Ortega
Cada año se practican alrededor de 20 millones de abortos inseguros en todo en todo el mundo, de los cuales 4 millones corresponden a la América Latina. Estudios efectuados por la Organización Mundial de la Salud, indican que en América Latina y el Caribe, se efectúan 30 abortos por cada mil mujeres, entre las edades de 15 y 49 años, más del doble del promedio mundial de trece por cada mil.
Se estima que la causa primordial de las 600 mil muertes maternas anuales del mundo, es decir de cada ocho defunciones relacionadas con el embarazo se debe a un aborto clandestino.
Existen razones económicas, personales o familiares por las cuales las mujeres deciden terminar con un embarazo no deseado. Muchas desean acabar con una gestación que resulta de una violación o de un incesto. Las solteras recurren al aborto por temor a ser rechazadas por su familia y la sociedad o por el deseo de obtener ciertas metas profesionales antes de la maternidad.
Algunas deciden que ya han tenido los hijos que desean o piensan esperar para tenerlos. Otras porque la pareja no tiene una relación solida que permita educar a los niños, o cuando el hombre deja de prestar apoyo emocional o económico.
El recuento de porque se acude al aborto debe considerar el hecho de aquellas ocasiones en que el embarazo pone en peligro la vida de la mujer si lo lleva a término, o no se siente preparada ni física, ni emocionalmente para ser madre. También a que exista la posibilidad de que el feto nazca con graves malformaciones congénitas. Y también cuando la mujer o la pareja no tienen suficientes medios económicos para educar a un chiquillo, ya sea por falta de un trabajo estable, por desempleo o, en algunos casos, por ser estudiante. Muchas veces incluso por miedo a la pérdida de un empleo seguro o a la expulsión del sistema educativo.
De acuerdo con las estadísticas hechas por el Centro Latinoamericano de Demografía el deseo de tener familias pequeñas se ha intensificado en los países en vías de desarrollo, sin embargo, todavía existen una serie de factores que contribuyen a que las parejas no utilicen procedimientos eficaces de planificación familiar, lo cual se reconoce como necesidad insatisfecha.
En el mundo, cerca del 60% de mujeres y hombres se sirven de métodos anticonceptivos. Se estima que el 54% de las mujeres en edad reproductiva de Latinoamérica y El Caribe los utiliza. Empero, a pesar del incremento a nivel regional y del deseo de tener menos descendencia, muchas mujeres tienen más hijos de los que realmente quisieran o pueden mantener.
Debido a contextos económicos, socioculturales y políticos, el uso de anticonceptivos varía ampliamente entre las naciones; en Brasil y Colombia más del 80% de las mujeres integrantes de uniones han usado alguna vez estos medios, pero en Guatemala o Haití menos de un tercio de ellas han utilizado algún anticonceptivo moderno.
Se calcula que a nivel planetario de 120 a 150 millones de mujeres casadas no desean tener más hijos o prefieren espaciar sus embarazos, pero no están utilizando ningún método de planificación familiar. A su vez, se presume que 350 millones de parejas en el planeta no tienen acceso a la planificación familiar.
En Latinoamérica, en el caso de las parejas con bajo nivel de instrucción, la proporción de mujeres que no logran superar estos requerimientos supera entre cuatro y diez veces -dependiendo del país- el número de mujeres con educación superior en tal condición.
Existen muchos obstáculos: las mujeres que viven lejos de centros médicos o clínicas que no saben obtener los servicios o se sienten incomodas con el trato en este tipo de instituciones y -desde luego- las causas económicas, costos de los anticonceptivos, que impiden la divulgación de sistemas de planificación familiar.
Además, se puede constatar que una serie de factores socioculturales previenen la utilización de la anticoncepción moderna, como razones ideológicas, desaprobación por motivos religiosos o culturales, prejuicios, angustia por eventuales efectos secundarios, temor a la infidelidad conyugal y el desequilibrio de poder dentro de las parejas donde la oposición del compañero puede desalentar y dificultar el acceso a sistemas de planificación.
Para legislar sobre el aborto se debe tomar en cuenta la realidad y la diversidad de problemas que enfrentan nuestras sociedades con respecto al aborto ilegal y no aferrarse a posturas extremas, porque de lo contrario se corre el peligro que la obra del legislador quede reducida a letra muerta.
Los aspectos legales del aborto en la mayoría de los países del mundo fueron sancionados cuando se desconocían los actuales métodos científicos que permiten rutinariamente determinar el estado de bienestar fetal o de la malformación en el periodo intrauterino, y cuando se desconocían los riesgos que podrían ocasionar las radiaciones ionizantes o las enfermedades virales.
En definitiva, el objetivo de las leyes sobre el aborto es cautelar los derechos de la mujer, proveerla de conocimientos sobre estos y su propia sexualidad, poner a su disposición métodos anticonceptivos seguros, respetar su ubicación en la sociedad y combatir las injusticias de género.
La mujer debe tener autoridad sobre su cuerpo y juzgar sobre su capacidad maternal para decidir cuándo y cuantos hijos tener.