Un hueco de este color, por Teodoro Petkoff
La tasa oficial de cambio es de 1.600 bolívares por dólar.
La tasa negra es de 2.400.
La oficial sólo existe en el papel. La que rige y que se está utilizando como base para hacer los negocios es la negra. En el mercado negro no existe ninguna participación del Banco Central, o sea, del Estado. Todo lo decide allí el mercado, la oferta y la demanda, con absoluta prescindencia del Banco Central. El mercado negro es, pues, el reino del capitalismo sin ninguna interferencia del Estado, es decir, del salvaje. De modo que la “revolución” chavista nos ha proporcionado una nueva paradoja en su peculiar y contradictoria concepción del mundo. Hugo Chávez, campeón del antineoliberalismo, mantiene un régimen cambiario que sería el sueño dorado del neoliberalismo puro y duro, el de Friedrich von Hayek, quien preconizaba la eliminación de los bancos centrales por considerarlos una intromisión estatista inaceptable en la virginidad del mercado. En su tumba Hayek debe estar muerto de la risa.
En alguna ocasión, poco después del golpe de abril, Chávez comentó, en privado, que él no entendía a Adina Bastidas (a la cual destituyó poco después), que esta señora parecía tener un plan propio y que “le había llenado el ministerio de talibanes”.
Chávez debería recordar lo que pensaba entonces, a la vista del desmadre que Adina y Hernández Behrens han creado en Cadivi. Porque la ineficiencia, que es visible, puede estar sirviendo de coartada para la aplicación de concepciones de un primitivismo abismal, que creerían estar combatiendo el “capitalismo” y, en verdad, lo que están es destruyendo el tejido económico (y con este el social) del país. Las empresas grandes, sobre todo las transnacionales, siempre sobreviven en estos casos porque tienen mucho músculo, pero se friegan las pequeñas. Las grandes cierran y se mudan de país, pero dejan aquí el hueco: obreros desempleados.
Las pequeñas ni siquiera pueden emigrar. Cierran y con los obreros también quedan desempleados y arruinados los pequeños patronos. Nuevamente la paradoja.
El gobierno de la revolución termina por afectar sólo a los pequeños y débiles.
La ausencia absoluta del Estado en el mercado cambiario, es decir la inexistencia del mercado legal, así sea controlado, obliga a acudir al mercado negro y en este la cosa es de sálvese quién pueda. Quien tiene la plata para pagar la tasa negra, sobrevive, quien no puede, que vaya bajando la santamaría.
Todo control de cambios genera un mercado negro, paralelo al controlado. Aquí el mercado negro es el único que existe, por ahora. Por supuesto, cuando comience a funcionar Cadivi, si es que algún día lo hace, vendrán otros problemas consustanciales a la existencia de controles, cuya ineficiencia económica y social y poder corruptor está más que comprobada, pero por ahora, paradoja de paradojas, los venezolanos, aun los más críticos de los controles, nos conformaríamos con el de cambios con tal que funcione.