Un gallo para Esculapio, por Leonardo Regnault
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Una vez Querefonte le preguntó al Oráculo de Delfos: ¿Hay alguien más sabio que Sócrates? A lo que la pitonisa respondió: Es el más sabio el que, de entre vosotros, hombres, conoce, como Sócrates, que en verdad es digno de nada con respecto a la sabiduría. Casi todo el mundo conoce este episodio y, sin embargo, su figura a veces parece nebulosa, incluso se ha dudado si las opiniones recogidas en los diálogos socráticos son del referido o de sus autores. Lo cierto es que este hombre dividió la filosofía en antes y después de él.
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No soy tan temerario para intentar explicar las cosas que quiso decir este personaje extraordinario de la historia, sin embargo me permito referir una anécdota ocurrida en los momentos finales de su existencia. En ese aciago momento, condenado a muerte, Sócrates, lanza esta frase: Recuerda, Critón, que le debo un gallo a Esculapio, no te olvides de pagar esta deuda. Esta sencilla oración pronunciada luego de haber ingerido la cicuta para hacer cumplir su sentencia, y que muchos han analizado de todas las formas posibles, es la demostración de la férrea voluntad de un hombre que actuaba como pensaba. Por cierto, Sócrates no fue simplemente un pensador que estaba en las nubes, como lo describe Aristófanes; fue un hombre que expuso su vida en el campo de batalla como soldado, con mucho valor e hidalguía y por lo que fue enaltecido por su natal y amada Atenas.
Este suceso es ejemplarizante, porque después de cumplir la incomprensible sentencia, mantenía la determinada decisión de hacer cumplir sus compromisos. Si algo debe rescatarse de todo lo que según sus discípulos y amigos nos legó este cerebro portentoso, es haber defendido con convicción su manera de pensar y la moral que implica cumplir las responsabilidades adquiridas, aun estando a las puertas de la muerte.
Muchos «intelectuales» son expertos en citar al gran pensador, muchos políticos o políticas lo usan en sus peroratas para deslumbrar auditorios, pero son incapaces de llevar a la práctica lo verdaderamente importante de su pensamiento y es la honestidad en lo expuesto. Sócrates actuaba como pensaba.
Para atajar a estos vendedores de chucherías, es indispensable iniciar una labor de pedagogía política que nos permita identificar a quienes, con retórica hueca o sofismas, pretenden erigirse en baluartes de la moralidad y la ética; mientras siguen saciando el hambre de sus intereses.
En tanto logremos tener consciencia de la ejemplaridad y entendamos que nuestras palabras deben ir aparejadas con nuestras acciones, podremos alcanzar una mejor sociedad. Sé que no es fácil, pero cada día debemos obligarnos a actuar en consonancia con valores éticos y morales.
Sócrates debe ser uno de esos puntos de referencia para aquellos que creemos en la necesidad de conjugar pensamiento y acción; de quienes pensamos que no hay manera más sublime de llevar adelante una enseñanza que el ejemplo; y el ejemplo de honrar sus compromisos, de defender con la vida su forma de pensar; de estar dispuesto a no retroceder ante el terror o la inminencia de la muerte es digno de admiración y esta debe expresarse, intentando vivir cada día persiguiendo las virtudes y procurando mantener un comportamiento ético.
En esta Venezuela es nuestro deber llevar adelante todas las acciones necesarias para contribuir a la mejora de lo colectivo. Hagamos del ejercicio ciudadano, político y social uno solo. No sigamos promoviendo la división entre los ciudadanos y la política.
Esto es sencillo, solo debemos honrar la deuda con nuestros Esculapios.
Leonardo Regnault es político e ingeniero civil
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